Un robot en una viña. FOTO: RICA.
Un robot en una viña. FOTO: RICA.

La agricultura es la principal fuente alimenticia a nivel mundial. Y también una de las que más enfrentan la salud humana a la sobreexposición química —España se lleva el podio a la nación con mayor uso de fitosanitarios de Europa—. Si bien en el último tiempo se ha consolidado la idea de que la aplicación intensiva de agroquímicos es necesaria para el desarrollo de la industria agroalimentaria, lo cierto es que hoy en día, existen alternativas más consolidadas que permitirán reducir la utilización de pesticidas en las prácticas agrícolas. Algo sumamente necesario, para disminuir el impacto ambiental de la actividad agrícola y alinearse con estándares de seguridad más precisos.

La sentencia de un jurado de California, en agosto pasado, contra la corporación Monsanto que obligó a indemnizar con 286 millones de dólares a un jardinero enfermo terminal de cáncer, es sólo la punta del iceberg de un mal mayor. Solo en Estados Unidos, existen más de 5.000 demandas como esta. En la Unión Europea, la utilización de glifosato también ha causado un gran debate que continúa generando opiniones encontradas.

El tiempo es más valioso que el oro. Ahora es tan vital como el aire que respiramos. El último informe del Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente, donde intervinieron 1203 científicos y 160 gobiernos, concluyó que existe un cuadro de escasez dramática de aire puro y agua. Con una tierra cada vez menos fértil —en los últimos 50 años se redujeron las zonas cultivables a la mitad—, y una población mundial en alza —según estimaciones de la ONU, se esperan 9.700 millones de personas para el 2050—, la alimentación, advierte el informe, se hace un desafío cada vez más insostenible.

A lo largo del tiempo, nos hicieron creer que se necesitan grandes cantidades de pesticidas para alimentar a los casi 7.500 millones que habitamos este mundo.  Pero la tecnología del agro ha dado un salto auspicioso, del cual poco se habla. Se lo llama agricultura de precisión. Cosechas sin impacto ecológico. Y sobre todo, con una reducción drástica en el uso de pesticidas. ¿Será el adiós, al fin, al cuestionado glifosato, el herbicida más usado a nivel mundial, el cual la Organización Mundial de la Salud acaba de incluir en la categoría de producto “probable cancerígeno humano”? Los científicos son optimistas. Y las corporaciones del agro deberían tomar nota y ponerse en acción.

La clave: una triangulación entre el Big Data, la Inteligencia Artificial y la inminente Internet de las Cosas, posibilitan obtener resultados similares al agro tradicional, evitando así transformar cada vez más áreas rurales en irrefrenables desiertos.

Olvídense de los románticos tractores y las cosechadoras colosales, la agricultura del futuro incluirá drones, sistemas robóticos terrestres y máquinas inteligentes interconectadas.

Científicos británicos especializados en agricultura robótica de la Universidad de Harper Adas, ultiman detalles de un sistema llamado “escarda a láser” que puede revolucionar la forma que tenemos de cultivar nuestros alimentos. El plan incluye tecnología de punta, pero en la práctica luce sencillo: un robot terrestre detecta con cámaras y computadoras, 26 clases de malezas invasoras y calienta las plantas a 95 grados, gracias a un dispositivo láser. Esto impide su multiplicación y su crecimiento, y obtiene, como resultado, cultivos 100% sustentables y ecológicos. La alternativa al láser son robots que extinguen la maleza detectada con dosis bajas de pesticidas. Gracias a este sistema sin aviones que derraman herbicidas en la atmósfera, sólo se emplea un 1% de pesticidas comparado a la agricultura tradicional. Las empresas se ahorran dinero, y, lo principal, se ahorra un impacto a gran escala sobre el medio ambiente.

Dejar atrás el empleo de máquinas pesadas en el agro, un rubro que parece más conservador que el mercado de los paraguas, también aporta beneficios colaterales: las máquinas tradicionales, en su paso por los cultivos, compactan la tierra, y dificultan su recuperación. Y así, el 90% de la energía que se malgasta en el agro va con destino a lograr que, tras la cosecha, los suelos recuperen su fertilidad.

En la actualidad, además de la tecnología terrestre, el agro cuenta con una ayuda extra más allá del cielo: el empleo de imágenes satelitales, una práctica iniciada en los Estados Unidas. Estas permiten a los productores tener secuencias diarias de sus campos —antes recibían una sola imagen al mes, hoy son secuencias de tres a 15 al día con pixeles de 3x3 mts— donde pueden detectar las áreas y el momento donde aparecen las malezas. De ese modo, las aplicaciones de herbicidas se reducen y se focalizan sólo donde es necesario. Para remediar lo que parecía irremediable, existen en desarrollo pulverizadoras que incluyen supervisión de caudal de herbicidas y condiciones climáticas. El productor, desde su móvil, podrá controlar el proceso y recibirá señales de alerta ante vientos que pueden extender el herbicida más allá de las áreas cultivables. Si la máquina pasa los valores indicados, el productor puede detener el rociado desde su teléfono. Buenas noticias, para un planeta que las necesita más que nunca. Firmado por Manuel Rodríguez.

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