El líder de Vox, Santiago Abascal, llegando a su escaño, durante la moción de censura.
El líder de Vox, Santiago Abascal, llegando a su escaño, durante la moción de censura.

Me había jurado a mí mismo que pasaría del debate de la moción de censura que Vox había presentado en tiempos en que la pandemia vuelve a hacer de las suyas en nuestro país. Y vive Dios que a punto estuve de conseguirlo de no ser por aquellos cinco minutos iniciales de la intervención de Pedro Sánchez. Porque yo de la moción opino lo mismo que Aitor Esteban, una de las mentes más brillantes de la política parlamentaria española y al que tuve el placer de poder tratar con frecuencia durante mi legislatura en el Congreso de los Diputados. Esteban definió la moción de la extrema derecha como patochada, término bastante inusual pero brutalmente acertado por cuanto viene a significar cualquier hecho o dicho inoportuno, disparatado o estúpido, y la moción de Arrabal, como si de la santísima trinidad se tratara, era las tres cosas al mismo tiempo y cada una de ellas también por separado. Aitor Esteban, con su intervención de 59 segundos, dio una larga cambiada al envite de Abascal que sentará cátedra en los anales del parlamentarismo español contemporáneo.

Y es que la pretensión de este otro Santiago de pacotilla de cerrar de nuevo España sólo merecía la indiferencia democrática aunque algunos como Casado aprovecharan para ajustar cuentas con el excompañero y actual socio de Gobierno en Comunidades como Andalucía, Madrid y Murcia, o ayuntamientos como el de Madrid. Ante el despropósito de la moción debieron dudar sus señorías, como el propio Sancho Panza en El Quijote, “si por ventura España está abierta y de qué modo es menester cerrarla, ¿o qué ceremonia es esta?”.

Cuentan las crónicas parlamentarias que por primera vez en su vida política Casado estuvo brillante y así se lo reconocieron desde el propio banco azul del Gobierno en un intento de aprovechar la sinergia del momento para consensuar los difíciles trances en los que está sumida la política española, hasta el punto de anunciar Sánchez, en un ejercicio de oportunidad política merecedor del premio Goya a los mejores efectos especiales, la paralización del proyecto gubernamental de reforma del Consejo General del Poder Judicial, torero donde los haya el presidente que no tuvo ni que desprenderse del capote de paseo.

No debió estar tan acertado el community manager del Partido Popular de Andalucía con su hahstag #SiaEspañanoaVox, que duró lo que la alegría en la casa del pobre. Se desconoce qué impulso rupturista le llevó a proclamar tal ejemplo de moderación que fue interpretado por el portavoz andaluz de Vox, Alejandro Hernández, como agresión sin balón merecedora de tarjeta roja aunque él mismo, momentos más tarde, sólo se atreviera a mostrar la amarilla, poniendo de manifiesto una vez más que la coalición de intereses en el Gobierno tripartito está por encima de los moretones que pueda lucir el rostro de Abascal tras la trifulca parlamentaria con Casado. Por el momento se desconoce el paradero del susodicho community manager de la calle San Fernando al que se vio por última vez abandonando dicha sede con sus pertenencias personales a cuestas.

Pero por si quedaban dudas Bendodo, el hombre orquesta de Juanma Moreno, compareció públicamente para calmar el escozor de la extrema derecha andaluza que les sirve de soporte para su permanencia en tan digno puesto. Afirmó el ínclito Elías Bendodo que el discurso de su presidente Pablo Casado había que entenderlo fruto del fragor del debate y que eso no alteraría el papel de Vox como parte fundamental del cambio histórico en Andalucía. Resulta conmovedor este gesto de Bendodo contradiciendo el discurso de su jefe de filas mientras lame las heridas del portavoz de Vox en el Parlamento andaluz, gesto que a buen seguro ayudará a garantizar nuevas concesiones a la extrema derecha a cambio de Presupuestos y que pone de manifiesto que el entusiasmo mediático que provocó el revolcón de Casado pudiera ser flor de un día y que la foto de Colón sigue en los despachos de Moreno Bonilla en Andalucía, López Miras en Murcia y Díaz Ayuso y Almeida en Madrid.

Ojalá me equivoque por el bien de España que necesita de acuerdos políticos mayoritarios para superar las graves dificultades de la ciudadanía, ojalá la foto de Colón pase al cajón sepia de las hemerotecas, ojalá la extrema derecha del señor Abascal no haya pescado en el rio revuelto de las emociones ciudadanas y se demuestre falsa aquella afirmación de que “el corazón tiene razones que la razón no entiende”, pero para alguien que no vio el debate, como es mi caso, resulta difícil de creer, tiempo al tiempo.

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