Cosas que solo pasan en Cádiz y en Jerez

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Periodista, licenciado en Comunicación por la Universidad de Sevilla, experto en Urbanismo en el Instituto de Práctica Empresarial (IPE). Desde 2014 soy socio fundador y director de lavozdelsur.es. Antes en Grupo Joly. Soy miembro de número de la Cátedra de Flamencología; hice la dramaturgia del espectáculo 'Soníos negros', de la Cía. María del Mar Moreno; colaboro en Guía Repsol; y coordino la comunicación de la Asociación de Festivales Flamencos. Primer premio de la XXIV edición del 'Premio de Periodismo Luis Portero', que organiza la Consejería de Salud y Familias de la Junta de Andalucía. Accésit del Premio de Periodismo Social Antonio Ortega. Socio de la Asociación de la Prensa de Cádiz (APC) y de la Federación Española de Periodistas (FAPE).

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La semana que acaba pasará a la historia municipal de Cádiz como el particular 'annus horribilis' de José María González, Kichi para los amigos.

La semana que acaba pasará a la historia municipal de Cádiz como el particular annus horribilis de José María González, Kichi para los amigos —entre los que no tengo el gusto de encontrarme—. Vaya en primer lugar toda mi solidaridad con el adversario político por el anónimo recibido en el que se amenazaba su integridad física por parte de alguien que a buen seguro no es más que un descerebrado patológico.

Y es que la semana que acaba ha sido para el Alcalde de la capital como la Semana Grande de Donosti pero en versión Cadiz profundo. Comenzaba el hombre su peregrinaje por el lado oscuro de la política el pasado sábado en el Fondo Sur del estadio Carranza cuando tuvo un encontronazo con la Policía Nacional por reintegrar al estadio a un individuo expulsado del mismo por las fuerzas del orden tras participar en una reyerta. Ni corto ni perezoso el señor alcalde se puso el casco azul de la ONU y se tomó la ley por su mano como si allí no hubiera pasado nada. Su obsesión por el “esoterismo institucional”, que le hace interpretar las leyes a su manera, puede llevarle ante la Comisión Antiviolencia si prospera el atestado policial que al parecer le responsabiliza de enfrentarse a los agentes del orden.

A partir de aquí la agenda semanal del primer edil siguió oscureciendo camino de la negritud total. La venta ambulante de pescado por las calles de los barrios más castizos de la ciudad sería la red en la que el alcalde volvería a quedar atrapado en poco menos de cuarenta y ocho horas desde lo del futbol. Se posicionó el hombre de nuevo contra la ley y el orden administrativo que prohíben la venta callejera de pescado sin ningún control sanitario, y lo que resultó fatal es que lo hizo desautorizando a los agentes encargados de hacerla cumplir que en este caso eran curiosamente los suyos, los agentes de la Policía Municipal que se han visto atacados en el ejercicio de sus funciones por la máxima autoridad local. Y es que a Kichi le pierde la calle aunque desde que es alcalde no salga apenas de su despacho si no es para irse a su casa que es adonde lo quieren mandar definitivamente más ciudadanos de Cádiz por día que pasa.

Y quién le iba a decir a Kichi que iba a tener que recurrir a esos mismos agentes que habían pedido su dimisión tras el incidente pesquero para poner paz en el conflicto que estallaba en el transcurso del pleno municipal de este viernes. Me da la impresión que el alcalde se ha atiborrado en esa sesión plenaria de su propia medicina a tenor de las imágenes que he podido ver en una televisión local. Probablemente Kichi haya sentido en esos momentos lo que otros políticos, a los que en su partido llaman la casta, sintieron cuando el alcalde era sólo un activista callejero y compañero de lucha de algunos de los que él mismo expulsaba del salón de sesiones policía municipal en mano. Y es que, querido Kichi, en política sobre todo, donde las dan las toman, y los compañeros del pasado siempre vienen a cobrar la factura del tiempo que vivieron peligrosamente sin mirar si es el lugar o el momento oportunos.

Pero dejemos las cosas de Kichi que sólo pasan en Cádiz para hablar de algo que viví personalmente el pasado jueves en Jerez mientras participaba en un desayuno informativo de lavozdelsur.es. Me refiero al sabotaje del pleno municipal por algunos que se llaman representantes de los trabajadores y que muchos sólo consideran defensores de privilegios de unos cuantos. El estruendo de una sirena no dejó de atronar las calles de una buena parte del centro de Jerez durante todo el tiempo que estuve en la ciudad que fue más de dos horas. Pensé en los vecinos de esa zona de Jerez, en su derecho a no sufrir esa agresión ambiental y física por parte de quienes defienden privilegios disfrazados de derechos.

Esa misma tarde pude ver en redes sociales y prensa digital de la ciudad pintadas amenazantes en el domicilio de la Alcaldesa, en el colegio de los hijos de la Delegada de Recursos humanos, algo que desgraciadamente me dicen que ya se ha convertido en una rutina cuasi fascista. Curiosa forma de entender la democracia…. Sólo espero que la ciudadanía también diga no al chantaje de estos “poetas” del spray por el bien y la dignidad de todos y todas…

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