Móvil y estudio, pésimas compañías.
Móvil y estudio, pésimas compañías.

Por mi profesión, tengo que estudiar. Pero estudiar, estudiar, lo que ha sido empollar toda la vida. Pasado ya los 50, las circunstancias personales (mi cerebro) y sociales (el mundo) han cambiado mucho. A eso es lo que voy.  En lo años 80, ibas al instituto. La rutina era las clases por la mañana, ver Falcon Crest después de comer, salir a la calle. O no, si era invierno. Ponerte a estudiar o hacer deberes hasta la cena. Veías una película o una serie y a dormir. Yo tenía la suerte de tener una habitación para mí solo. Estábamos mis libros, mi radio casette, yo y nada más. Que tenía que buscar algo que no sabía: ahí estaba la enciclopedia Salvat comprada por mis padres con miles de esfuerzos.

Que no lo encontraba, el sábado me iba a la biblioteca municipal. Mi única distracción era el radio cassete cuando paraba la cinta, el darle a grabar alguna canción que me gustara de la radio y mi mente que se distraía con una mosca. Y ya está. Los resultados en los exámenes eran buenos.

Hoy me pongo a estudiar y todo son distracciones. Primero, el móvil, horrible. Lo peor que han podido inventar para el estudio. Hay que quitarlo de en medio. Te distraen mientras estudias los whatsapp, pero lo peor es que cuando terminas de estudiar, te pones a leer lo atrasado y a contestar. Te pueden dar las dos de la mañana. Antes tu madre decía si te llamaban al teléfono que estabas estudiando y eso era sagrado. Dígale usted que ha llamado fulanito. Y ya llamabas tú cuando podías. Hoy el whatsapp pita y pita sin parar. Si no contestas, llamada. E incluso videollamada. Es la dictadura de la inmediatez. Dirá usted que me lee ‘póngalo en silencio’. Da igual, lo miras. Hay que apagarlo o mejor, dejarlo en otra habitación.

Hoy se estudia con un ordenador delante. Es lo mejor en mi caso, para consultar boletínes, leyes, etcétera. Pero lo peor también, porque a una pestaña está Facebook, Twitter, la prensa, alguna web chula… siempre caigo en la tentación. Llega la cena y pones una serie. Ahora no es como antes que tenías que esperar una semana para ver el siguiente capítulo. Ahora no. Ahora te tragas la temporada de golpe. Terminas a las doce porque sólo has visto tres capítulos y ya te queda cargo de conciencia. Pero has perdido un tiempo valioso.

Yo soy un adulto, trabajo por la mañana. Cuido la casa, mi familia, estudio o hago otras actividades por la tarde y duermo por la noche. Pero ¿un niño, una niña? ¿Cómo se enfrentan a todas estas distracciones que yo siendo adulto soy casi incapaz de gestionar? Mis actividades extraescolares eran más colegio (la famosa permanencia) y jugar. Hoy: judo, idiomas, la banda de música, montar a caballo, fútbol, etcétera.

¿De dónde sacan el tiempo los nenes y las nenas, nuestros adolescentes, hoy para estudiar? Y a estudiar me refiero a hincar codos. ¿Cómo vencen esta dictadura de la distracción? Me lo expliquen, porque yo cada vez entiendo más una parte del llamado fracaso escolar.

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