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Estamos todavía bajo el shock del resultado de las elecciones andaluzas y de la entrada de la extrema derecha en el Parlamento de Andalucía. Bueno, realmente ya estaba, porque Vox es una escisión del Partido Popular. No vi claro ni sigo viéndolo esas manifestaciones que ha habido de protesta por los resultados. La verdadera manifestación es la votación en sí donde cada persona cuenta.

Hubiera visto mejor un proceso de autocrítica en los partidos políticos que han descendido en votos que no veo. Hay múltiples causas para explicar qué ha podido ocurrir. Yo me atrevo con algunas. Está claro que la primera causa se llama Susana Díaz y su gestión. El estado de los servicios públicos especialmente los más sensibles como son los servicios sanitarios con sus largas colas de esperas y el colapso de las urgencias ha sido determinante.

La propia gestión de Susana en su partido. Las luchas internas es lo peor que le puede pasar a una organización. La gente lo penaliza mucho. Lo mismo que a Andalucía Adelante. Las luchas internas y sus problemas de imagen. ¿Cuántos votos y escaños nos habrá costado el chalé de Pablo Iglesias? Ya… que sí, que claro, que se lo puede comprar, faltaría más. Como que Alberto Garzón también se puede ir a Nueva Zelanda de vacaciones. Si yo no digo nada por el dinero qué cuesta… yo lo que pregunto es: ¿Cuántos votos cuesta?

Siempre se me recrimina que pienso todo en votos. Será que me gusta el marketing electoral. Pero es que los votos son muy importantes. Son nuestra moneda de cambio en la democracia. Ya podremos manifestarnos, escribir, hablar… que sin votos, no somos nada.

La izquierda tiene que repensar mucho qué le ha hecho perder votos. Si no lo consigue, estará muerta. Porque además es que la cuestión no es perder votos. No obtener más ya es un fracaso. Los votos no son de nadie. Algo que por cierto, ningún partido tiene claro porque cree que la gente que le vota son suyos y le llaman ‘los nuestros’. No. Los votos son prestados y pasan de un sitio a otro como hemos visto. Insisto. Es un fracaso no conseguir más votos porque esto sólo indica que no convencemos a nadie más. Y si los perdemos, es que la gente que confió en nosotros ya no confía. ¿Por qué?

Más causas. Cataluña. Efectivamente, la presidenta en funciones tiene razón. Cuando vimos colgar las banderas en los balcones de las ciudades andaluzas no nos dimos cuenta de lo que venía detrás. El nacionalismo, sea español o de otra índole es pasional, como el fútbol y moviliza mucho a la gente. Mucho más que el hambre o el paro. Así de triste pero así de real.

Otra cuestión. Las mentiras. Las fake news. ¿Cómo es que mentir en España no está penado? Si le metes un susto de muerte a la población diciendo que los inmigrantes traen enfermedades como la meningitis, y el mensaje cuela, los que pescan en aguas revueltas cogen el voto antiinmigrante. Súmenle la trola de que nos quitan el trabajo (que no queremos).

Y mi tema estrella, la religión, a la que nadie me hace caso cuando lo aviso. Es más, me miran como si estuviera en la Luna. Pues no. Ahí tenemos los resultados. Avisé de que la procesión del coño insumiso ofendía a los sentimientos religiosos. Me recriminaron que era libertad de expresión. Y lo es. Claro que lo es. Pero dije que pensaran en cuántos votos costaría a la izquierda. Ni caso. Ahí tenéis los resultados.

El ‘me cago en Dios’. Idem de idem. ¿Libertad de expresión? Por supuesto. ¿Coste electoral? ni se pararon a pensar. Ahí tenemos los resultados. Y por último, sonarse los mocos en la bandera de España. Una broma. Un sketch. Vamos a echarnos unas risas. ¿Libertad de expresión? Por supuesto. ¿Cuánto votos le ha costado la dichosa broma a la izquierda meses antes de las elecciones? Muchos. Pero muchos.

Cansado de explicar que se puede criticar a la Iglesia que no pasa nada. Que al católico de a pie le da igual. Pero que no toquen sus símbolos religiosos porque reaccionan. Pues nada. No me escucharon. Seguirán sin escucharme con sus coños insumisos, cagándose en Dios y sonándose los mocos. Y de fondo las carcajadas del Obispo de Córdoba (y del resto del clero) sabiendo que la izquierda mordió el anzuelo y que ellos han ganado la partida.

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