Como quiso Franco, como quiere la Iglesia

Aquí o se está con los derechos humanos y con las resoluciones de la ONU para que España repare a las víctimas del franquismo o se está con el fascismo.

Periodista.

El Valle de los Caídos. FOTO: ELENA F.D.

Tomar la parte por un todo no parece lo más justo pero a estas alturas de la película de nuestra democracia española que haya una voz, sólo una, que desde la Iglesia defienda al dictador Francisco Franco, es totalmente inadmisible. Inadmisible en un Estado de derecho y en una democracia, que una autoridad eclesiástica se arrogue el derecho de decidir si acatar o no una sentencia del Tribunal Supremo, como ha hecho el prior del Valle de los Caídos. Intolerable ya es escuchar a uno de los monjes de la Abadía en una entrevista a la Cadena Ser decir lo que ha dicho: “son muchos los españoles y del extranjero que nos apoyan y que quieren que las cosas estén como están y como quiso Franco en un principio”.

Así, sin más, a bocajarro. Porque hablar de franquismo sociológico no es ni ninguna falacia ni una moda de la izquierda de este país. Que la Iglesia, una parte que ya es mucha (sin contar cuando se pronuncia la Conferencia Episcopal), se siga inmiscuyendo en cuestiones de Estado, siga defendiendo a un genocida cuyo régimen practicó la represión hasta sus últimos días tiene mucho que ver con ese franquismo sociológico del que forma parte en sí mismo.

Porque esta Iglesia española, que todavía tiene que pedir perdón por la connivencia con el Régimen de Franco, por su silencio en la matanza fundacional del franquismo, por la persecución a las mujeres o a homosexuales, por su más que evidente relación con la trama de los bebés robados, se vuelve a posicionar a favor del ‘Caudillo’. Es cierto que hay otra Iglesia, la que en estos años ha estado con tantos y tantos españoles a los que la crisis les ha privado de todo y ha dejado atrás, la que trabaja en los barrios codo con codo con los vecinos y vecinas pero, viendo la actitud y escuchando a esta gente, queda claro otra vez que la Iglesia española vuelve a perder la oportunidad de desligarse de una época tan atroz y tan ‘poco cristiana’, como la dictadura franquista.

¡Y todavía tenemos que aguantar a este señor monje hablar de derechos fundamentales y de acudir al Tribunal Constitucional o al Tribunal Europeo de Derechos Humanos! No deberían ni siquiera pronunciarse en aras de la ‘sacrosanta’ –como a ellos les gusta- separación Iglesia-Estado que debería ser una realidad en una democracia como presume la nuestra, pero apelar a los derechos humanos es de una desfachatez absoluta y una falta de respeto a tantas y tantas familias que buscan en cementerios, cunetas, caminos y recodos a sus familiares asesinados vilmente y enterrados sin ‘caridad cristiana’ –como se les presuponía— alguna.

La exhumación de Franco nos saca los colores una y otra vez como sociedad. Y a los medios de comunicación, también. Y ahí tengo que hacer autocrítica por la parte que me toca como profesional de este oficio: vamos a llamar a las cosas por su nombre y a los que son fascistas –porque fue un régimen fascista- llamémosles fascistas y no nostálgicos, vamos a ser conscientes de la responsabilidad social que tenemos todas y todos los periodistas y no convertir en un espectáculo lo que debería ser normal, justo y necesario –como precisamente dice la liturgia-: que un dictador, responsable de que en nuestro país haya cientos de desaparecidos, deje de ocupar un lugar de honor, siga siendo venerado como un héroe y sea exhumado.

Escuché al filósofo Reyes Mate en la Universidad de Sevilla reflexionar sobre el olvido y, que frente al consenso mundial a la condena al Régimen Nazi, la dictadura española no suscitó de igual manera el mismo rechazo. Desgraciadamente, así ocurre por la falta de valentía de los partidos del Régimen del 78 en estos años de democracia.

Y las víctimas, en pleno siglo XXI, más de 80 años después, siguen siendo maltratadas y vejadas. Primero con el olvido y el silencio con la que la famosa “transición ejemplar” quiso pasar página sin hacer justicia pero ahora, con la afrenta directa de unos monjes o de unos representantes políticos como el secretario general de Vox, Javier Ortega Smith, que injuria y se jacta de ello a trece mujeres fusiladas, las 13 Rosas, sabiendo que no tendrá consecuencias legales por su condición de aforado y que sus palabras coparán titulares de prensa y clicks en internet para que se siga hablando de ellos y su formación política.

Solo queda firmeza, resistencia y perseverancia. Frente a sus amenazas, frente a su desfachatez, su soberbia y su crueldad, la lucha. Sí, a estas alturas, otra vez, como siempre hicimos, como siempre hicieron. Pero que nadie se equivoque. Lucha y cumplimiento de la Ley. Nada de equidistancia, nada de dos bandos. Aquí o se está con los derechos humanos y con las resoluciones de la ONU para que España repare a las víctimas del franquismo o se está con el fascismo. Y de este país, nunca se fue.

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