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José Miguel García, comunicador audiovisual

Cortázar decía que un reloj no es un regalo, sino una cadena de rosas. Creo que de igual modo podríamos pensar en los propósitos de Año Nuevo: No nos regalamos unos propósitos, nos echamos a la espalda un buen montón de obligaciones. Además, y movidos por esa ola estereotipada en la que parece ser que solo se puede cambiar de vida en Fin de Año, al igual que solo se puede disfrutar en vacaciones o tener ilusión el Día de Reyes; decía, además nos dejamos arrastrar por la moda y entonces, como es el único momento del año en el que se puede cambiar, la lista de los propósitos suele ser bastante larga; por decirlo de otra forma, poco realista.

Yo creo que sería más sensato y también más productivo, para el nuevo año –para cuando sea que uno quiera empezar, en realidad– la creación de un espacio propio, puede ser físico, mental o simbólico, pero preparar un sitio de uno y para uno en el que poder desarrollar lo que nos gusta, lo que nos motiva. Un espacio para pensar. Un espacio para no hacer nada, sin ninguna culpa. Un espacio para aburrirse. Para encontrarse. Para expandir lo que somos.

Una lista de objetivos es como una lista de la compra, hasta que no has tachado todos los objetos no eres libre. La creación de un espacio personal es algo continuo y en constante desarrollo, algo que quizá nunca esté construido del todo pero que proporciona satisfacción por el simple hecho de estar en proceso. Los objetivos se alcanzarán o no, pero en el camino habremos aprendido y también disfrutado, nos habremos puesto a prueba. También estaremos más cerca de ser cada vez más diferentes, más responsablemente diferentes, y así poder disfrutar de que cada persona esté más cerca de lo que tiene que ser.

Está muy bien hacer gimnasia, o dejar de fumar, pero creo que está mejor decidir tener un pie en la sociedad, con tu trabajo, tus amigos y tu familia, y otro en esa habitación propia, real o imaginada, donde uno se da el espacio para que suceda lo imposible. Pueder ser simplemente el disfrute de una siesta. Puede ser la creación de la pintura más loca. Da igual. Lo importante es que exista y que sea de cada uno, y que nos lleve a diferenciarnos en el buen sentido del término. A esa diferencia productiva que, milagrosamente, de rebote, nos acerca por otro lado y nos hace sentirnos más unidos.

No quiero acabar el artículo sin girar –quizá bruscamente– hacia lo social, a sabiendas de que existen jerezanos y jerezanas que, o no tienen tiempo para leer esto, o si lo leen me tacharían de idealista. No les culpo. Hay situaciones en las que comer, dormir, pagar facturas y los libros de los niños no dejan espacio para más.  Es por eso que escribo este artículo para los que se hacen largas listas de propósitos pero sobre todo para los que no pueden hacerse ninguna, porque el único objetivo es sobrevivir, llegar a fin de mes, pagarlo todo, que su gente coma, que haya calefacción.

Es precisamente porque creo en la dignidad del ser humano y en el derecho de todo individuo a soñar, a tener su espacio privado, por el que una vez más expreso mi repugna más sincera hacia el gobierno del Partido Popular en esta ciudad, hacia su falta de escrúpulos, de corazón. Porque no me vale con que esos canallas ofrezcan limosnas, ayudas, subvenciones o empleos por tres meses. Porque tampoco me vale el trabajo precario. Señores del PP, ustedes no están salvándole la vida a nadie, tampoco están creando empleo de verdad si este empleo no deja espacio para la dignidad de la persona, es decir, para soñar.

Quizá esto les suene un poco raro, pero igual que ustedes disponen de dinero, tiempo y energías para comer centollos y jugar al golf  –perdón por el estereotipo, pero hagan ustedes el trabajo de cambiar centollo y golf por lo que proceda– cada uno de los habitantes de esta ciudad tiene derechos más allá del trabajo. Vuestra labor no acaba ahí, tiene que haber espacio para más.

Tengan un mínimo de honradez y, o bien váyanse ya de la Alcaldía, o si van a permanecer el poco tiempo que les queda, al menos traten de hacer algo por los jerezanos y jerezanas, pero de verdad. Sin limosnas. Teniendo en cuenta que son personas las que sufren y que no sufren solo el hambre, la falta de techo o de dinero. Sufren la imposibilidad de soñar, y hasta que no lleguemos ahí, espero que nadie se sienta satisfecho.

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