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No podemos negar que vivimos en un mercado donde formamos a ser producto desde el momento en que nos matriculamos.

Un año en la vida de nadie no es nada, pero a veces, destinar 365 días de tu vida a llevar a cabo un proyecto o actividad que no tenga que ver con lo comúnmente aceptado, parece un crimen. Se critica y se cuestiona sin importar si la persona que toma la decisión es feliz o no. Desde pequeños nos meten en la cabeza que hay que seguir una línea recta, una especie de caminito en el que no se te permite tomar aire para respirar y, mucho menos, desviarte por otro sendero. Seguro que todos tenemos en nuestro entorno más cercano a algún familiar o amigo que ha repetido curso. La situación en casa se desarrollaba como en una telenovela: se creaba un drama como si esa persona no pudiese volver a recuperar su vida.

Seis suspensos, un año por detrás de sus amigos más cercanos, un escalón más abajo de lo que la sociedad quiere. Como consecuencia: malos padres que no se encargan de la educación de sus hijos, familia desestructurada, una casa sin orden ni ley. Así pensamos y así nos planteamos las cosas cuando escuchamos que los adolescentes, por poner un ejemplo, repiten en Secundaria. Sin embargo, no nos da por pensar que a lo mejor falla el sistema educativo, que el alumno se aburre en clase, que se deberían de utilizar otras técnicas y métodos o que los padres invierten dinero en clases particulares pero que, por cualquier razón, no están siendo de ayuda. Es decir, hay mucho más detrás de esos suspensos. 

Con esto no quiero decir que se aplauda a la persona que no estudie o que todos los casos de asignaturas fallidas y cursos pendientes sean la desembocadura de un sistema basado en una educación que premia a la memoria. A lo que me refiero es al hecho de centrarse en la raíz de la cuestión, en ver qué ha pasado e intentar ser objetivos. Obvio que esa chica o chico estará en un curso que ya ha estado, con gente que probablemente no conoce y sin pasar seis horas al día con sus amigos de siempre. Pero a lo mejor ese tiempo le sirve para conocer a personas nuevas, ser más sociables, aprender de diversos puntos de vista, estar con estudiantes de diferentes edades, indagar más…  en fin, miles de cosas maravillosas. 

Esto es algo que acaece no solo en estas edades, ya que la existencia es una toma continua de decisiones. Por tanto, lo mismo ocurre con aquellos que antes de entrar a la universidad deciden dedicar unos años al grado medio o grado superior. ¿Qué problema hay?, ¿todos debemos de empezar con 18 años? Sinceramente, creo que no. De hecho, una de las cosas más bonitas que tiene ir a la facultad es relacionarse con gente más grande que tú y aprender de ellos. Oye, y si no quieres desarrollar este tipo de educación, tampoco es obligatorio. No eres mejor persona por tener estudios superiores. No estás malgastando tu vida y tu tiempo si decides ser mecánico o electricista. Como digo, es tu tiempo y es mejor tener a personas felices en sus puestos de trabajo que a descontentos, porque luego pasa lo que pasa. 

Como iba diciendo, esto ocurre siempre y, como era de esperar, se repite al terminar la universidad, pues cada vez son más las personas que deciden desviarse de ese camino recto y coger un desvío. De nuevo, su entorno hará un drama y dirá que ya es hora de ir buscando salidas laborales, que hay mucha competencia y hay que seguir formándose porque hay que ser el número uno. Son consejos que a veces es mejor no escuchar porque entonces puedes dejar de escucharte a ti mismo. 

No podemos negar que vivimos en un mercado donde pasamos a ser un producto desde el momento en que nos matriculamos. No importa nuestro nombre o apellidos, sino el número de la lista y el expediente académico. Esto es porque no importa la valía de la persona, sino la repercusión económica que tenga su participación como trabajador en la sociedad. 

Afortunadamente, existen los desvíos y son cada vez más los países que los ponen en práctica. En Estados Unidos, por ejemplo, se habla de Gap Year; es decir, año sabático. Mientras que para los americanos este tiempo significa aprovechar tu vida para aprender de todo, dedicarte a actividades y a trabajos que te permitirán conocer otras culturas e idiomas, en España, el adjetivo sabático nos trae a la mente la acción de estar tumbado en un sofá. 

Pero va más lejos de ellos, el Gap Year es el desvío de los que saben que están perdidos, pero deciden encontrarse. Es más, saben que es bueno perderse, para reafirmarse. No se conforman con seguir el siguiente paso de la educación o formación que impone la sociedad. Prefieren dedicarse unos meses a contagiarse de todo, hasta del aire que respiran, para analizarlo por sí mismos y poder tomar decisiones de una forma más madura, sin prisas, que la vida es verdad que vuela, pero porque no sabemos cómo vivirla. 

Así que, desvíate, no cojas el camino fácil ni seas una pieza más de este sistema que nos obliga a ser firmes. Gira a la derecha, o a la izquierda, donde más te guste y como más disfrutes, con determinación pero parándote a pensar. Da igual la edad que tengas, no importa haber suspendido, no importa estar un tiempo examinándose a uno mismo, pues hay que centrarse en conocerse para que, cuando pase ese tiempo, podamos invertir toda nuestra energía en ser felices con el futuro que nosotros mismos hayamos elegido. 

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