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¿Por qué los partidos ‘a elegir’ asumen que ellos son los partidos del ‘no’ y dejan el ‘sí’ a los independentistas?

Nunca escribo en esta columna de temas ajenos a Jerez… así que le diría al lector que me disculpe esta licencia o piense que, al fin y al cabo, no dejo de hablar en estas líneas del futuro de la jerezana (accidental) Inés Arrimadas, la candidata de Ciudadanos…

Rápidamente: Soy español y no me molesta serlo, no me pasa como a algún director de cine tristón, aunque mi españolidad se define de una manera vamos a decir costumbrista, porque no soy nada nacionalista. No creo en himnos, no creo en banderas, no creo en patrias. En ninguna… Ya puse hace unas semanas en este espacio una de mis citas favoritas. Es de Gustave Flaubert: “Todas las banderas están hechas de sangre y mierda”. Todas. El que quiera, que siga discutiendo. Dicho esto, es un hecho que el sitio donde naces te moldea. Y la educación que recibes. Y la que te aplican, incluidas las medias verdades y las falsas mentiras. El clima, el idioma, las costumbres, la gastronomía, la historia, sí, el peso de la historia, todo eso hace el resto. Y lo que le quieran añadir, claro.

Por supuesto, escribo estas líneas a cuenta del autodenominado (nunca mejor dicho) proceso independentista catalán. Bueno, yo nunca iría a una de esas manifestaciones efectivamente multitudinarias de la Diada –como he leído estos días, a mí también me recuerdan a las de Corea del Norte- ni creo, por otro lado, que una revolución vaya a ningún lado a base de sonrisas, como dice (el increíblemente sobrevalorado) Lluis Llach… pero es indudable que hay cientos de miles de catalanes que han cortado (o no han tenido nunca, como muchos jóvenes más allá de la renovación del DNI) cualquier vínculo emocional con España. Es decir, no es su país, con lo que España –toda- tiene realmente un problema…

No sé cómo va a acabar esto, el procès, ni idea, no tengo ni idea de lo que va a pasar a partir del día 27, porque estamos hablando de sentimientos. De amor y odio. El amor y el odio han ido sustituyendo a lo que empezó siendo un asunto más que nada de dinero. Lo que tengo muy claro es que un tema de este calado –probablemente el más importante que afronta España tras la Guerra Civil, incluida la también ‘autodenominada’ por sus protagonistas Transición- no puede estar en manos de Mariano Rajoy y Artur Mas (ojo, que Pedro Sánchez se libra porque por ahora no tiene responsabilidades), dos personas con importantes taras que sencillamente es increíble que tengan poder de decisión de tamaña trascendencia. Es increíble ver a Rajoy en sus últimas declaraciones amarrado a la idea cuasi única de que con la independencia Cataluña saldría de Europa, es decir, implorando al dinero, a la seguridad europea, incapaz de aportar una sola idea que haga recapacitar a ningún catalán sobre su españolidad, sobre los sentimientos, que es el tema sobre el que realmente debería hablarse. Porque… ¿qué importa seguir juntos por seguir? ¿Qué es lo que nos une? Hay muchas más cosas aparte de sus tuits sobre Pau Gasol, señor presidente, y van del jamón con tomate para arriba. No menos increíble es ver enfrente a un señor que va agazapado en el puesto número 4 de una lista, Junts pel Sí, un señor que es el culpable de recortes enormes en la educación y la sanidad de su comunidad e incluso está cercado por la herencia del pujolismo y la corrupción rampante en su partido, Convergència. ¿Qué puede capitanear alguien así? Pero, peor aún: ¿Quién puede seguir a alguien así? Millones, al parecer… El mundo, incluido Cataluña, está lleno de sorpresas…

Igual que les digo esto les diré que tengo la sensación –y algo más- de que realmente este tema está relativamente guionizado, pasteleado, y que todo esto podría acabar en una mejor financiación para Cataluña (no sé cómo se vería desde Andalucía) y lo que podríamos denominar un mayor anclaje de competencias en materia cultural, de lengua, y de representación institucional ante Europa. Algo así.

Y si al final hay que votar sí o no en referéndum, pues no sé cómo se haría atendiendo a la legalidad actual. Las revoluciones rompen la legalidad, claro, pero no a base de sonrisas, así que a ver cómo se hace, porque habría que cambiar la actual legalidad constitucional en el Congreso de los Diputados o en Cataluña hay más que sonrisas… El otro día, el marido de una amiga, catalán él, decía que habría que votar de una vez, y yo le dije que muy bien, pero que yo –ante su perplejidad- también quería votar, porque actualmente es así, la soberanía nacional reside sobre el pueblo español, vamos, que ni siquiera en la Constitución está el resquicio interpretable de que la soberanía reside en ‘los pueblos de España’… aunque lo más probable es que no fuera a votar, yo, que ya digo que me da que todo esto está amañado y, francamente, empiezo a ser víctima del hastío generalizado sobre la cuestión.

No obstante recordaría que votar, votar… cuando se dice desde la Cataluña secesionista que se permita votar como en los países avanzados, como en Escocia, como le permitió Gran Bretaña a Escocia, pues bueno… no sé por qué no se dice desde el otro lado, hablando también de países avanzados, que votar sí, pero como Canadá con Quebec, nada de tomar una decisión de esta importancia con la mitad más uno, sino con una mayoría cualificada, que no se trate en ningún caso de una decisión con visos de cambiar de un mes para otro, en función de cómo caiga el que manda en el gobierno central. ¿Es que el caso canadiense, del que no se habla, no lo saben los partidos constitucionalistas, unionistas o españolistas, a elegir el adjetivo? Ya, ya… Lo malo, de todas formas, es que si ganara en Cataluña seguir en España me da que el problema se aparcaría un par de años, no mucho más, para volver con el raca-raca

Por lo demás, los catalanes están demostrando estos días de campaña ser muy españoles, super españoles, diría yo: cuantos más dirigentes, tanto de la política como de la economía, les dicen lo que tienen que hacer, que de seguir así estarían fuera del euro, de la Unión Europea, de la Vía Láctea, que su economía entraría incluso en un ‘corralito’… pues más crece el apoyo a la candidatura independista. Conclusión: nunca contradigas a un español, aunque sea periférico y circunstancial. Es pa nah.

Otra cosa: ¿Por qué los partidos ‘a elegir’ asumen que ellos son los partidos del ‘no’ y dejan el ‘sí’ a los independentistas? ¿Por qué son tan torpes que no defienden el tema al revés, que el sí debería ser para seguir juntos y el discurso del no dejarlo para los que quieren romper? ¿Nadie les aconseja? Ya, ya…

Por último, antes de dejar estas cuestiones geopolíticas provocadas, sin duda, por la presencia de la jerezana (circunstancial) Arrimadas en las elecciones, les diré un par de cosas que pienso que podrían hacerse, aunque tal vez sea tarde. Contradiciendo al ministro Wert, sin duda una persona tan inteligente como torpe, les diría que no hay que españolizar Cataluña –vale, un poco, lo justo- y que más que nada lo que habría que hacer, siguiendo con el juego de palabras, es catalanizar España. Por ejemplo, es cansino oír comentarios del tipo “hablan polaco”… sobre todo en gente que lleva meses viviendo allí, en Valencia o en Ibiza. Es decir, ¿por qué no asumir que más de la cuarta parte de los habitantes de España tienen al catalán (incluidas las variantes de Valencia y Baleares) al menos como idioma co-oficial, si es la verdad? ¿Por qué no aprender todos los demás doscientas o trescientas palabras de un idioma al fin y al cabo similar? ¿Por qué no asumir que el catalán es un idioma español, que además es lo que es? Incluso, y recuerdo que este cronista es madrileño, ¿por qué no dar a Barcelona un estatus de co-capitalidad de España, llámese como se llame, instalando allí al Senado e incluso algún ministerio? ¿Qué problema habría? Sí hay muchos, hombre… ¿Nadie piensa? Ya, ya…

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