Un brindis con cava para hacer balance.
Un brindis con cava para hacer balance.

Desde que Carlos Rovira en 2004 pidiera obstruir por todos los medios la candidatura de Madrid a los Juegos Olímpicos de 2012 y provocara la correspondiente reacción de una gran parte de la población española que se animó a boicotear el cava catalán, el consumo de ese producto en España procedente de Cataluña no ha dejado de bajar. Del mismo modo, ese rechazo fomentó el despegue de las compras del cava de procedencia valenciana, riojana, aragonesa, vasca, castellano leonesa y extremeña. Aunque las que más se han beneficiado de ese efecto son las bodegas extremeñas que han duplicado su producción por su excelente calidad y precio.

Ante el parón de las ventas catalanas, el lobby del Consejo Regulador del Cava, dominado por los intereses de esa región, está impidiendo el desarrollo de plantaciones en otras zonas de España, para mantener su estatus quo y sus amplios réditos económicos. Eso se manifiesta especialmente en Extremadura, donde  todos sus viñedos de uva dedicadas al cava están concentrados en Almendralejo (único municipio autorizado a producirlo). Esa localidad tendría capacidad para expandir su cava exponencialmente porque prácticamente venden todo lo que producen, pero no le dejan aumentar su cultivo. Este término municipal obtiene apenas el 2,5 % de todo el cava español y, aun así, temen los catalanes su capacidad de expansión y de competencia. Además, el boicot de estos empresarios del Penedés impide el desarrollo de esa región, una de las más castigadas por el paro.

Plantar uva para cava permitiría contratar más trabajadores agrícolas y personal en las industrias vinícolas extremeñas. Eso es lo mismo, salvando las distancias, que hicieron con el tejido en el pasado, montando un sistema proteccionista amparado por el poder central del Estado que provocó el cierre masivo de industrias textiles fuera de Cataluña, con objeto de monopolizarlo. Ejemplo de ello fue la liquidación de la antaña floreciente industria de Grazalema de la lana, en la sierra de Cádiz.

Lo realmente decepcionante es que, mientras los empresarios catalanes han abandonado ciertos segmentos de exportación por falta de competitividad en el precio, como son las ventas de marcas blancas del cava al Reino Unido u a otros países, este grupo de presión no permite la producción de cava extremeño para cubrir esas demandas, cuando los extremeños producen el artículo más barato y con más margen económico. En cambio, están posibilitando que espumosos de otros países europeos satisfagan esa necesidad. Mercados, que si tú lo cierras en un momento dado, son difíciles de volver a recuperarlos a corto plazo. De igual manera, importantes bodegas catalanas, como Freixenet, están incrementando las hectáreas cultivadas en Italia para producir Prosecco y pretenden distribuirlo, después, en España, con el propósito de sustituir  sus mermantes ventas de cava en la península.

Parece que, en cierto sentido, estos empresarios catalanes limitan la competencia para mantener sus privilegios, sin importar las consecuencias. Esta política proteccionista debería de acabar, pero ¿habrá algún valiente que se atreva? Mientras tanto, tenemos muchas alternativas a esos vinos espumosos en nuestra propia provincia de Cádiz, sin denominación de origen cava, que merecen ser probados. Su consumo también ayuda a bajar el desempleo de nuestra tierra. En la variedad está el gusto. ¡Felices fiestas!

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