El carnaval callejero de Cádiz cae en la 'estupidez': o se toman soluciones urgentes, o desaparece

Hay un perfil de visitante que solo quiere emborracharse y no le importaría hacerlo en una verbena a 2.000 kilómetros o en una barra con escenario en Zona Franca

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Licenciado en Periodismo y Máster en Comunicación Institucional y Política por la Universidad de Sevilla. Comencé mi trayectoria periodística en cabeceras de Grupo Joly y he trabajado como responsable de contenidos y redes sociales en un departamento de marketing antes de volver a la prensa digital en lavozdelsur.es.

La Catedral de Cádiz, el pasado sábado, llena de botellones, en una imagen de Twitter de @46becerra.
La Catedral de Cádiz, el pasado sábado, llena de botellones, en una imagen de Twitter de @46becerra.

Las razones que han llevado a esto superan a Cádiz capital, a la provincia y, si apuran, a Andalucía y a España. Es el nuevo modelo de turismo, una realidad evidente: el ciudadano actual dedica más dinero al ocio y los viajes que las generaciones anteriores. A eso se suma la popularización de destinos gracias a internet: quien disfruta de la fiesta, si tiene dinero, no se la quiere perder, no quiere quedarse en casa viendo en TikTok cómo son otros los que se lo pasan bien.

Eso ha propiciado que, a ojos de cualquiera que ama el carnaval de Cádiz, algunos hayan caído en una enorme estupidez: cogerse un tren, un avión o un autobús desde cualquier punto de Andalucía o España, alquilar una cama en un piso turístico y hacer botellón con un disfraz comprado en Amazon o Aliexpres a los pies de la Catedral de Cádiz.

Si alguien le pregunta el lunes, el susodicho dirá que se lo pasó estupendamente. Que conoció a gente, que acabó vomitando, que vio amanecer, que no se lo pierdan, que guarda recuerdos para toda la vida. Pero la segunda pregunta, la de qué tal las chirigotas callejeras, qué tal el paseo por la playa, o si los gaditanos tienen tanto arte como dicen, pues a eso no habrá respuesta. Porque la estupidez profunda es que miles de personas colapsaron Cádiz el segundo fin de semana de carnaval para emborracharse, pero no estuvieron en carnavales, no los vivieron. Porque ni vio agrupaciones, ni vino a otra cosa que no fuera trasnochar, ni conoció a nadie de Cádiz. 

Normalmente, los metepatas abundaban el primer sábado. Pero ahora también el segundo. Esa tarde era un espacio sano para ver carnaval. Ahora no. Se lo han cargado. El carnaval callejero, así, se muere. Porque las bullas, el exceso, van contra la naturaleza de ese carnaval que busca rincones donde escuchar agrupaciones. 

Sé que Cádiz da la bienvenida a los de fuera, porque a este que escribe se la han dado. Pero cuando lees a chirigoteros de agrupaciones callejeras de siempre decir que se quedan en casa el segundo fin de semana de carnaval, algo necesita una solución urgente. 

Quienes vienen a Cádiz, tienen la posibilidad de vivir la misma experiencia en cualquier parque de España: un lugar para emborracharse con un disfraz y conocer gente de otros puntos del país. 

Hay alternativas que el Ayuntamiento debería comenzar a contemplar. Ya se han ejecutado en otros sitios. Un concierto a las afueras, pongamos Zona Franca, prometiendo mucho colorido, barras, bocatas, alcohol, borrachera... Algún artista conocido, y si me apuran, en un gran escenario, alguna agrupación puntera que atraiga a la gente. Se le da una pulsera, se le premia con un vaso de recuerdo como si fuera un festival, y te quitas de la Catedral a los metepatas, a quienes quieren ir a Cádiz para el postureo y lo mismo le da un carnaval que una feria.

En las motos, en Jerez, algo de eso ha habido años atrás. Es verdad que provoca que venga más gente, pero al diversificar la oferta, se genera una alternativa que elimine a quienes les da igual todo. 

A este paso, en Cádiz, para escuchar carnaval como toda la vida, quedarán las peñas y los patios de los colegios, cobrando entrada. Eso rompe la esencia de carnaval de calle, que no es de escenario ni de entrada. No es bueno ni para el buen público ni para las agrupaciones. 

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