Detrás (del modelo productivo) está la gente
Detrás (del modelo productivo) está la gente

Como apuntan muchos economistas, España necesita un cambio del modelo productivo, de modo que se diversifiquen los puntos de apoyo de la economía del país y se apueste por sectores económicos de nuevo desarrollo. Y estoy de acuerdo. Desde hace décadas, cada mejoría económica de nuestro país ha venido ligada a la construcción y al turismo. El excesivo apoyo en la construcción tuvo una fuerte respuesta en la Gran Recesión, cuya virulencia se vio acentuada en nuestro país por la explosión de la burbuja inmobiliaria. Ahora muchas personas intentan ver en la crisis del covid-19 la némesis del excesivo apoyo de nuestra economía en el turismo. Y esto llega al extremo de que abundan las personas que muestran su alborozo ante la expectativa de que la situación actual destroce por completo la industria turística de nuestro país. Y aquí ya no estoy de acuerdo.

Desde hace unos años, el turismo tiene mala prensa, principalmente porque está convirtiendo en parques temáticos inhabitados los centros de muchas ciudades. En muchos de ellos hay masificación de turistas, encarecimiento de productos y servicios básicos, subida de los alquileres, etc. Lo que nos tenemos que preguntar es a qué esperan las administraciones para regular seriamente el turismo. Y no se trata necesariamente de poner trabas, sino de reglamentar los pisos turísticos, impulsar zonas a las que les vendría de perlas su potenciación como destinos, incentivar formas de viajar más sostenibles y positivas —también económicamente— para las ciudades, tomarse muy en serio las inadmisibles condiciones laborales de muchos negocios, etc. Hace falta una visión a largo plazo que vaya más allá de pequeñas medidas populistas. Porque menos turistas pero de mayor calidad pueden ser incluso más beneficiosos económicamente que las hordas actuales que apenas hacen gasto en las ciudades.

Pero, claro, cuando tantísimos tuiteros y opinadores de salón celebran el hundimiento del turismo en España, no se está hablando de un plan de futuro ni de una visión de nada. Ni siquiera de la evidente importancia de priorizar los criterios de salud pública en medio de una pandemia. Lo que tienen en la cabeza es la imagen de empresarios forrándose a manos llenas con la llegada de turistas de sol y playa y a base de explotar a los trabajadores. Y me temo que hay muchos de esos. Pero ¿no se piensa entonces en los millones de personas cuyas vidas dependen a día de hoy del turismo? ¿Los camareros, cocineros, recepcionistas, kellys, taxistas, conductores de autobús, etc. no existen?

En esas mentes de crítica infantiloide, todos estos trabajadores se van a reconvertir por arte de magia y de un día para otro en técnicos de startups tecnológicas. Pero no. Lo único que va a pasar es que van a pasar por serias dificultades vitales. Por eso, alegrarnos por el derrumbe del turismo no es un signo de tener conciencia social, sino más bien de carecer de ella y de la más mínima empatía hacia personas que lo van a pasar realmente mal. Como cantaba Joan Manuel Serrat, “detrás está la gente”. Que a veces se nos olvida.

España efectivamente necesita cambiar su modelo productivo para depender en menor medida del turismo —que, a su vez, también necesita un cambio de modelo—. Pero eso debe ser un objetivo a largo plazo —Silicon Valley comenzó a plantearse en los años 50 del pasado siglo— para el que hace falta un plan pensado y articulado estratégicamente. Dejar caer a millones de personas cuyas familias comen gracias al turismo no es precisamente conciencia social; es solo frivolidad. Porque nada se transforma por arte de magia; cualquier transformación social necesita tiempo, esfuerzo y visión estratégica.

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