Díaz Ayuso, en una imagen reciente.
Díaz Ayuso, en una imagen reciente.

Que a la señora Presidenta de la Comunidad de Madrid le falta un hervor político no es ningún secreto de Estado ni tampoco algo que preocupe a ella misma o a su entorno político. Si durante los momentos más duros del confinamiento fue capaz de mostrarnos su manifiesta incompatibilidad para dirigir una Comunidad tan importante como Madrid ahora con la vuelta al cole de la clase política está consiguiendo el más difícil todavía haciendo gala de una frivolidad que raya en la irresponsabilidad y la inconsciencia y capaz de producir vergüenza ajena.

Es verdad que la señora Díaz Ayuso tiene su público, dividido entre quienes la adoran, diga la barbaridad que diga, y quienes se burlan hasta la saciedad y la consideran un producto defectuoso de la Factoría Casado. Lo cierto y verdad es que cada vez que la cifra de contagios alcanza cifras alarmantes en su Comunidad aparece por doquier disparando contra Sánchez, el ministro Illa o el doctor Simón en un intento desesperado de hacernos creer que ella tan solo pasaba por allí.

Y no será porque su alma mater y consejero áulico, el reconocido enólogo MAR, no se haya esforzado en buscarle entrevistas desgarradoras entre la prensa más afín a costa del talonario público que más bien debiera haberse empleado en dotar a la Sanidad Pública de los medios necesarios para hacer frente a la que se avecina que no es precisamente una serie cómica sino más bien y por desgracia un terrible drama a tenor de la cifra de contagios que se están produciendo en los últimos días en esa Comunidad. Pero está claro que la Presidenta y sus asesores se envolvieron en la bandera de la frivolidad hace ya meses y piensan seguir haciendo gala de ella.

La enésima prueba de la incapacidad manifiesta de Díaz Ayuso ha venido de la mano del inicio del curso escolar. Por un lado el lamentable espectáculo sufrido por el profesorado de la Comunidad durante estos días en que debían someterse a las pruebas de diagnostico del Covid 19 sólo es comparable a los momentos más brillantes de la filmografía de los Hermanos Marx. La improvisación en la puesta en marcha de las pruebas y su concesión a una empresa privada vuelven a definir el modus operandi de la Presidenta para quien la pandemia parece haberse convertido en una oportunidad para lo privado sea cual sea el servicio a prestar, la pandemia como negocio pese a quien pese.

Y de otro lado resulta sorprendente que el mismo día en que se producía la vuelta al cole de los más pequeños la señora Presidenta anunciara a bombo y platillo desde los micrófonos de una cadena de radio nacional que probablemente a lo largo del curso todos los niños terminen contagiándose por coronavirus, ele mi niña! que diría el clásico. Altura política se llama a esa manera de tranquilizar a cientos de miles de familias que en estos días viven la incertidumbre de la vuelta al cole de sus hijos e hijas. Y es que no hay nada como la frivolidad para combatir el virus propio de la estupidez humana. Quizás, visto lo visto, lo mejor hubiera sido que IDA no hubiera vuelto de vacaciones aunque los madrileños y madrileñas hubiesen tenido que hacer un escote solidario para seguir pagándoselas.

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