Las 9 de AON. FOTO: CJC.
Las 9 de AON. FOTO: CJC.

"Tú no te metas en ". Me lo decías muy a menudo, abuela. ¿Te acuerdas? ¿Qué otra cosa podías aconsejarme si el miedo se te había quedado a vivir en el tuétano de los huesos? Un miedo como el de tantos millones de personas en esta España, camisa blanca de mi esperanza para Blas de Otero, que la guerra convirtió en mortaja negra de pesadilla para millones vencidos.

Me acordé de ti al ver el WhatsApp que me envió una compañera: “Firma por favor esta petición en solidaridad con #Las9deAOn. Gracias”. El camarero me acababa de servir la tostada y el café y, como no me gusta trastear el móvil mientras desayuno, lo dejé sobre la mesa. Pero la curiosidad me pudo. ¿Las 9 de AOn? Volví a coger el móvil y entré en el enlace de Change.org: "Readmisión de las 9 trabajadoras despedidas en AOn por conformar una candidatura de CCOO. La dirección trata de evitar que en el comité haya personas no afines a la empresa que luchen por los verdaderos intereses de la plantilla".

Se me atragantó el café. ¿Pero a dónde vamos a llegar?, me pregunté. "¡Coño! —perdonen la expresión, pero, en ese momento, fue lo que me salió—. ¡Estas peticiones las firmaba yo cuando despedían a trabajadores en Bangladesh o en Colombia por tratar de formar sindicatos, pero estamos en España, en el siglo XXI, con una Constitución que garantiza la libertad sindical!". "Ya, como tantos otros derechos que son papel mojado", añadió la Pepito Grillo que llevo dentro.

A continuación, busqué información sobre la empresa: Compañía de telemarketing propiedad de Alfredo Pérez Fernández, socio mayoritario del Racing de Santander y dueño de 34 empresas, en las que trabajan 550 personas de las cuales más de la mitad están contratadas a través de ETT. Leí las declaraciones de Isabel, Marta, Virginia, Sonia, María, Asunción, Arancha, Patricia, Eva, las 9 de AOn: "No puedes girar la silla ni puedes hablar con los compañeros. Te castigan poniéndote a trabajar en una esquina sin contacto con nadie. No puedes salir en tiempo de descanso con amigos. Te obligan a firmar la renuncia voluntaria al reconocimiento médico. Te sancionan con tres días sin salario cuando cometes un error en una tarifa. No cumple ni su propio convenio colectivo…". El estómago se me hizo una nuez y la tostada se fue a la mierda. Me bebí el café del tirón con tan mala hostia que temí que comenzara a salirme humo negro por las orejas.

¡Ay, abuela! A lo mejor a estas nueve mujeres sus abuelas debieron decirles que no se metieran en nada. A lo mejor se lo dijeron y, por fortuna, no les hicieron caso. Es la grandeza del ser humano. La que le lleva a desafiar el miedo, a enfrentar al poderoso dueño del Racing de Santander, con todo su poder y todo su dinero, y, superando el temor a las más que probables consecuencias, organizar una candidatura para concurrir a las elecciones sindicales en una empresa donde no te dejan ni hablar con los compañeros. Gente buena que diría Brecht. Gente imprescindible en estos tiempos en los que la cuenta de resultados de las empresas son el Dios Sol al que hay que ofrecer sacrificios humanos constantemente para que el orden del universo capitalista siga imperturbable.

El capitalismo es insaciable. Y por ello, el sindicalismo, con todos sus errores, que los ha cometido y muchos, es un estorbo. De ahí los virulentos ataques que recibe por todos los flancos: despidiendo a quienes intentan organizarse sindicalmente en la empresa; recurriendo a la prensa afín para ofrecer información sesgada, cuando no, totalmente falsa; organizando campañas de acoso y derribo a nivel institucional como la que está montando la derecha en EEUU para propinar un golpe económico a los sindicatos tratando de convencer a sus miembros de que dejen de pagar sus cuotas… Todo vale en su ansia viva de ganar más. Y una vez que han considerado lícito, y deseable, romper el contrato social, van a por todas.

¡Ay, abuela! Con este panorama, ¿tú crees, de verdad, que te puedo hacer caso y no meterme en ? ¿Es eso lo que querrías? Estoy segura de que no, así que, con el combustible que da la rabia ante tanta injusticia, y firmada la petición de readmisión de estas nueve mujeres valientes, me pedí otro café y otra tostada. Más repuestita, salí del bar tarareando la canción de Jorge Drexler: Y aunque no haya una razón/Todos a sus puestos/ La vida puede que no/ se ponga mucho mejor que esto…, pero, incluso aunque sea así, no te voy a hacer caso, abuela. Las 9 guerreras de AOn, tampoco. ¿Qué sería de la clase trabajadora si no hubiera gente que no os hiciera caso a las abuelas?

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