Jerez tiene un poder especial

Una serie de hombres y mujeres del Partido Popular jerezano tienen un denominador común: están fuera de la política local, añorando el pasado imperial e imperialista del alcalde Pacheco

La alcaldesa María José García-Pelayo y el consejero de Presidencia, Antonio Sanz, con la presidenta de Diputación, Almudena Martínez.
La alcaldesa María José García-Pelayo y el consejero de Presidencia, Antonio Sanz, con la presidenta de Diputación, Almudena Martínez. MANU GARCÍA

Si como cantan Los del Río, Sevilla tiene un color especial, cualquiera de los magníficos cantaores o cantaoras jerezanas podría atreverse con lo de que Jerez tiene un poder especial en este tiempo en el que la Navidad llama a la puerta. Y no me refiero al éxito de público que la Zambomba jerezana viene obteniendo en los últimos años, sino al poder político alcanzado por hombres y mujeres del Partido Popular jerezano.

Porque si por poder entendemos la ocupación y disfrute de altas responsabilidades institucionales y políticas tendremos que convenir que a Jerez, o más bien al Partido Popular jerezano, le ha tocado el gordo de Navidad, el Eurojackpot, la Primitiva y el Euromillón, y todo ello en el año que ahora termina.

El consejero de la Presidencia y varias cosas más del Gobierno de Juanma Moreno no es otro que el veteranísimo Antonio Sanz, un político que como se dice en lenguaje coloquial es capaz de aguantar más que un buzo debajo de agua. Un político que ha sobrevivido a trancas y barrancas a su propia generación, de la que por ejemplo yo formaba parte, y que sigue luchando por él y ahora también por Andalucía con la fe de un judío converso de los siglos de oro. La omnipresencia se ha convertido en su virtud más cualificada y lo mismo aparece inaugurando una rotonda en Guadix que un plan de salvamento en la costa gaditana.

También jerezano como Sanz es el flamante alcalde de Cádiz, Bruno García, una especie de holandés errante que ha recorrido a su edad media Europa en el ejercicio de su profesión. Ahora le ha tocado parada y fonda en la Alcaldía de Cádiz porque así lo han decidido Juanma y el jerezano omnipresente. Lo que no evita, por mucha que sea su fe en el líder andaluz del que es un profundo admirador, que Bruno se sienta como Alberti, marinero en tierra en su exilio capitalino, que puede convertirse en su particular triángulo de las Bermudas y donde poco puede aportar a su ciudad natal.

Y de Jerez también ha llegado Almudena Martínez del Junco a la presidencia de la Diputación provincial, víctima de ese impulso irrefrenable de la veterana García-Pelayo por apartar de su lado cualquier competidor por la Alcaldía, sea Almudena, Bruno o la propia Ana Mestre. Martínez es, políticamente, un melón por catar como se dice popularmente, su trayectoria política tiene tintes de clandestinidad porque en ninguno de los cargos de los que ha disfrutado ha alcanzado la notoriedad. Su nombramiento ha servido a la estrategia interna del omnipresente, que ha taponado la llegada de Juancho Ortiz al cargo.

Y hablemos también de Ana Mestre, otra jerezana ilustre del Partido Popular, que tras abandonar el hooliganismo de su etapa juvenil había aprovechado su paso por la delegación del Gobierno en la provincia para consolidar su imagen de buena gestora al tiempo que ejercía la presidencia del Partido Popular gaditano. Probablemente, ni una cosa ni la otra debieron gustar al omnipresente, que trabajó urbi et orbi para que la jerezana sólo pudiera moverse en un escenario limitado como es el de la vicepresidencia primera del Parlamento andaluz, que como dice el lema de la Real Academia de la Lengua: fija, limpia y da esplendor, pero poco más.

Y para terminar con el repóquer de poderosas y poderosos jerezanos queda la actual y anterior alcaldesa García-Pelayo, más centrada en su papel de política exterior como senadora y presidenta de la Federación Española de Municipios y Provincias que en la gestión de la ciudad, que ha delegado en su equipo una vez despejadas del mismo cualquier atisbo de futura competencia.

Este, que no es poco, es el poder político e institucional de una serie de hombres y mujeres del Partido Popular jerezano y todos y todas con un denominador común: estar fuera de la política local ostentando responsabilidades ajenas a los intereses de la ciudadanía jerezana, que sigue añorando el pasado imperial e imperialista del alcalde Pacheco.

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