¡Deja ya de machacarte!

Paco_Sanchez_Mugica.jpg.200x200_q100_box-190,0,950,760_crop_detail

Periodista, licenciado en Comunicación por la Universidad de Sevilla, experto en Urbanismo en el Instituto de Práctica Empresarial (IPE). Desde 2014 soy socio fundador y director de lavozdelsur.es. Antes en Grupo Joly. Soy miembro de número de la Cátedra de Flamencología; hice la dramaturgia del espectáculo 'Soníos negros', de la Cía. María del Mar Moreno; colaboro en Guía Repsol; y coordino la comunicación de la Asociación de Festivales Flamencos. Primer premio de la XXIV edición del 'Premio de Periodismo Luis Portero', que organiza la Consejería de Salud y Familias de la Junta de Andalucía. Accésit del Premio de Periodismo Social Antonio Ortega. Socio de la Asociación de la Prensa de Cádiz (APC) y de la Federación Española de Periodistas (FAPE).

culpa.png
culpa.png

PSICOLOGÍA. Análisis y recetas contra ese absurdo sentimiento de culpa.

¿Por qué este sentimiento acosa tanto a la humanidad? ¿Te suenan las siguientes frases?: “Es culpa mía, no debería haber expresado aquello”; “tendría que haber actuado de otra manera”; “soy idiota, debí elegir la prenda más cara y ahora no tendría este problema...”.

La culpa es un sentimiento considerado como emoción negativa que a nadie le gusta experimentar a pesar de que paradójicamente, a veces, nos puede venir bien para un aprendizaje futuro. Por ejemplo: “Como no me sentí bien cuando actué así en el pasado, espero y deseo no volver a hacerlo de igual manera en el futuro”… Y apuntamos, “espero y deseo” porque, como todos sabemos, “el hombre es el único animal que tropieza dos veces (…a veces más) en la misma piedra”.

Indudablemente, no podemos encontrar evidencias que demuestren que tengamos que desenvolvernos siempre bien. De hecho, en la vida, ocasionalmente se nos presentan situaciones en las que ni si quiera sabemos cómo hay que actuar y para colmo a veces nos encontramos en circunstancias en las que creemos intervenir de un modo apropiado pero, sorprendentemente nos equivocamos. Por ejemplo: llegas a casa de un amigo y ves unas plantas tipo cactus. Decides regarlas pensando que tu amigo te lo puede agradecer. Sin embargo, cuando éste te ve mojando sus plantas, se sobresalta y enfada. ¡Pero qué haces! Estas plantas sólo se riegan una vez cada tres meses… te las has cargado. ¡Ay!, lo siento, pensé que te ayudaba, que te hacía un favor… perdóname. ¿Y qué puñetero pensamiento aparece automáticamente en tu mente…? “A partir de ahora mi amigo creerá que soy idiota y evitará verme, porque soy el culpable de haberme cargado sus plantas”.

Pero de qué forma vas a demostrar que “yo debería haber sido más listo y precavido”. Pretendías ayudar…No puedes demostrarlo.

La afirmación “Yo debería haber sido más listo” significa dos cosas: hubiera sido mejor que yo hubiera actuado de otra manera y, por tanto , yo debería actuar de un modo más inteligente. Y aunque la primera afirmación parece sensata y demostrable, en cuanto a la segunda, ¿qué certeza puedes encontrar que apoye el absolutista “debería” de esa afirmación? Obviamente, no podré encontrar evidencias. Realmente, si yo debiera hacer algo bien por el mero hecho de que ese algo tiene ventajas para mí, esa ley del universo me obligaría a hacer bien las cosas ventajosas. Sin embargo, como es lógico, muchas de esas cosas no las hago bien y, evidentemente, todos esos deberías absolutistas carecen de existencia.

Según el gran A. Ellis, se puede describir con una sola palabra la esencia de la neurosis: Culpabilidad. Si dejas, si dejas de verdad, de culparte a ti mismo, a los demás o a las circunstancias, te va a resultar muy difícil, casi imposible sentirte emocionalmente afectado con nada, sí con nada. De hecho, si tendemos a utilizar criterios de culpabilización contra nosotros mismos, terminaremos aborreciéndonos.

La causa y salida de nuestros problemas no se pueden encontrar cuando la culpa y el rencor por otra persona o por uno mismo está de por medio, por lo que te ofrecemos a continuación algunos consejos para que vayas abandonando esta absurda y enfermiza emoción. Recomendaciones para evitar el sentimiento de culpa:

- Reconoce que eres humano/a, por lo que te equivocas muchas veces.

- “No estamos obligados” a actuar siempre bien, aunque nos gustaría

- No te culpes a ti, mejor céntrate en tus actos, acciones estúpidas o inmorales.  Por ejemplo, no te digas soy tonto o tonta, mejor di: “Lo que he hecho ha sido una tontería, pero eso no me convierte en una persona tonta”. Esa es la realidad, agárrate a ella porque te hará sentir mejor.

- Aprende de los errores… pero no te exijas no volver a cometerlos. Recuerdas que sigues siendo un humano falible… no infalible.

- Somos los únicos responsables de nuestras acciones. Existe un amplio abanico de posibles maneras de actuar o responder y lo hacemos tal como consideramos oportuno en cada momento.

- Reconoce que prácticamente nadie (salvo algún masoquista o alguno de mente maquiavélica, ¡que los hay!) actúa en el pasado con la intención de joderse en el futuro.

- Toma tus errores como oportunidades para aprender… y si tienen solución, no te agobies, deja de culparte y ponte manos a la obra para arreglarlo y si no la tienen, quizás tengas que vivir con ellos, pero esto no implica que ya no puedas ser una persona razonablemente feliz… Siempre podrás disfrutar de lo que tienes o te gusta a pesar de todo.

Es un clásico del ser humano sentir incomodidad ante un conflicto interno cuando mantenemos dos ideas contradictorias o creencias que no están en armonía con lo que hacemos. Cuidado con estas disonancias porque culpar a otro suele ser una manera fácil de aliviar la tensión o incomodidad que experimentamos. Por ejemplo, tengo que salir a realizar deporte, aunque sinceramente no me apetece y curiosamente mi pareja aún no ha llegado a casa. Sé que hacer deporte me viene bien, aunque por un día que no vaya tampoco es tan grave, pero cómo arreglo este malestar… “No he ido a correr porque tú no estabas y no sabía a qué hora llegarías”. “O sea, que la culpa de que no hayas ido a hacer footing es mía ¿no?” “Pues así es”.

El no perdonar a los demás estimula el no perdonarse a uno mismo

A veces construimos nuestra propia realidad con la intención de reducir ese malestar y del mismo modo que dos errores no hacen un acierto, volcar nuestra ira contra los culpables probablemente sea la peor forma de intentar corregirles. El no perdonar a los demás estimula el no perdonarse a uno mismo, con las consiguientes actitudes perfeccionistas respecto a mis propios fracasos, y el devaluar a los demás por sus errores, te llevará a devaluar su propia humanidad.

El pensamiento crea la emoción. Seguro que viviremos y disfrutaremos más de la vida, la única vida de la que podemos estar seguros de vivir, si poco a poco vamos aprendiendo a controlarlo de manera beneficiosa y sortear así, entre otras cosas, dicha emoción negativa.

Francisco J. Rodríguez del Valle, psicólogo clínico e hipnólogo. Más información pinchando aquí.

Archivado en:

Si has llegado hasta aquí y te gusta nuestro trabajo, apoya lavozdelsur.es, periodismo libre, independiente y en andaluz.

Comentarios

No hay comentarios ¿Te animas?

Lo más leído