La ultraderecha avanza y avanzará más de seguir las cosas así porque la gente está harta del sistema democrático de mercado tal y como se presenta y del rumbo tan destructivo de la sociedad que ha tomado la globalización. Y la globalización es asunto, sobre todo, del liberalismo que está matando gente desde finales del XVIII y todo el siglo XIX, XX y lo que llevamos del XXI con la complicidad, en demasiadas ocasiones, de la socialdemocracia.
El problema es el humano
Si el paisaje sigue igual, en cuanto la ciudadanía se convenza del todo y sienta de verdad que los responsables son los liberales salvajes y sus mayordomos socialdemócratas, a largo plazo tendremos un mundo neofascista. No sé en qué consistirá el neofascismo, no lo conoceré, supongo que en una mano de hierro estilo Trump y otros que impondrán un orden aparente que se prolongará por un tiempo para después regresar al caos liberal que es el estado natural de la especie por mucho que nos quejemos.
El humano pisotea al humano siempre que puede. El problema es el humano, usted y yo, no tanto la clase política que, para colmo, es el refugio de los mediocres y de las condiciones humanas menos inteligentes y no se mete a arreglar los problemas profundos sino que les coloca parches y vive de ellos.
La clase burguesa y clases altas en general nos han traído avances increíbles gracias a su deseo de libertad, a sus mentes ilustradas, a sus revoluciones industriales y científicas, a su yoísmo, a sus jerarquías. Pero pronto -históricamente- se corrompieron, lo de “proletarios del mundo, uníos”, no fue un capricho de un pensador revolucionario sino el efecto de lo lobo que es el hombre para el prójimo. Los alquileres y las ventas de viviendas no suben por orden gubernamental sino por el deseo de unos de enriquecerse a costa de los otros; la ley de la oferta y la demanda es la prueba más clara de lo insolidarios que somos entre nosotros y de la inmadurez intelectual más absoluta.
En España, los ciudadanos han puesto en manos de los fondos de inversión 200.000 viviendas sólo para el turismo. Es el deseo del lucro y la usura lo que persiguen. Si se necesitan además 450.000 viviendas para paliar un problema tan grave resulta que entre unos y otros estamos negándole al prójimo un techo para vivir. El aeropuerto de Madrid se llena de trabajadores que lo utilizan como vivienda, ¿cabe más vergüenza entre la especie y más si hablamos de países desarrollados?
Los precios de venta son abusivos y la reina Letizia va vestida de blanco a la primera misa solemne del papa León XIV como representante de un país católico a pesar de que sólo en Sevilla casi doscientos niños carecen de vivienda. Si lo que se observa en el mundo de la vivienda es catolicismo que venga Dios y lo vea. En su momento, la Iglesia condenó la usura, luego se “acostumbró” a esa vulgaridad y se adaptó a los tiempos. Es una de las numerosas causas por las que la gente se ha alejado de ella, ideó el humanismo cristiano con su capitalismo de rostro humano y adelante.
Hombres lobo y democracia
Los hombres lobo necesitaban mayordomos que les quitaran las pulgas ante la opinión pública y los encontraron en los medios de comunicación que compran y que pagan y en la socialdemocracia que juega a progresismo. Crearon elementos con los que vender más y mejor, con los que lograr remedios para no pocos males y enfermedades y de camino tener distraída a la gente, que soltara la bilis que lleva dentro el personal y para eso está el fútbol, las herramientas digitales y la publicidad que empodera y aísla.
Precisaban también de un dios al que adorar y se vieron obligados a fundar la democracia por sufragio universal, eso que permite votar a todo el mundo y coloca en pie de igualdad todas las personalidades, todos los esfuerzos y no esfuerzos, todos los talantes: el menos malo de los sistemas (Churchill), la decadencia del Estado (Nietzsche). ¿Por qué la fundaron? Para que la democracia sirva a los muchos como ilusión de libertad y con el fin de aliviar la tensión interna que sufre el Poder de forma crónica y de la que apenas nos informan porque para eso el Poder ha colocado ahí a otro poder, el poder político, los payasos de las bofetadas (León Felipe) de los medios y de los ciudadanos a cambio de prebendas para los abofeteados, prebendas que algunos ni soñaban poseer. Nos hablan generalmente de los follones de los políticos, no de lo que sucede más arriba y más y más.
Lo espiritual y lo material
Pero hay dos necesidades básicas que los seres humanos precisan, dos tipos de alimentos complementarios, imprescindibles: el espiritual y el material. Ambos están siendo devorados por el mercado salvaje y sus compañeros de viaje, entre los que está la propia ultraderecha con una puntualización: la ultraderecha ofrece orden, seguridad, identidad. Será todo falso, estará todo errado o desfasado pero millones de personas lo están abrazando, empezando por los jóvenes. La democracia actual no es el estado de bienestar, es el estado de la confusión y la incertidumbre, es el paraíso del pensamiento débil y del relativismo, el incendio de las raíces de una colectividad. Y el humano no puede vivir así tanto tiempo.
¿Cuántos años hace ya que les dijeron a los jóvenes olvídense de un trabajo estable para toda la vida? ¿Cuántos, desde que les dijeron -y no sólo a los jóvenes- hay que estar continuamente reciclándose y viajando? ¿Por qué tanto cambio de trabajo? ¿Por qué llegó un momento en que poseí de la misma persona varias tarjetas de visita en poco tiempo, una distinta cada vez que la veía? ¿Por qué un periodista desarrolla el trabajo de varias personas -redactor, maquetador, corrector, montador, editor- y cobra sólo un salario y además bajo? ¿Qué tranquilidad material y espiritual se puede esperar de una sociedad así?
¿Por qué ha saltado hecha trizas la vida privada y los conceptos tradicionales de la pareja y de la familia? ¿Por qué es tan guay no tener hijos? ¿Quién va a pagar en el futuro las pensiones de esos progres “estériles”? Hay aspectos de la vida que no son evolución sino involución de la evolución, accidentes contra la evolución natural mediante inventos de supuesto progreso que fabrica un cerebro fantasioso, el mismo que inventa una novela de absoluta ficción, el mismo que procede de la visión mitológica e imaginaria del mundo. Es el “accidente” evolutivo del humano.
¿Desde cuándo estamos sumidos en la sociedad de la muchedumbre solitaria, en expresión del sociólogo estadounidense David Riesman? ¿Desde cuándo en lo que llamo gregarismo individual? El discurso oficial nos habla de las bondades del trabajo en equipo y sin embargo sigue presente un individualismo y una competitividad que, por ejemplo, llevó hace años, entre 2007 y 2011, al suicidio de una serie de altos cargos de France Telecom (hoy Orange) en noticia muy sonada en los medios.
En 2019, directivos de esa empresa fueron procesados por ser los impulsores de una cultura empresarial que supuestamente provocó que 19 trabajadores se suicidaran, otros 12 lo intentaran y 8 más sufrieran de depresión. Recientemente, en este mayo de 2025, la Sala social de la Casación francesa (Tribunal Supremo francés), ha confirmado la sentencia de apelación en la que se establecía una relación de causalidad entre la política de empresa de France Telecom y la ola de suicidios producida en esta empresa, imputando un delito de acoso moral institucional a parte de sus directivos.
La falsa igualdad
Toda especie “inteligente” se organiza y caza en cooperación y jerarquía (como los lobos y los chimpancés). Nosotros hemos tirado por tierra esta tendencia que tuvimos. La familia está dispersa en su propia casa, cada cual en su habitáculo con sus instrumentos digitales. La doctrina de la igualdad ha confundido que todos los seres humanos tienen sus derechos -todos- con un coladero de personas que no merecen los derechos que les regalan en nombre de los derechos humanos al mismo tiempo que el mérito es despreciado y la jerarquía también -me refiero a la jerarquía, no al déspota, no al dictador-.
¿Quién sale ganando con esta falsa concepción de la igualdad? El listo, el cobarde, el mediocre, el adulador, el “relaciones públicas”, no el trabajador, no quien se esfuerza en silencio, no quien defiende de verdad los derechos humanos transgrediendo normas si hace falta y con mente crítica, no, el vencedor es la cobardía, la mediocridad, la docilidad, el servil, el colegueo.
Privacidad y excepción como regla
¿Desde cuándo ha saltado en pedazos la vida privada? Sobre todo, desde que usted lleva en el bolsillo algo que no es sólo un teléfono, es un mini ordenador “personal” que emite continuamente las señales de su ubicación. Desde que debemos rellenar con nuestros datos tanto papeles oficiales de todo tipo como simples entradas para conciertos, circos o partidos de fútbol. Como el producto a consumir y utilizar somos nosotros, esos datos son ya imborrables, vuelan por el éter por toda la eternidad aunque usted se haya muerto.
La democracia actual ha colocado la excepción como regla. Lo he dicho otras veces y ahora lo concretaré algo. No es lo mismo respetar los derechos de determinados colectivos más o menos vulnerables que concederles privilegios y leyes especiales que los colocan por encima de la inmensa mayoría de los ciudadanos. La ciudadanía ve y sufre este hecho, eso ni es democracia ni es justicia, es la ley del péndulo y del prejuicio, no se busca rigor ni equilibrio sino que ahora una gran parte de los ciudadanos se siente discriminada, perseguida, marginada en su propia tierra, en su propia casa, en su trabajo, hasta en reuniones sociales. Hay una dictadura a veces silenciosa, a veces explícita.
El llamado progresismo se ha tornado más papista que el papa, más piadoso que el más grande de los piadosos. Como sabe que no puede llevar a cabo las exigencias estructurales del progresismo -ni tal vez las conozca- se dedica a labores religiosas -al tiempo que, ingenuamente, reniega de la religión- y convierte la política y la ideología en devoción y en inquisición.
Su lucha no es por el cambio ético de fondo sino para que el personal se integre más en la sociedad liberal de consumo, a eso lo llama acortar las distancias entre ricos y pobres, algo que nunca logrará porque los progresistas son humanos y, como tales, yoístas, echen un vistazo a su alrededor y lo comprobarán. La progresía está llena de “mosquitas muertas”, de sonrisas fingidas y de abrazos de Judas. La progresía y la sociedad toda, en la que me incluyo, por supuesto. Pero el asunto es más llamativo en quienes se creen la vanguardia de todo.
Tampoco se puede atentar contra las raíces milenarias de un pueblo ni llamar xenófobos o racistas a quienes desean sobrevivir en su territorio con sus costumbres. Hace 10.000 años comenzó lentamente la revolución agrícola en diversos lugares del mundo. Hasta entonces, el humano había sido nómada, se asentaba provisionalmente en un territorio y como de él dependía su subsistencia lo defendía a muerte. Con la agricultura, este territorialismo se acentuó y debía defenderse de los ataques nómadas. En cierto sentido, era una continuación de la vida del pre-homo no sapiens cuando iba por ahí en hordas o familias unidas por aspectos genéticos, físicos y de costumbres.
Es inevitable -aún- la inquietud ante el diferente, estemos donde estemos, así como la defensa del territorio y de las mentalidades, pero eso no es racismo ni xenofobia, es protegerse, como toda la vida; racismo, odio, es encerrar al diferente en una cámara de gas o matarlo en una calle oscura, es matar a una mujer o maltratarla sólo porque es mujer y no hace lo que tú quieres que haga.
Átenme esa mosca por el rabo
A pesar de lo apresurado del análisis, creo que en los párrafos anteriores se encuentran claves esenciales por los que la ultraderecha avanza sin que por ahora nada ni nadie la frene. Era inevitable que la evolución humana, cuya punta de lanza es el liberalismo, nos llevara a la globalización. Pero un estadio evolutivo como el actual protagonizado por una especie tan excepcional como el animal humano no es extraño que haya desembocado donde lo ha hecho. La ultraderecha -o su amenaza- no podrá frenarla, si acaso ordenarla algo para que luego vuelva a las andadas con algunos matices y aprendizajes.
En definitiva, la ultraderecha no podrá detener lo que en ciertos círculos académicos bastante escasos -creo que inexistentes en España- llamamos “La Gran Historia”. Uno de sus impulsores, Fred Spier, ha escrito: “En nuestro mundo globalizado y cada vez más poblado y contradictorio, hay más personas que nunca han estado en contacto con otras con las que no siempre comparten la misma visión del mundo, religión o códigos de conducta”. En palabras más mundanas: “átenme esa mosca por el rabo”, oh, ultraderecha, liberalismo, progresismo y demás ismos.
