Los diputados, en el Congreso, durante un pleno reciente. FOTO: CONGRESO DE LOS DIPUTADOS
Los diputados, en el Congreso, durante un pleno reciente. FOTO: CONGRESO DE LOS DIPUTADOS

Una de las cosas peores que le puede pasar a alguien durante su infancia o su adolescencia es que su padre y su madre se separen. A veces, la separación es amistosa y la descendencia, aunque sufren porque su vida familiar cambia, no ven ambientes hostiles y se adaptan rápidamente. Pero hay divorcios que no terminan bien y se convierten en una guerra, donde las víctimas son los hijos y las hijas, sobre todo.

En un divorcio pueden tener culpa los dos, o una sola parte, o una parte externa, pero da igual. La unidad familiar se rompe. A veces también, los divorcios surgen en los peores momentos. Durante la enfermedad de alguno de los hijos. Después de un accidente. He visto casos. Precisamente, cuando la familia ha necesitado estar más unida, ha surgido la ruptura, añadiendo un dolor a una situación que ya era insoportable.

Algo así le está pasando a España. Estamos pasando por uno de los momentos más terribles de nuestra Historia reciente. Lo peor desde la Guerra Civil. No ha habido suceso que haya producido tantas víctimas en nuestro país. Muertes, enfermos, miedo. Lo estamos pasando realmente mal. Y como niños y niñas pequeños, asustados, con temor, acudimos a nuestro padre, a nuestra madre, para que nos ayude y sobre todo, que nos den consuelo. ¿Quién no recuerda el abrazo de la mamá cuando éramos pequeños? ¿Por qué aún gritamos Ay, madre mía cuando nos ocurre algo? Porque nuestra madre, nuestro padre, era nuestro seguro, nuestra protección y se nos ha quedado grabado en nuestra mente.

Pero, nosotros, España, ¿a quién acudimos ahora en estos momentos trágicos? Miramos a nuestros padres y madres de la patria: el Congreso de los Diputados. Queremos por un lado políticas y soluciones y por otro lado, queremos consuelo.

Pero no, el Congreso de los Diputados de España parece un matrimonio divorciado, de los que terminan mal. Siempre echándose en cara las cosas unos a otros. Rostros de odio que dan miedo. En vez de ver como papá y mamá colaboran, vemos como se ponen palos en las ruedas. Cuando les vemos así, hacemos como los nenes y las nenas, huimos a nuestra habitación para no verles ni escucharles gritar. Nosotros, apagamos la tele. Pero en nuestro interior estamos decepcionados. Porque nos sentimos abandonados, engañados, traicionados.

España ha tenido un accidente y en este momento la familia tiene que estar unida. A papá o a mamá le tocó llevar el volante. Ayudémosle a conducir. La carretera es peligrosa y vienen curvas. Hay pendientes horribles. Va con muchos nervios al volante. Lleva tiempo, se le nota, al conductor, papá o mamá, da igual, cansado. Se le nota la cara de preocupación. No podemos ir en el coche gritando lo estás haciendo mal. Tenemos que ir en silencio, ayudándole a tomar cada curva, a darle fuerza para subir la pendiente. Si hay que tirar algo por la ventana para perder peso, se tira. Nos sacrificamos todos si hace falta. Porque este accidente, este virus sólo lo paramos unidos.

Y cuando terminemos esta pesadilla, que como todos los divorcios, terminará su proceso, no dejemos que termine en violencia de género. Terminemos en paz. Y ya hablaremos de los errores y los aciertos para aprender. Para entonces, los españoles estaremos ya preparados para esa pregunta tan incómoda que siempre se le hace a los niños y a las niñas: ¿Tú a quién quieres más, a papá o a mamá? Ojalá que entonces, respondamos como dicen todos: a los dos igual.

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