Leí en un artículo de un presunto progresista que la publicación OKDiario recibía 75.000 euros al año de una asociación sionista llamada Acción y Comunicación sobre Oriente Medio (ACOM) para que hablara bien no sólo de ella sino de Israel. Bueno, ¿y qué? OkDiario es un medio muy de derechas y simpatiza con Israel, no es extraño que agarre dinero de sus señoritos y los defienda, eso al margen de que creo que 75.000 euros es poco dinero para un diario que tanto quiere destacar. Menos da una piedra, de todas formas.
El Gobierno español acordó a finales de 2024 repartir 200 millones de euros entre los que estima principales medios de comunicación de nuestra madre patria y todos pusieron la mano, si bien fueron premiados especialmente El País y la Ser, qué casualidad, los más adictos a Moncloa, tan adicto era El País —ya un poco menos— que su gran jefe, Joseph Oughourlian, tuvo que despedir a la directora, Pepa Bueno, que ha regresado a TVE.
Previamente, la señora Bueno se tuvo que tragar que el señor Oughourlian, máximo accionista del Grupo Prisa, editor de El País y la Ser, publicara un artículo en el propio El País en el que llegaba a comparar a Pedro Sánchez con Franco. De todos es sabido que Moncloa quiere poder absoluto sobre Prisa para intentar moldearnos más el cerebro. El artículo acabó momentáneamente con aquel eslogan: “Diario independiente de la mañana” y nos recordó a todos que donde hay patrón no manda código deontológico ni marinera que calló y tragó.
Como en otros terrenos, en el periodístico todos los amigotes se ayudan entre ellos. El Grupo Prisa posee actualmente una deuda aproximada de 700 millones, esa deuda llegó a superar los 1.000 millones. Prisa vendió todo lo que pudo para aminorarla: Cuatro TV se la vendió a Silvio Berlusconi, quien pasó de ser en los mensajes de El País un machista-fascista a nada o casi nada. Sus editoriales (Alfaguara, Taurus, Aguilar, Santillana España…) se fueron a manos alemanas e inglesas, etc., etc. En su accionariado están o han estado el Santander o La Caixa. Jamás han embargado al grupo ni lo han cerrado. ¿Qué hacen con su casa hipotecada si no paga usted las mensualidades? Se la quitan. Pero Prisa es mucho más que usted o que yo, es un grupo mediático, o sea, la suma de una serie de medios de comunicación adiestrados, es una de las piezas —esta vez “progresista”— con la que el poder le lava a usted su cerebro y usted se deja o no, o va a que se lo lave OkDiario, ya que lo hemos citado.
Entonces, ¿qué pasa? No pasa nada. Así es esto, relájese y goce con el espectáculo, ¿o lo va a arreglar usted? ¿Lo va a arreglar el “progresismo”? Puede que sí, lo que yo sé es que a Juan Carlos Monedero lo echó el año pasado su amigo Pablo Iglesias del medio que este exdirigente fundó, Canal Red, sin que Monedero se hubiera pasado a la fachosfera, no, es que no le gustaban a Iglesias los análisis que Monedero le aplicaba al progresismo desde el propio progresismo.
Cuando se fue, Monedero declaró: "Canal Red es un órgano muy podemita y eso no es bueno ni para Canal Red ni para Podemos. No es bueno para Canal Red porque circunscribe mucho su influencia y no es bueno para Podemos porque no termina de liberarse de esa contundente opinión de convencidos que expresa siempre". El periodista también de Canal Red, Sergio Gregori, estaba bastante de acuerdo con Monedero y, oh, le ocurrió lo mismo que al político de las gafas Lennon.
Y ahora doy un salto y les comento algo de otro artículo que leí. En él se me indicaba que el imperio británico había sido malo, malísimo. Se había aliado con los judíos del mundo para de esa forma masacrar a los otomanos y a los árabes, incluyendo a Palestina. En agradecimiento, el imperio les regaló a los israelitas un país en la tierra prometida. Y de ahí venía el genocidio actual del pueblo palestino que, sin duda, y para que quede claro, por mi parte, es un genocidio, sí, porque se pretende terminar para siempre con todo un pueblo con la excusa de Hamás, le ha venido de perlas a Israel este bravuconeo suicida de Hamás que no ha levantado ni la reacción de los árabes para socorrer a los palestinos militarmente sino de los persas y también en plan bravucón porque se ha demostrado que no pueden con Israel a pesar de que sus máximos y religiosos dirigentes llevan decenios afirmando que van a aplastar a Israel.
Bueno, ¿y qué? ¿Qué pretende decirme ese artículo sobre los malignos británico-judíos? ¿Acaso que me ponga de parte de los árabes y contra el imperio británico y contra los judíos? Pues resulta que, antes que de la cultura árabe, procedo de la grecorromana, procedo de la judeocristiana, procedo del Renacimiento y de la Ilustración. Es que resulta que gracias a Inglaterra y a Enrique VIII llegó la revolución de Cromwell y después la Revolución Industrial, liberal, científica, de ahí procede mi mundo actual.
No sé, eso de pasarme al islam por más que en mi tierra estuvieran los almohades y Almutamid me parece que no me convence. Para más inri, hace bastantes años que el catedrático de Historia Medieval de la Universidad de Sevilla, Manuel González Jiménez, nos hizo saber el escasísimo rastro sanguíneo que nos queda a los españoles y andaluces del paso por aquí de una civilización que se elevó a los cielos en Córdoba para después caer estrepitosamente.
¿Que los británicos querían ser más poderosos? Lógico, es la obligación de todo imperio, buscaba materias primas para sus industrias, buscaba poder, se lo han currado, le ocurrió también, entre otros imperios árabes, al imperio abasí. El Califato de Córdoba fue el resultado de peleas internas entre los imperialistas omeyas de Damasco. Bagdad, por cierto, fue tomada a lo bestia por los otomanos a quienes quitaron de en medio las potencias de mi cultura en la I Guerra Mundial.
Si el artículo de marras —que no narraba hechos fundamentales del conflicto palestino— pretendía que me subiera a una flotilla propalestina o que prescindiera de mi pasión por el jamón y me sacrificara un mes entero sin comer en condiciones ni proceder al ayuntamiento sexual, ahora, en la recta final de mi vida, ha pinchado en hueso y más cuando Trump ha ideado un plan de paz que, por muy malo que pueda ser, es mejor que lo que está pasando ahora.
¿Qué quiero decir con todo lo anterior? Sencillo. Quiero decir que, como escribió León Felipe y he repetido algunas veces en mis maravillosos artículos, llega un momento en que el humano, como el marinero en el mar, tiene que saber adónde va y quién es. Quiero decir que el mundo es una mierda pinchada en un palo, que tengo que explicarles a unas personas jóvenes que aspiran a ser profesionales de la comunicación que, si bien el periodismo es imprescindible, está repleto de bafea; debo decirlo porque el papel de la universidad no es repetir las mentiras sobre las que vivimos sino enfrentarse a la realidad, cambiarla, dejarla como está o corregirla, aunque sea un poco.
Quiero decir que el periodismo de mayor calidad se está refugiando en medios como el presente, conducido por las nuevas generaciones contra viento y marea, apoyado en accionistas plurales que dejan trabajar y ejercer la profesión. A mí, que me echaron de El Correo de Andalucía junto a un puñado de respetables colaboradores porque se supone que la nueva propiedad representaba al progresismo y al periodismo de verdad y nosotros éramos miembros de la fachosfera, a mí, hasta el momento, me están dejando escribir aquí y me dejaba en El Correo su propietario de entonces, un empresario andaluz conservador, ahora no me dejarían los guardianes de la libertad. Si algún día cambian los dueños de este medio y me quieren echar, me iré sin formar jaleos. ¿Por qué?
Porque tengo asumido que la mejor manera de afrontar la vida es reconociendo su pestilencia, sólo reconociéndola se comienza a mejorar esta vida que sufrimos y disfrutamos, ese positivismo que tanto se lleva ahora es un maravilloso y útil autoengaño que no está evitando que aumente el número de depresiones y suicidios. Aceptemos la soledad, el egoísmo y demás porquerías y comenzaremos a mejorar.
El poder va a seguir arrimando el ascua a su sardina; el humano, por ahora, va a continuar peleando por pura inmadurez de un cerebro que funciona sobre todo tecnológicamente en ese proceso de disminución de su masa que se ha experimentado en los últimos 100.000 años. Menos mal que puedo contar con no pocos grandes, enormes cerebros sincrónicos de todo tipo —filósofos, científicos, músicos, creadores en general— muy libres y adelantados a sus respectivos tiempos, que son mi consuelo y mi estímulo.
Y menos mal que me curré lo poco que tengo y que, con resistencia progre, por suerte seguí consejos de seres que ya no están en este mundo —empezando por mi padre, un obrero sencillo y bueno—; menos mal que tuve una educación en el colegio (Salesianas y Maristas) y en la universidad (la de Sevilla, mi alma mater) que, con todos sus defectos, fue seria, culta, exigente, que me dio fuerzas para no mandarlo todo a freír espárragos y quedarme encerrado en mi castillo como recomienda Schopenhauer, una tentación que me posee con cierta frecuencia.
Bueno, ¿y qué? La vida, eso, nada más y nada menos, con su caca y su maraca. He dicho.
