El hilo de la vida

Pienso que tejer y escribir son formas de un diálogo interior; ese "estoy hablando sola" de nuestras abuelas, un discurso sin público que les permitía dar marcha atrás y corregirse

Varias personas tejiendo en público en Jerez.
24 de septiembre de 2025 a las 09:10h

Recientemente, me contaba una amiga que durante su etapa universitaria, cada vez que salía de noche, su madre la esperaba tejiendo una colcha de crochet; es probable que, mientras tanto, remendara recuerdos y frunciera las horas. La anécdota trajo a mi memoria varios libros y artículos que he leído en los últimos meses sobre el acto de tejer y la comunicación entre las personas, un asunto recurrente en la literatura. La palabra “texto” viene del latín “textum”, que significa entramado o tejido. De modo que existe un hilo (nunca mejor dicho) que conecta ambos quehaceres.

Muchos escritores han resaltado el interesante paralelismo entre tejer y escribir, el efecto que causa en quien lo hace, volver atrás en la labor o borrar el texto ya escrito; el poso que deja la experiencia de un trabajo en el que se ha puesto tiempo y esmero y arroja un resultado que no es el que deseábamos.

Particularmente, pienso que tejer y escribir son formas de un diálogo interior; ese “estoy hablando sola” de nuestras abuelas, un discurso sin público que les permitía dar marcha atrás y corregirse, proponerse nuevas posibilidades o dar media vuelta y no regresar. Enhebrar es enfocar la mirada; ir deshaciendo el ovillo tiene mucho de llenar una página en blanco, de enfrentarse a la nada para crear algo, con conocimiento, pero también con intuición, con la aparente serenidad de quien camina por un precipicio y confía. Son obras que van de lo íntimo a lo colectivo, que abrazan y expanden.

La escritora Sara Herrera Peralta, en su novela Me fui como una tormenta, analiza la creación como medio o herramienta  contra el olvido en el contexto de la obra de Louise Bourgeois y dice: “Su trabajo artístico, incluyendo el bordado y la escritura, es un trabajo sobre la memoria”. Podría pensarse en que reúne elementos del espacio doméstico (acaso olvidados) y los cose, reúne ideas o conceptos y los desarrolla.

Irene Vallejo en su libro El infinito en un junco presta atención a las numerosas metáforas vinculadas al tejido y la costura que existen en nuestro lenguaje. “Quien escribe, teje”, afirmó Eduardo Galeano.

El ser humano sentado frente a la ventana, creando con sus manos un camino, de retales o palabras, con el delicado material de la memoria y la emoción. Estamos ante dos formas de explicar (y explicarse) la vida, de darle coherencia al mundo que nos rodea; de no perder el hilo, por muy fuertes que soplen los vientos.