Desde hace un tiempo hemos ido asumiendo conceptos como “fango”, “cloacas” y similares, relacionados con el debate político, es normal ver en medios y pseudomedios de comunicación, como se utiliza la vida personal de los políticos, de cualquier partido, para cuestionar el proyecto de país (autonomía o municipio) que defiende.
El objetivo de esta forma de actuar se focaliza en dos vertientes: en primer lugar, desacreditar al adversario moralmente (que se ha convertido en enemigo) de cara a la opinión pública y en segundo lugar, lanzar una advertencia a todas aquellas personas que quieran participar en política por mera vocación de servicio público.
Esta forma de actuar ha sobrepasado todas las “líneas rojas” que debería tener un sistema democrático, ya que hasta Mario Puzo, exponía en su obra maestra “El Padrino”, exponía que la familia que no estaba involucrada en los “negocios” eran intocables para sus adversarios. En este sentido la Cosa Nostra ha demostrado tener una moral superior a la clase política y mediática.
Participar en política era algo común entre los hombres libres de la Atenas clásica, y quien no lo hacía era calificado como “idiota”. En la actualidad participar en política pone en riesgo, no solo la honorabilidad del atrevido que pretende participar de la res pública por vocación de servicio, sino que, incluso si esta persona en cuestión, quisiera asumir ese riesgo, también se verían afectados sus familiares y amigos. Muchos son los casos que verifican lo escrito hasta ahora.
Pero, ¿y si no existieran estas personas dispuestas a asumir estos riesgos?
La gestión pública quedaría en manos de arribistas, chaqueteros, manipuladores y demagogos, que ven en el servicio público una forma de ganarse la vida, a costa de cualquier cosa.
Aunque cada vez es más arriesgado participar en política por todos los riesgos que eso supone, gracias a personas dispuestas a asumir esos riesgos podemos decir que el sistema democrático sigue vigente.
El día nadie con vocación de servicio esté dispuesto a dar un paso al frente para mejorar la vida de sus vecinos, podremos decir que hemos perdido la democracia, aunque sigamos votando cada cuatro años.
“Cuando los buenos ciudadanos se ven condenados al silencio, son los canallas los que dominan” Robespierre


