Durante 21 días, tiempo que tardan las heridas en cicatrizar, una talla de Juan de Mesa, que representa a Jesús “el nazareno”, procesionará por los barrios más pobres de Sevilla y otros aledaños. La Sagrada Misión, como muchos medios la denominan, viene con un objetivo claro que nos trasladan hermandades e Iglesia sevillana, apoyar a personas con graves problemas de pobreza y demás consecuencias sociales relacionadas con ella. Un objetivo muy noble, útil y necesario, si fuera real y bien intencionado.
Causa extrañeza que tales carencias sociales de orden material y humano se pretendan combatir con planteamientos sobrenaturales propios del medievo, procesiones, rezos, milagros, penitencias, comuniones, etc. tras todo este despliegue municipal, urbanismo, tráfico, parques y jardines, seguridad ciudadana, Lipasam, etc. se oculta la cruda realidad de estos vecinos, la incapacidad manifiesta, reiterada y criminal de condenar a miles de ciudadanos, mujeres, jóvenes inmigrantes especialmente a unas condiciones de vida inhumanas, en auténtica exclusión social y sin expectativas de vida alguna, situación que podrán soportar a duras penas con sus trapicheos, adiciones, pequeños robos, bonos para agua, energía y algún menú social, además del apoyo familiar y la mendicidad.
Las instituciones políticas, sindicales, educativas, sanitarias, universitarias, empresariales, de los medios de comunicación y sociales deberían analizar su papel social y aportar estudios, proyectos e inversiones para incidir contra tal pobreza. El ayuntamiento de Sevilla se va a limitar a aprobar permisos, coordinar áreas de servicios durante “la misión” acompañando el “sagrado cortejo”. Destinarán en 21 días recursos y servicios que se echan en falta todos los días, semanas y años atrás. ¿Qué pasa con los servicios sociales, la necesidad de vivienda, la creación de empleo, la educación inclusiva y la salud pública, la seguridad alimentaria, la calidad del aire, las zonas verdes, las agresiones y violencias contra las mujeres, etc.?
De eso ahora no se habla, ni el Gran Poder va a echar una mano, que no nos engañen como a tontos, de capirote, si me permiten la expresión. Que no nos humillen más, aunque lo dulcifiquen con bonitas músicas de marchas procesionales, cirios y llamadores, bastante tenemos con la pobreza y soportar la corrupción de tanto sinvergüenza y lidiar cada día con tantos estómagos agradecidos y españolitos sectarios, machistas e ignorantes. No nos humillen más.
Dos propuestas a todos y todas para combatir la pobreza: creación de asociaciones, plataformas y grupos vecinales fuertes y solidarios que exijan una auténtica democracia participativa, laica, solidaria y republicana. La segunda: llenar todas las ventanas y balcones de banderas andaluzas simbolizando nuestra rebeldía contra la pobreza y por unas instituciones que defiendan a todos y todas los que convivimos en Andalucía.
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