Fernando Simón, en una rueda de prensa. FOTO: Flickr PSOE
Fernando Simón, en una rueda de prensa. FOTO: Flickr PSOE

Parece que en la última semana los datos que vamos conociendo sobre la evolución del Covid-19 no son todo lo positivo que nos gustaría y que la preocupación ciudadana va en aumento porque como bien dice el refrán el gato escaldado del agua caliente huye.

Palabras tan simples hasta ahora como rebrote o rastreo se han impregnado sin pretenderlo de una carga semántica nueva a medio camino entre el miedo y la preocupación provocando en el inconsciente colectivo una mirada inquieta hacia el pasado más reciente en el que nuestra vidas se vieron alejadas de la normalidad en el refugio íntimo de nuestros hogares. Hoy, en cualquier conversación, la idea de que un nuevo confinamiento es posible se hace presente con insistencia a la vista del número de nuevos contagios y de los tan temidos y cada vez más frecuentes rebrotes que las autoridades sanitarias comunican a diario.

Se impone en estos momentos de incertidumbre la confianza en el comportamiento sensato de la ciudadanía pero también en la actuación transparente y rigurosa de las Administraciones públicas responsables de la vigilancia y control del virus. Y quizás en algunas ocasiones no se estén dando ni la una ni la otra aunque se trate de la excepción y no de la norma.

No resulta difícil encontrar, por desgracia, ejemplos a diario de lo uno y de lo otro, y el caso del equipo de fútbol de Fuenlabrada en su viaje a Coruña es buen ejemplo de ambas cosas. Hay un quebrantamiento de la sensatez permitiendo que un equipo en el que se habían producido cuatro casos positivos se desplace a otra comunidad y hay también una clara negligencia de los responsables del control de la enfermedad en la propia Comunidad de Madrid, a los que el rastreo del virus ha puesto en evidencia una vez más. Seguimos en aquello, por desgracia tan reiterado, de la economía, en este caso la de la Liga de fútbol profesional, por encima del bien común más preciado que no es sino nuestra propia vida.

También llama la atención la gestión del Covid-19 en Cataluña, con una Generalitat que en ningún momento ha estado a la altura que las circunstancias requerían. No lo estuvo en los momentos más álgidos de la pandemia y sigue sin estarlo en los de la nueva normalidad con la vuelta a la fase cero d toda la provincia de Lleida y un riesgo de contagio muy alto en el área metropolitana de Barcelona que puede deparar datos muy negativos en los próximos días.

Resulta evidente que estamos ante una nueva amenaza que no permite ni el contrabando político ni la engañifa de las estadísticas. Necesitamos conocer, no para temer sino para prevenir, en un momento en el que la relajación se ha convertido en nuestro peor enemigo y nuestro sistema sanitario no se ha repuesto de su mayor crisis en la historia más reciente, por ello no podemos ni debemos volver a las andadas.

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