La gran encrucijada

La izquierda ha renunciado a lo complicado y esencial para dedicarse a lo fácil. Predica, pero no da trigo

El planeta de los simios.
21 de diciembre de 2025 a las 07:00h

Está a punto de entrar 2026. Es otro año más de un periodo histórico de encaje entre el mundo que se va extinguiendo y otro que nace y que seguirá adelante a menos que la inmadurez de nuestras mentes decida llegar a las manos y los insultos que nos estamos lanzando unos contra otros -países y personas- terminen a bofetadas y puñetazos nucleares

Fin de una especie, vuelta a empezar con los que queden, como en la última secuencia de la película El planeta de los simios, cuando el protagonista va montado en un caballo con su pareja, un caballo que camina junto a la orilla del mar, y, de pronto, él se queda mirando algo, se baja del caballo sorprendido y contempla aterrado a la Estatua de la Libertad hundida en la arena. Creía que estaba en un planeta gobernado por monos y era el suyo propio, destruido por los humanos.  

España es lo de menos

Al lado de lo anterior, los problemas que tenemos en España son peccata minuta puesto que pintamos muy poco en este planeta. Aquí se observa también -al menos es mi visión- un deseo irrefrenable desde un sector de la sociedad para que el presidente Sánchez convoque elecciones. Parece que ese sector del poder socio-económico-mediático español tiene claro que va a ganarlas y que con él comenzará la regeneración de lo que el asombroso e inesperado gobierno de Pedro Sánchez ha torcido y violado. 

Lo que aún no tenemos claro es el después de Pedro Sánchez. A pesar de las propuestas del PP, si echamos cuenta de unos sondeos crónicos ese partido no va a gozar de poder absoluto para llevar a cabo sus planes en los que, por otra parte, hemos de creer religiosamente. No, el PP no es dueño de sí como tampoco lo es Vox, deben entenderse y debe entenderse la derecha del PP con un desgaje suyo: Vox que tiene las ideas claras o eso parece. ¿Quién nos dice que si Sánchez no puede aprobar sus presupuestos lo vayan a hacer el PP y Vox, habida cuenta de que no lo han logrado en Extremadura y Asturias? ¿Otra vez el círculo de egos, insultos y ortodoxias parlamentarias en esta ocasión con la izquierda en la calle, resucitada, quemando la vía pública y a topetazos con las fuerzas del orden?

No quiero decir que entonces siga Sánchez, sino que nada seguro se nos ofrece a cambio, el PP sigue actuando como un partido del sistema con toques woke. Peor que Sánchez no lo van a hacer, ahora bien, yo no veo, por el momento, alternativa, no sé por qué si a Sánchez le diera una calentura y llamara a las urnas tendría yo que ir a votar a los otros (a Sánchez y su falso progresismo, no, por supuesto). 

Las dos Españas están de nuevo frente a frente y ahora no hay estructura de poder franquista de fondo que las obligue a entenderse como en la Transición, ahora cada una de las partes (que no son dos sino bastantes que dividimos en dos por comodidad mental) tiene su fuerza. ¿Vamos a otra guerra civil y arreglamos el cotarro a base de sangre, sudor y lágrimas?  

A pesar de la gravedad de la situación y de las numerosas corrupciones y escándalos que hubo, hay y habrá, España es sólo un susurro casi inaudible en el conjunto de la geopolítica. Hay factores altamente preocupantes que concretan la gran encrucijada en la que nos encontramos. 

El desarrollo del capitalismo

El desarrollo de las fuerzas productivas del mercado nos ha llevado a la encrucijada, un desarrollo que no es exactamente el de los malvados capitalistas que explotan a otros seres humanos y contaminan el clima sino que se trata de la evolución de una especie sui géneris como la nuestra que se comporta de esa manera, con el mercado como punta de lanza tecnológica al que siguen todos los demás países, montados en el cuerpo de la lanza encabezada por el pensamiento liberal y neoliberal protestante, calvinista y judío, tras el fracaso del capitalismo nazi y del socialismo marxista-leninista. Nosotros, los llamados ciudadanos de a pie, somos parte de esa evolución, poseemos al mismo tiempo la condición de parte cómplice y marionetas movidos desde las cuerdas del Poder internacional quien, a su vez, pugna en su interior consigo mismo. 

Esto viene siendo así casi desde toda la Historia. La novedad es que, si el humano no ha controlado apenas aquello que crea sino que, por el contrario, lo que crea lo controla en gran medida a él, en esta época de transición hacia lo que sea, el desarrollo productivo ha generado el mundo digital, cuántico, y la Inteligencia Artificial. Por ahí se está desenvolviendo la tercera guerra mundial en sus niveles socioeconómicos y militares. Estamos entonces propinándonos bofetadas y no sé hasta cuándo los hombres y mujeres alfa van a aguantar sin echar mano del revólver o la navaja. 

La resistencia de EEUU

El que considera que ha patentado la verdad -Estados Unidos- y además lo han dejado hacerlo y le han succionado el trasero desde 1945, se niega a perder su condición y, no desde ahora, no desde Trump, lleva haciendo lo que le sale de las partes bajas desde el final de la segunda gran guerra, por lo menos. Con la caída de la URSS se creyó emperador del orbe. Pero hay quien le dijo hasta aquí has llegado, muchacho, y le empezaron a crecer los enanos. Ya no puede hacer todo lo que le venga en gana. Se atreve con los que se supone que son menos y mucho menos que él acaso porque, a pesar de su poderío, no ha ganado ni una guerra de relevancia en solitario. Con los fuertes de verdad o no se atreve o está planeando una locura, un cerco para matarse entre sí y arrastrarnos a todos. 

La segunda guerra mundial no la hubiera ganado el bando aliado sin la resistencia interna y sin la victoria bolchevique en la URSS, pero eso se nos silencia para darle todo el mérito al desembarco de Normandía. No pudo EEUU ganar la guerra de Corea ni la del Vietnam ni siquiera a los talibanes. Se ha dedicado todos estos años a invadir y amenazar países en América Latina, mundo islámico, y a utilizar el dólar como arma política. 

Eso no quiere decir que yo sea un antinorteamericano como allí consideran a quien discrepe de la tropelía histórica oficial, al revés, veo en EEUU al ser humano con su verdadera cara, a la unión entre las mentalidades protestantes y judías que son las que han acabado por dominar al mundo y a empujar a otros países a imitarlos. 

No me cae mal Trump porque defiende con decisión lo que cree justo para los suyos, de lo que discrepo es de la rendición de Europa, de la bajada de pantalones ante EEUU, aprobando todas sus atrocidades de imperio y renunciando a negociar con Rusia que es Europa también, no un extraterrestre. O, ¿qué queremos? ¿Que le pongamos misiles atómicos a las puertas de Moscú y los rusos se queden callados cuando el resto de Europa se ha dejado vapulear por EEUU y ahora la obliga a armarse hasta los dientes mientras las colas en la sanidad pública se eternizan y la pobreza avanza?

Globalización y encrucijada

La globalización protagonizada por el mercado -que es lo mismo que decir por la vanguardia de la especie- ha terminado por meternos en la gran encrucijada. La dinámica del capitalismo salvaje liberal-neoliberal-socialdemócrata, ha supuesto aplastar a imperios como el español basado no sólo en la codicia por los bienes ajenos sino en una intención de globalizar el catolicismo como la URSS quiso globalizar el comunismo y en buena medida lo consiguió.   

Pero el humano no se mueve por amor desprendido sobre la base de ideales colectivos, eso es la apariencia y la coyuntura, su sociabilidad procede de su necesidad de “los otros” a los que se une por medio de signos, símbolos, fetiches y tótems buscando lo que se supone que va a ser mejor para él, para el sujeto. Hemos venido al mundo a sobrevivir nosotros, cada uno y su prole, y a eso le llamamos ser felices. Los que por ahora han resultado vencedores son los pragmáticos, los de “el mejor indio es el indio muerto” (general Phil Sheridan, siglo XIX, ejército de la Unión, USA) y el mejor palestino es el palestino muerto.   

La actuación del capitalismo triunfante ha ido levantando un mundo desigual, tremendamente injusto. Mientras nosotros cantábamos alegres y confiados en Occidente, millones de seres humanos estaban siendo devorados por el lobo humano economicus, a pesar de que también los apóstoles del mercado nos digan que las distancias entre ricos y pobres han disminuido. 

Si esto ha sucedido no ha sido por amor al prójimo, desde luego, en EEUU tienen una seguridad social de pena por la falta histórica de conciencia revoltosa de sus ciudadanos y porque sus mentes están lavadas por una repugnancia a cualquier medida que crean comunista, como cuando Obama quiso arreglar algo el caos sanitario público y lo tacharon de comunista, empezando por las aseguradoras privadas. Los medios de comunicación USA han consolidado este hecho. Cuidado, que aquí en España vamos hacia eso en Sanidad y atender a la gente pública y gratuitamente con eficacia no es ni capitalista ni socialista, es un derecho humano y una obligación ética y moral hacia el prójimo, si es que nos interesa seguir adelante como especie.

Lo extraño irrumpe

La apertura de mercados ha supuesto la apertura al extraño, al pobre, al indocumentado. Nuestros territorios han sido invadidos por el extraño. A su vez, la mujer exige un lugar digno en el mundo, el matrimonio, la pareja y la familia dejan de ser como eran, en cierta manera la cabra tira al monte. Puesto que esas normas a las que llamamos cultura y civilización llegan a engendrar estados de represión y auto represión de todo tipo, hay segmentos sociales que se rebelan contra ellas. 

He ahí la encrucijada: todo se viene abajo, desde lo socioeconómico hasta la vida cotidiana, el humano entra en una grave crisis porque ve cómo se derrumba aquello que le daba seguridad. La revolución neolítica se prolongó durante 4.000 años en los sitios en los que menos duró y la revolución digital evoluciona velozmente en la vida media de una persona. Es algo que imprime vértigo, inseguridad, miedo, crisis de todo tipo. Entonces suceden resultados electorales como el que acaba de darse en Chile, como los que se han dado ya y los que llegarán en Extremadura y Asturias, sin ir más lejos. 

La gran paradoja que veo en esta situación es que el llamado progresismo ha querido contrarrestar el dominio y la victoria del mercado acudiendo a recursos caritativos, emocionales y monetarios (gasto, subvenciones a gogó) que no arreglan la situación sino que la agravan y por eso la ciudadanía busca refugio en las derechas que parecen más seguras de lo que estiman que es de provecho para esa ciudadanía. 

¿Por qué acuden los ciudadanos a esas derechas? Porque el “progresismo”, en el fondo, se ha integrado en el sistema y ha renunciado a lo complicado y esencial para dedicarse a lo fácil. Predica, pero no da trigo, no cumple con su igualdad, convierte al ciudadano nativo de un lugar en el malo de la película para ensalzar al que llega de fuera o a colectivos que influyen mucho más en la sociedad de lo que su número requiere. Tal vez lleve su parte de razón y en ello veamos una pizca de lo que será el futuro, pero su actitud no mira hacia el futuro sino hacia su presente, hacia su particular autoconservación.   

La encrucijada es que nos hallamos ante grandes transformaciones en muy poco tiempo y se dan las típicas posturas de resistencia -con razón porque van a ser muy profundas- a las que estamos afrontando metiéndonos bajo el calor de fases históricas que están muriendo porque no poseemos soluciones sobre cómo contrarrestar el sunami que ya tenemos encima. No lo saben ni quienes lo han originado.