Dos gotas de una marea blanca

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Periodista, licenciado en Comunicación por la Universidad de Sevilla, experto en Urbanismo en el Instituto de Práctica Empresarial (IPE). Desde 2014 soy socio fundador y director de lavozdelsur.es. Antes en Grupo Joly. Soy miembro de número de la Cátedra de Flamencología; hice la dramaturgia del espectáculo 'Soníos negros', de la Cía. María del Mar Moreno; colaboro en Guía Repsol; y coordino la comunicación de la Asociación de Festivales Flamencos. Primer premio de la XXIV edición del 'Premio de Periodismo Luis Portero', que organiza la Consejería de Salud y Familias de la Junta de Andalucía. Accésit del Premio de Periodismo Social Antonio Ortega. Socio de la Asociación de la Prensa de Cádiz (APC) y de la Federación Española de Periodistas (FAPE).

Una manifestación, meses atrás, de la Marea Blanca Gaditana.
Una manifestación, meses atrás, de la Marea Blanca Gaditana.

Así que caminaron hasta que venció el frío y la fatiga, hasta que decidieron parar para no alejarse mucho de casa y acabar con los pies mojados por la lluvia.

Caminaron agarrados del brazo, bajo el paraguas, con el abrigo abrochado hasta el último botón. Llevaban bufanda y pañuelo y un andar lento y pausado como la vida y los años. Caminaron sin banderas, sin gritos ni pancarta. Sólo con la presencia y la sonrisa provocada por las ocurrencias de quienes cargaban con el megáfono y soltaban sus proclamas.

Caminaron porque sí, porque había que caminar. Sin prisas. Por convicción. Porque la Sanidad se trata de una necesidad, y más a estas alturas, en la que los contratiempos siempre llevan la forma de bata blanca y receta. Caminaron por los suyos que no acudieron y por los suyos que en un día se fueron y no pudieron caminar esa mañana de domingo de cielo gris y viento frío.

Caminaron por las listas de espera, que cansa más cualquier caminata, y por las horas muertas mientras aguardan consulta. Caminaron por la médica saturada, el enfermero de ojos agotados y la auxiliar de trato amable. Anduvieron por las madrugadas en vela, por los sustos que quedan en eso y por los miedos que tienen sustento.

Caminaron porque pudieron. Porque caminar es un derecho y no habrá ley mordaza que arrebata en su vejez el camino que en su juventud prohibió el tirano y sus fascistas. “Parece que vamos para atrás”, dicen a veces con el amargo conocimiento de la experiencia.

Caminaron por los nietos, por los hijos, por las hermanas y los hermanos. Caminaron porque la salud lo permite y llevan medio siglo así, uno del brazo del otro, con pasos más o menos ágiles, con conversaciones susurradas entre dos confidentes. Caminaron, a estas alturas, cuando pensaron que ya no haría falta, que la travesía estaba hecha y era tiempo, si acaso, de pasear.

Así que caminaron hasta que venció el frío y la fatiga, hasta que decidieron parar para no alejarse mucho de casa y acabar con los pies mojados por la lluvia. Dos gotas de una Marea Blanca e infinita que se salieron del tumulto de la misma forma que entraron, sin ruidos ni estridencia. Media vuelta y se marcharon. Y una mirada con más admiración que orgullo se clavaba en las espaldas de ese caminar parsimonioso que sólo regala la vida. Como la que ellos me regalaron a mí.

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