Como un hombre sin más

Todos transitamos por este mundo con más o menos penuria, un puñado de instantes hermosos que llevarnos en la retina, y el deseo, por lo general vano, de dejar en el mundo algo que nos sobreviva

Antonia Nogales

Periodista & docente. Enseño en Universidad de Zaragoza. Doctora por la Universidad de Sevilla. Presido Laboratorio de Estudios en Comunicación de la Universidad de Sevilla. Investigo en Grupo de Investigación en Comunicación e Información Digital de la Universidad de Zaragoza.

José Antonio Labordeta.
José Antonio Labordeta.

"Recuérdame como un árbol batido, como un pájaro herido, como un hombre sin más". Estoy bastante convencida de que pocos, muy pocos, habrán conseguido expresar de forma más bella la intensidad de un recuerdo. Casi nadie de hecho, salvo él. José Antonio Labordeta compuso estos versos para su canción Ya ves. Aunque tratándose de un poeta cantautor, nunca sabremos del todo si compuso el poema y luego lo hizo canción o si más bien escribió directamente, en forma de poema, la letra de uno de los temas de su álbum Tiempo de espera, publicado en 1975. Ni siquiera podríamos saberlo aunque el poema fuera fechado con anterioridad a la canción —como es de esperar―, pues la mente de un artista tal en ambas disciplinas nunca acaba de saber del todo lo que está creando hasta que lo crea. Y más me atrevería a decir: hasta que no es la mirada de los otros la que culmina la obra. Si como escribió José Hierro, la poesía se escribe ella sola cuando quiere, los versos no terminan de hacerse hasta que no los saborean otros labios, hasta que no los vive otra piel.

Labordeta quería ser recordado como un hombre sin más a pesar de que fue un hombre con mucho. Con muchos oficios ―poeta, cantautor, novelista, profesor, político…—, con muchas pasiones y muchas torturas, especialmente las que le provocaban la desazón y el desánimo crónicos. Pero también la falta de libertad en la España de su época y esa perpetua sensación de soledad que lo acompañaba igual que al Ebro en su poema Aragón: "Pasa el Ebro por el centro con su soledad a la espalda". A la espalda y al lado, siempre al lado, en soledad. Como la soledad del desierto de los Monegros, de la sierra de Guara y de la plaza de un pueblo turolense. También fue un hombre con grandes dosis de carisma, mucho y buen humor, y bastante honestidad. Un hombre capaz de entusiasmar a los simpatizantes de la izquierda y de despertar incluso admiración entre los que piensan con la derecha. Un hombre del que cincuenta mil personas fueron a despedirse en septiembre de 2010, cuando su féretro se instaló en el Palacio de la Aljafería, sede de las Cortes y del pueblo aragonés. Por algo sería.

Estos días se ha estrenado en cines el documental de magnífica factura Labordeta, un hombre sin más, dirigido por una de las hijas del propio poeta. En él, las tres hijas y la viuda del ilustre aragonés realizan una semblanza muy íntima de Labordeta, centrándose más en José Antonio. El recorrido se hace posible a través de muchos fragmentos audiovisuales inéditos y también del diario del propio escritor. La película es, ante todo, un bellísimo ejercicio de recuerdo. Una expresión artística de cómo puede pervivir el poeta, el hombre de ideas, el político, pero también el marido, el amigo y el padre. Un relato hermoso, vivo, sencillo, sin pretensiones, sin más. Todos transitamos por este mundo con más o menos penuria, un puñado de instantes hermosos que llevarnos en la retina, y el deseo, por lo general vano, de dejar en el mundo algo que nos sobreviva. Una huella, una obra. Cuando la vida es tan extraordinaria como la de José Antonio Labordeta, es abismal lo que permanece. Eterno como un verso lúcido. "Recuérdame como un verano ido, como un lobo cansino, como un hombre sin más".

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