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En Finlandia la arquitectura en sus programas educativos, cómo se trabaja en la escuela y cómo son sus Escuelas de Arquitectura para niños y jóvenes. 

El colegio, los sitios donde van a sus actividades, el espacio público. Los lugares donde los niños pasan más tiempo fuera del ámbito estrictamente familiar, los sitios donde “viven” los niños más allá de sus casas. Lugares donde también se les educa.

A mediados de enero se celebraba en el Museo Reina Sofía en Madrid el III Encuentro Internacional de Educación en Arquitectura para la Infancia y la Juventud. Una reunión que empezó planteándose como una cita para profesionales del mundo de la arquitectura, pero en la que por su carácter abierto tuvieron cabida maestros, pedagogos, artistas y todos aquellos que estamos interesados e implicados de una manera u otra en la educación de los niños.

Una semana después todavía ando intentando procesar y ordenar toda la información que manejamos allí. Me cuesta controlar la ansiedad de querer poner en marcha proyectos con los que empezar a hacer realidad otra forma de mostrar el mundo a los niños. Y la arquitectura, bien sea como herramienta o como objeto de estudio en sí misma, tiene mucho que aportar en este sentido.

En el encuentro se habló de como formar en arquitectura desde la educación reglada (la escuela) y no reglada (extraescolares, talleres, actividades puntuales…), de cuáles serían las metodologías para educar en el entorno construido o de cómo hacer partícipes a los niños y a los jóvenes en la ciudad (la vivencia del espacio público). Aspectos fundamentales porque ahí es donde “viven” los niños. Y de estas vivencias dependerá el desarrollo de una ciudadanía activa y concienciada.

Vayamos por partes, el colegio. El bombardeo continuo sobre las excelencias de la educación finlandesa a mí me hacían dudar de que todo fuese tan idílico como lo cuentan. En un país donde además hace tanto frío que corres el riesgo de que se te congele la alegría (si además eres sol-dependiente como yo peor me lo pones) mis dudas eran razonables. Y entonces escuchas a la señora Jaana Räsänen, finlandesa ella, que viene al encuentro a hablar de cómo incorporan en Finlandia la arquitectura en sus programas educativos, cómo se trabaja en la escuela y cómo son sus Escuelas de Arquitectura para niños y jóvenes. Y no sabes si llorar al ver que se puede enseñar de otra manera (¡incluso con esas temperaturas!), o de la impotencia de pensar que cualquier parecido entre lo de ellos y nuestro sistema educativo es pura coincidencia. Y acabo convencida de que en Finlandia la educación es tan maravillosa como nos han contado. Un país que en su currículo nacional de educación incluye contenidos de medio ambiente edificado, a la vez que apuesta por la formación complementaria de alumnos, profesores y familias desde sus escuelas de divulgación de la Arquitectura (ARKKI  y LASTU) y desde el Centro Nacional para el Desarrollo de la Educación OPEKO, es para quitarse el sombrero.

Pero es que a medida que avanza el encuentro descubres que no sólo en Finlandia se trabaja en esta dirección, también en Rumania, en Italia, en Colombia, en Costa Rica… ¡y acabas el día tirándote de los pelos! Bueno tirándote de los pelos y esperanzada porque también conoces realidades como Proxectoterra en Galicia y personas como Xosé Manuel Rosales que te reconcilian con este país. Para ser justos hay que felicitar a todos los que desde dentro de un sistema educativo bastante inflexible contribuyen cada día a que las cosas cambien, trabajan de forma transversal y defienden que, como dice Loris Malaguzzi, “el espacio-ambiente es el tercer maestro”. Todo suma.

Sigamos con la enseñanza de la arquitectura en la educación no reglada. Alentador saber que en España en los últimos años se están desarrollando talleres y actividades en este sentido que hacen que desde otros países vuelvan los ojos hacia nosotros. Este tren no lo hemos perdido. Lamentable que desde las instituciones no se trabaje de la misma manera. Arquitectives, Maushaus, Chiquitectos, el Globus Vermell, las andaluzas la Casa de Tomasa o Cuarto Creciente o figuras como Jorge Raedo, son ejemplo y referente de lo mucho y bien que se trabaja en este sentido.

Y acabemos con el espacio público. Oír a la alemana Angela Uttke hablar de sus proyectos y metodología de trabajo en JAS (Jugend Architektur Stadt.), en las que implican y piden opinión a los niños y jóvenes cuando se trata de cambiar un parque, una zona común o un espacio que es de todos. ¡Te hace otra vez tirarte de los pelos! ¿Puede haber mejor manera de concienciar de que el espacio público es eso, público y de todos?  Llega entonces Irene Quintáns y cuenta como trabaja ella el tema de la infancia y la ciudad en Sao Paulo. Como ha intervenido haciendo caminos escolares en algunas favelas. La importancia de que los niños caminen por la ciudad para que tomen conciencia del espacio en lugar de ir de la “caja-casa” a la “caja-colegio” o “caja-centro comercial” en la “mini-caja” con ruedas (¡paseos andando!). Y te maravillas con que exista algo como la Red Ocara (Red latinoamericana de arte,  arquitectura y espacio público) de la que ella es fundadora y coordinadora. Y te sientes feliz de haber tenido la oportunidad de que te cuenten estas cosas y de que tu pequeño mundo se haga más grande.

Hay mucho por hacer y sólo se puede hacer sintiendo que es cosa de todos. Trabajar juntos arquitectos, pedagogos, maestros, artistas, familias y convencer con resultados a las instituciones de que se puede y que este es el camino. Y que no se nos olviden dos cosas. La primera, algo que le oí a Jordi Abad en el encuentro, “los niños no son esponjas, los niños son el agua”. La segunda, dónde viven los niños, cuál es su espacio.

“Esa misma noche nació un bosque en la habitación de Max y creció y creció hasta que había lianas colgando del techo y las paredes se convirtieron en el mundo entero”.

(“Donde viven los Monstruos”, Maurice Sendak)

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