Periodismo y guerras

En la guerra, yo soy libre de decirle a Israel que está llevando a cabo un genocidio, un holocausto, y el soldado israelí lo es de meterme en el cuerpo una ráfaga de balas yanquis

Las huellas de la destrucción en Gaza, tras el genocidio que lleva meses impulsando Israel.
14 de septiembre de 2025 a las 09:19h

¿Es que porque llevemos los periodistas en las guerras una indicación que diga “Press” ya somos intocables? No, somos como el personal sanitario, como el religioso, como los voluntarios en general, pueden matarnos, las guerras son las guerras y mientras más se prolonguen más se encabrona el asunto y más encabronados están los combatientes que se encuentran al pie del cañón en lugar de dando órdenes. 

Todos escondemos la verdad

“Es que al poder no le gusta que se cuente la verdad”, escucho decir. ¿A qué poder le gusta que se cuente la verdad? Si se cuenta la verdad, si la prensa contara la verdad y toda la verdad, si la prensa fichara cerebros verdaderamente independientes y equidistantes y no opinadores de sus respectivas cuerdas, la gente podría saber tanto como el poder y entonces el poder no tendría sentido. El poder es poder porque posee más información que los demás y no sólo más información sino información interpretada por sus expertos a sueldo, entre los que, por cierto, hay especialistas en comunicación y periodismo.

Y les diré algo: aunque todos y todas supiéramos lo que llamamos la verdad, no por eso iban a cambiar las cosas radicalmente, la concienciación no es suficiente para que el egoísta ser humano actúe, son más rentables las emociones y ni por ésas se mueve la gente en su máxima amplitud. He ahí otro de los fallos que padece la izquierda: creer que la concienciación mueve, eso sucederá en zonas donde la población no tenga nada que perder y mucho que ganar, en nuestro entorno no se arriesgan de verdad ni los mismos que predican cambiar el mundo. Sus “movilizaciones” son valientes y arriesgadas, pero ineficaces y a veces hasta patéticas. La izquierda es una especie de archipiélago, una amalgama de tribus sin orden ni concierto. Así no se cambia nada, salvo menudencias como lo que pretendía Yolanda Díaz -trabajar menos- presentado como “lucha de clases” cuando las primeras medidas para beneficiar a la clase obrera las ideó la derecha por su bien, claro.  

A nivel personal, ¿le cuentan ustedes a cualquiera, incluso a conocidos, familiares y amigos, la verdad y toda la verdad de lo que les pasa? Hay una esencial parte de verdad que se deja para el terapeuta o para el sacerdote en confesión y ambos se convierten en poder ya que poseen datos de ustedes mientras ustedes apenas los tienen de ellos. 

Si vamos a Gaza nos matan casi seguro

Este martirologio que se trae el periodismo con Gaza y con todas las guerras me llama la atención. Es que yo sé que, si voy a Gaza a cubrir aquella masacre, procedo de España, un país que fue uno de los primeros en definir oficialmente aquello como genocidio, crimen de guerra, en pedir un aislamiento de Israel aquí y allá, tengo más de un 90 por ciento de posibilidades de ser hombre muerto y más con las medidas que esta semana ha anunciado el presidente Sánchez. Y ya está, un periodista menos, un catedrático de periodismo menos, una papa frita me va a servir ser periodista y catedrático ante un soldado israelí que me dispara y sigue para delante tan tranquilo.

En la guerra, yo soy libre de decirle a Israel que está llevando a cabo un genocidio, un holocausto, y el soldado israelí lo es de meterme en el cuerpo una ráfaga de balas yanquis. Y no pasa nada, la información ahora es tan inmensa y constante que al cabo de unas semanas yo estaría enterrado y olvidado y el poder seguiría adelante. Bueno, algún recuerdo, alguna utilización de mi persona para lo que sea y luego “fuése y no hubo nada”. Y es que una cosa es ser solidario y otra suicidarme en pro de unos y en contra de otros a los que he creado y de los que procedo: mi familia, no soy perfecto, pero la atiendo como sé y puedo en estos tiempos complejos.  

“Es que el poder no quiere que se sepa la verdad”, dale con el soniquete. “La verdad es la verdad lo diga Agamenón o su porquero”, escribió el heterónimo de Antonio Machado, Juan de Mairena. Pero lo que no se suele decir es lo que sigue: “Agamenón: Conforme. El porquero: No me convence”. Pues claro que no, la verdad existe y al mismo tiempo es muy relativa y en las guerras en mucha mayor medida.

Como periodista antigenocidio, yo creo tener la verdad. Pero la verdad del soldado israelita es otra, puede que un atentado palestino haya matado a alguien de su familia y la diferencia entre él y yo es que yo llevo los avíos para informar de que son unos genocidas, él lo sabe y lleva una metralleta. Soy hombre muerto y mi verdad también. Eso es la guerra. Y cosas mucho peores, de ahí que esta Europa guerrera que quiere destruirse con las espadas que les vende Trump sea detestable para mí porque se basa en el imaginario de que Putin es malo y va a invadirnos y ha empezado por Polonia. Ya no queda nada de la Europa que perseguía Nietzsche y luego otros: la Europa luz del mundo con sus apagones y todo.   

No hace falta guerra para ocultar la verdad

No hace falta que estemos en una guerra para que el poder no quiera que se sepa la verdad. Para saber la verdad, que es aquello que el poder se trae entre manos, habría que colocar micrófonos ocultos y cámaras minúsculas o servirse de la IA en toda su extensión en los lugares donde el poder decide, que son multitud. El famoso Club Bilderberg es una puesta en escena del poder como lo era en sus orígenes la festividad del Corpus o las bodas reales antes y ahora. El poder funciona de otra manera mucho más cauta y por diversos conductos y formas. Si no, qué leches de poder sería…  

Cuando comienza una cumbre de grandes empresarios, banqueros, políticos, “sacerdotes” de todas las grandes religiones, etc., a los periodistas nos dejan tomar unas imágenes y, si acaso, hacer alguna pregunta a alguien que se le “pesque” antes de comenzar las ceremonias. Pero cuando va a empezar lo bueno se cierran las puertas y ya luego aparecerá un portavoz para informarnos de lo que se ha acordado decirnos y alguna que otra filtración interesada pero inofensiva, por regla general.

Hasta el Watergate famoso fue una utilización de la prensa para cargarse a Nixon y Los Papeles de Panamá buscaban el descrédito del chavismo y de Rusia, entre otras víctimas como Siria y China, dentro de las pugnas que se trae el propio poder consigo mismo, unas reales, otras fingidas. El filtrador anónimo de esos papeles recordó que otros filtradores como Edward Snowden fueron muy mal tratados por las democracias en lugar de ofrecerles protección.   

El hecho de buscar la verdad conlleva riesgos para la vida, habrá que sopesar como periodistas si vale la pena ese riesgo al que, en nuestro caso, nos manda la Moncloa mientras Sánchez sigue a lo suyo. Yo he dado clases en México a un grupo numeroso de periodistas que investigaban el problema del narco. Y les he dicho que ya no es un asunto periodístico sino de Estado porque el Estado ha sido penetrado por la droga. Para el narco, los periodistas somos carne de cañón. Es una larga historia este tema. ¿A México, Trump no manda barcos, submarinos y aviones? Poque desde allí y desde Colombia llega más droga a EEUU que desde Venezuela.   

“¡Tú no puedes soportar la verdad!”

“¡Tú no puedes soportar la verdad!”, le escupe en su cara en un consejo de guerra un coronel a un oficial abogado pijo en la película Algunos hombres buenos. El coronel (Jack Nicholson) lo era, en el filme, de la base de Guantánamo y el oficial (Tom Cruise) llevaba una cómoda vida en un centro militar estadounidense. El coronel, en efecto, estaba metido hasta las trancas en la verdad, es decir, daba trigo. El oficial simplemente predicaba. Pierde el malo que es para nosotros el coronel que había ordenado matar a un soldado de su propia base. Gana el guapo, el bueno que busca la verdad, pero en la vida real, en la verdadera, sucedería al contrario. Ya lo da a entender en la secuencia el propio coronel, muy cabreado.

El coronel es condenado y la gente se va contenta a su casa tras el The End. Lo que ya no sabremos es que, al poco tiempo, la verdad es que lo sueltan o eso debe ocurrir, de verdad, para evitar que todos los coroneles de todas las bases se “amotinen” y EEUU tiene alrededor de 800 bases en todo el mundo. 

Un periodismo desalentador

Hay varios discursos del poder y, simplificando, uno es de puertas afuera y otro de puertas adentro. En el periodismo, casi todos los periodistas son currantes por cuenta del poder, sea el que sea, no sólo el de Moncloa. ¿Se dice en España la verdad? No, de ninguna manera, se dice la peor de las mentiras, es decir, medias verdades. Unos me tienen sumamente hartos con las encuestas y sondeos electorales más todo el follón que lleva consigo estar en la oposición -ser más políticos que periodistas- y querer terminar con Pedro Sánchez. De verdad que estoy harto.

Y harto estoy de los otros -más periodistas agiprop del bando opuesto-, de esos que han hallado en Sánchez la seguridad para sus trabajos y la creencia en un ser superior que nunca se amilana -por mucha cara chupada y demacrada que tenga- y que se cuida mucho para que no le dé una alferecía que eso no tiene edades ni tal vez gimnasia que pueda con ella. Sánchez les está haciendo un enorme favor a los pobres de espíritu ejercientes de sus consignas que, con sus relevantes sueldos, están ahorrando pasta y pensando en el cambio de cara que deberán hacer cuando lleguen tiempos peores.

Pero de ahí a la verdad va un abismo, este periodismo derivado de los poderes, de sus distintos lobbies y grandes empresas, es especulador, futurista, desinformador, listo, porque le dice a la encrespada gente lo que desea oír, no la verdad. Este periodismo es un bosque de odio que ha originado que el periodismo sea ingrato a muchos paladares que piden algo más de rigor y equilibrio. Un bosque que ha contribuido a que las llamas originadas por el pirómano ZP se extiendan con el viento que sopla desde la mente exclusivista de un Sánchez resistente. Y esa resistencia es la que más está molestando al poder de siempre, al estructural, porque Sánchez es un poder coyuntural que se va a quedar en el intento de mandar de verdad, se va a tener que conformar con gobernar a base de miedo, victimismo y pagas.  

El periodismo español no busca la verdad sino la confusión, el mundo no se divide en buenos y malos, eso son cosas de Hollywood a pesar de que otorgue réditos en encaramamientos y ventas. Y es que el dilema lo tenemos en que el periodismo está muy, muy desprestigiado y sin embargo a la gente le gusta que le digan que Sánchez es un héroe o un villano, no que le digan la verdad que, en mi opinión, es mucho más compleja y la complejidad no está hecha para un cerebro humano genérico. Y no me confundan con un relativista o un nihilista, tengo bastante claro lo que está ocurriendo, me resisto sin embargo a adoctrinar abiertamente, eso lo dejo a mis eximios colegas, esos periodistas que lo tienen todo tan claro y no dudan nunca.

¿Quién mata de verdad a los periodistas?

Si la verdad encuentra obstáculos en la paz, ¿cómo no va a hallarlos en la guerra? Desde la guerra de Corea (años 50 del siglo XX) hasta hoy, los periodistas han ido perdiendo independencia y capacidad de buscar la verdad. El poder ha ido tomando y dominando a la prensa y de camino diciéndole a los periodistas cuál es la verdad y la mentira, algo que no pocos colegas deben repetir en sus trabajos, les pagan no exactamente para que nos informen sobre toda la verdad sino para que divulguen el catecismo laico y no laico que otros les dictan. ¿Quién está matando entonces a los periodistas?

Desde ese periodismo digamos más suelto y libre de las guerras de principios del siglo XX hasta el control exhaustivo de los periodistas y los medios de hoy va un gran trecho a costa de la libertad de movimientos, de fuentes realmente plurales y de libertad de expresión. Por tanto, no somos especiales los periodistas, a veces al revés, somos el enemigo a batir y no sólo porque busquemos la verdad -que no lo dudo- sino porque, antes de llegar al lugar del conflicto, ya nos han dicho qué debemos entender por verdad y por mentira.

Con todas estas circunstancias, la pregunta es obvia: ¿a quién vamos a creer? Creeremos no la verdad sino nuestra verdad, la que nos ha fabricado nuestra personalidad, nuestra educación, nuestra cultura en la que los medios de comunicación mantienen un papel muy especial por mucho que los critiquemos. Y una última cosa: los periodistas más rigurosos suelen ser casi siempre los menos seguidos, no tienen el respaldo de los poderes que no quieren la verdad sino sus respectivas verdades. En el fondo, el comercio se impone a la verdad.