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Hay días que en esta ciudad es imposible no desesperarse y caer en reflexiones demoledoras sobre el agujero en el que está metida Jerez. Yo misma, que soy de las del vaso medio lleno algunas veces no puedo evitar el berrinche que me provoca la desidia sobre cuestiones que tenían que ser prioritarias para que esta ciudad avance. Algunas veces incluso habéis leído por aquí alguna de mis “pataletas” por la falta de respeto a los niños en  el cuidado de los espacios públicos o mi vergüenza ante turistas a los que no saber dónde dirigir.

Pero también es verdad que me agota escuchar la retahíla de protestas que suelen girar casi siempre en torno a lo mismo: el centro está de pena, el problema del aparcamiento se ha “cargado” el centro, aquí no hay nada que hacer (para referirse a la falta de planes o actividades interesantes con niños). Es bueno protestar, porque es verdad que estamos a años luz de otras ciudades, y levantar la voz es saludable y una vía de que las demandas lleguen donde tienen que llegar. Pero tener una percepción tan pesimista de lo que tenemos alrededor a veces distorsiona la propia realidad (lo digo por mí misma). Hay que salir del bucle porque además es la única forma de que las cosas cambien.

Me sigue asombrando cuando alguien me dice que no viene al centro para nada. Porque creo que se está perdiendo muchas cosas. Yo que paso en el centro la mayor parte del día y aunque hago con frecuencia un ejercicio crítico sobre su situación sigo pensando que, a pesar de todo, el centro es lo mejor que tiene esta ciudad. El centro necesita una reforma profunda desde muchos frentes, pero a pesar de estar “tocado” sigue siendo el referente de la vida cultural, comercial y social de la ciudad. Y eso a pesar del bombardeo continuo desde varios flancos que han propiciado sus horas bajas.

Es muy triste que el cierre hace unos días de la tienda de una conocida franquicia en la calle Larga genere la sensación de que el centro se muere. Es muy triste que un profesor de Secundaria me comentase hace poco que entre las actividades que programan con niños de tercero está una visita al mercado de abastos porque la mayoría de los alumnos no lo conocen y algunos dicen que ni siquiera han estado nunca en el centro (y el instituto en cuestión os aseguro que no está en una galaxia estratosférica). Es muy triste justificar que al centro no se viene porque hay que pagar por aparcar, como si esto fuera algo insólito en esta ciudad y distinto a lo que pasa cuando uno va a Cádiz, Sevilla o Málaga. Y sobre todo es muy triste decir que no hay oferta, que en esta ciudad no pasan cosas y que no hay planes para los niños.

Lo ideal sería que no cerraran tiendas. Que los niños vinieran al centro como algo habitual y que incluso supieran que esta es la calle doña Blanca y aquella Santa María o que la Biblioteca Municipal está en la plaza del Banco. Que hubiera para ellos no un parque sino uno en cada rincón. Que no se pagara por aparcar. Que se caminara, se usara la bici y el transporte público (que también necesita de importantes mejoras). Que hubiera una amplia oferta cultural y de ocio, para niños y adultos, equiparable a la de otras ciudades. La crisis y la vida moderna han dinamitado ese mundo ideal y es cosa de todos que, aunque de forma lenta, se vaya recuperando.

En esta ciudad pasan más cosas de las que parecen. Y el centro es un foco especialmente activo. Es alentador ver cómo cada vez se tiene más en cuenta a los niños. Cuentacuentos, talleres, conciertos, actividades en la calle… impulsados desde espacios dinámicos que se han adaptado a los nuevos tiempos y conciben su actividad comercial de una manera distinta. Espectáculos para niños como los que se ofrecen en el Jardín de Berta o en la Bodega de la Plaza Quemá. Las actividades en la Biblioteca Municipal. Los talleres en el Museo Arqueológico. Acciones puntuales como las II Jornadas de Uso del Espacio Público que este fin de semana han llenado San Miguel de niños.  O la noche Azul y Blanca que se celebrará el próximo sábado 8 de octubre y llenará el centro de actividades interesantes. Y todo eso a pesar de que Massimo Dutti ya no está en la calle Larga.

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