El ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, en el Congreso.
El ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, en el Congreso.

Que el ministro de Interior Grande-Marlaska ha decidido mover el árbol de la cúpula policial heredada de los Gobiernos de Mariano Rajoy es a día de hoy una realidad incontestable. El ministro ha promovido al general Santiago, vilipendiado por las derechas de este país aras una de las conferencias de prensa durante los momentos más duros de la pandemia, como Jefe de Estado Mayor de la Guardia Civil. Continúa así Marlaska la hoja de ruta iniciada con el cese del coronel Pérez de los Cobos tras el consabido informe con el que se pretendía encausar al delegado de Gobierno en Madrid y que a la postre ha devenido ineficaz para tal propósito tal como ha señalado la jueza decidiendo el archivo del caso tras la inevitable utilización política que del mismo hicieron el partido de Casado y sus socios preferentes de VOX.

 Parece que la necesaria renovación de una cúpula policial implicada en la creación de la llamada “policía patriótica” al servicio de los intereses partidistas del Partido Popular y unos mandos mediatizados por su afinidad ideológica con esa derecha gobernante en su momento, está plasmándose en las decisiones que el ministro y su equipo están tomando en las últimas semanas, demostrando  que su “sin pena ni miedo” es algo más que un eslogan autobiográfico y tiene más que ver con su forma de entender el cumplimiento del deber al servicio de nuestro derecho constitucional a la seguridad pública.

Mientras tanto la extrema derecha continúa fiel a su estrategia de tierra quemada al servicio de los postulados más ultraconservadores. La diputada Macarena Olona se deshacía en gritos en su intervención parlamentaria de esta semana intentando ocultar con el tono excesivamente elevado e irritante de su voz la evidente tragedia que con tanta frecuencia nos ocupa y que no es otra que la terrible lacra de la violencia de género. Resonaban patéticos sus alaridos en la sede de la soberanía popular mientras insultaba con sus gritos la memoria de cientos y cientos de mujeres asesinadas para mayor gloria del machismo que hoy llena de contenido el aborrecible argumentario  de su partido.

Por su parte, el líder absoluto de su formación, el señor Abascal, dedica su tiempo, el que le pagamos entre todos, a pedir la retirada de anunciantes del programa de Jorge Javier Vázquez que sin pretenderlo se ha convertido en la bestia negra televisiva de la extrema derecha. Se ve que Abascal y su prole política son más de las Ana Rosa y Pablo Motos de turno, inestimables colaboradores mediáticos en el acoso al Gobierno de coalición. Noble tarea la del señor Abascal que merecería la recompensa de su participación en la próxima edición de Supervivientes o tal vez La isla de las tentaciones, que es donde lleva aparcado buena parte de su vida política.

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