Cada año, en torno al 28 de junio, se celebran manifestaciones del Orgullo LGTBIQ+. Pero conviene recordar que no nacieron como una fiesta, sino como una protesta. Su origen se remonta a 1969, en el Stonewall Inn de Nueva York, cuando un grupo de personas trans, homosexuales y lesbianas dijo basta a los abusos policiales. Aquel fue el punto de partida de una lucha por la igualdad de derechos civiles que, aunque ha avanzado, sigue incompleta.
En España, uno de los hitos más importantes fue la aprobación del matrimonio igualitario en 2005. Aquel logro fue celebrado como una gran victoria, y con razón. Pero quizás en esa celebración empezamos a olvidar. Se nos borró de la memoria que ese mismo año, el Partido Popular interpuso un recurso ante el Tribunal Constitucional contra la ley que permitía casarse a las personas del mismo sexo. Siete años tardó el tribunal en desestimarlo. Siete años de incertidumbre para muchas parejas.
Hoy, el panorama político vuelve a encender las alarmas. El Partido Popular pacta con Vox en distintas comunidades, como ya ocurrió en Andalucía. En Madrid, las leyes del gobierno de Isabel Díaz Ayuso eliminan el reconocimiento de la identidad de género libremente manifestada. Y, sin embargo, en ciudades como Jerez, veo con asombro cómo miembros de la comunidad LGTBIQ+ celebran el Orgullo junto a representantes del PP, como si nada hubiera pasado.
No me opongo al diálogo institucional ni a la convivencia democrática. Pero confundir eso con complicidad o blanquear a quienes han intentado frenar nuestros derechos, me parece un error. Y no solo por el pasado, sino por lo que está en juego en el futuro.
Me inquieta especialmente la falta de conciencia entre los más jóvenes. Tal vez porque no vivieron la represión ni las agresiones de otras épocas, creen que los derechos civiles "están ahí", que son naturales o eternos. Pero no lo son. Fueron conquistados con esfuerzo, dolor y resistencia. Muchas personas trans, hoy despreciadas o instrumentalizadas, se enfrentaron a la policía franquista y pagaron con cárcel o marginación. Gracias a ellas y a su valentía, hoy podemos vivir con más libertad. Pero todo eso puede desaparecer en un instante.
Basta una mayoría absoluta del PP y Vox para derogar de un plumazo las leyes de igualdad. ¿Alguien cree de verdad que si el PP necesitara los votos de Vox en Jerez, la bandera arcoíris ondearía en el balcón del Ayuntamiento? Yo creo que no. Y lo peor es que, cuando lo comprobemos, será tarde. Lo veremos. Y lo lloraremos.



