Cuando más apretaba el temporal que se cernía sobre la continuidad del gobierno de coalición de Sánchez y los socios de investidura intentaban guarecerse bajo cualquier paraguas que no fuese el del Presidente del Gobierno ocurrió aquello que siempre se dice de que tras la tempestad viene la calma. Y esta ha llegado cuando menos se le esperaba y no se sabe si será duradera o tan sólo flor de un día, pero lo que si es cierto que ayer lo informativos de la mañana llevaban a portada un tema bien distinto del que venía siendo habitual en los últimos días y convertían en noticia central la carta de Sánchez al Secretario General de la OTAN, el holandés Rutte, en la que España se opone al incremento del 5% en la aportación de cada país miembro a la Organización tal como había decidido el presidente Trump.
Quien nos iba a decir que un NO a la OTAN, de naturaleza bien distinta a aquel que durante décadas se convirtió en el eslogan de la izquierda española para oponerse a la entrada de nuestro país en la organización militar, iba a dar un descanso a Sánchez en esta trampa mortal en que han convertido la política española los presuntos casos de corrupción contemplados en el famoso informe de la UCO. El no de Sánchez al incremento en un 5% del gasto militar de los estados miembros le ha permitido retomar por el momento la agenda política lanzando un mensaje claro en la línea de lo que venían planteado los socios de investidura más a la izquierda y al mismo tiempo hacia sus militantes y votantes cuyo ánimo estaba por los suelos tras lo conocido la semana pasada en materia de corrupción.
Mientras esto ocurría Sánchez pudo cometer dos errores de comunicación que poco ayudaban a animar a la militancia más objetiva y menos hooligan, esa que al final llevará sobre sus espaldas el peso de la recuperación de las opciones electorales del Partido y a la que le tocará planificar el retorno a la normalidad social y política de una organización centenaria y honesta .El primero de los errores fue el tono retador de la rueda de prensa del lunes, ese que utilizan los jugadores de cartas que son conscientes de que la suerte le es ajena pero que entienden que con su farol pueden acobardar al otro. Y todo ello teñido del detestable “y tú más” que sólo sirve para alimentar la semilla del hooliganismo que poco puede aportar a la recuperación del Partido Socialista, porque si algo es bien sabido y conocido por la sociedad española es que como dice Rufián hay corruptos premium y son precisamente los situados en las antípodas ideológicas y políticas de la izquierda española. Por eso resulta inútil el esfuerzo de intentar disculpar tus errores con el consabido“y tú más”.
El segundo error de comunicación fue la actitud ante la pregunta de Rufián en la sesión de control del pasado miércoles. Sánchez no supo entender el contexto de los interrogantes del líder catalán y disparó desde el bunker al que precisamente debía acudir pocos minutos después Rufián como socio de investidura.
Estos errores, junto a otros que pueden haber pasado desapercibidos, sólo sirven en estos momentos para trasladar la imagen que menos necesitamos los votantes del Partido Socialista, la de un presidente que ha perdido su capacidad de reacción y recuperación, lo que algunos de los socios han llamado “un presidente tocado”. Sánchez tiene argumentos positivos suficientes para reivindicar la continuidad de un gobierno progresista y para ello debe olvidar los consejos de quienes le susurran al oído aquello de “yo o el caos”, porque en cualquier momento los socios pueden preferir el caos.
