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En algunos casos hay que dejar de hablar de catalanes o españoles, de usar una lengua u otra, hay que dejarse llevar por lo que nos hace a todos iguales: la condición de ser personas. 

Barcelona, cuéntame, ¿cómo estás? He escuchado y recibido mucha información sobre ti estos días y quería dejar un tiempo hasta escribirte para que descansaras. No quería que te convirtieras en mi tópico del martes, en un artículo más, pero finalmente decidí acortar mi propia jornada de reflexión para dirigirme directamente a ti. 

Aunque ya ha pasado casi una semana, las redes sociales y medios de comunicación siguen hablando del hecho. Veo que estás evolucionando muy bien y que por tus calles se vuelve a pasear sin miedo o, al menos, lo intentas ocultar con una sonrisa. Es muy triste todo lo que está pasando: obviamente, el atentado es el hecho más desolador y sin consuelo pero no he podido evitar ver todo lo demás. 

En momentos donde el único idioma que debía de hablar era el amor y la paz, nosotros discutíamos porque había personas expresándose en catalán. Daba igual todo lo que estaba pasando, que hubiese heridos, desaparecidos o fallecidos. Lo importante era que los representantes políticos hablaban en catalán. Te entiendo Barcelona, la lengua en ese momento no tenía cabida, no había que esforzarse por entender determinados términos, bastaba con sentir y unirse. En algunos casos hay que dejar de hablar de catalanes o españoles, de usar una lengua u otra, hay que dejarse llevar por lo que nos hace a todos iguales: la condición de ser personas. 

Ay, querida ciudad de Gaudí, ¡cómo se te ha usado en política! Bueno, y en los medios, porque ya sabemos que la independencia es un tema difícil de llevar para el cuarto poder: el periodismo. Algunos de tus representantes hablaban de heridos y los separaban entre españoles y catalanes. Como decía con el idioma, hay que dejar esas cuestiones para otros momentos. No te sientas vendida Barcelona, lo peor ya ha pasado. Este tipo de propaganda fomenta el odio y la separación en una situación crítica que no se puede permitir eso. 

Y hablando del odio, ¿qué me dices del racismo creado? Tú que eres la señora de la multiculturalidad, urbana y moderna, que por tus calles pasea la diversidad y la extravagancia, que das cabida a todos los colores y formas y, sin embargo, te ves en la diana de la xenofobia. ¿Cómo recibes esas críticas y comentarios tan destructivos hacia tus árabes, sean o no musulmanes? Yo sé que los quieres como a tus hijos, como a los mismos que nacieron allí. Pero en el resto del país cuesta entenderlo. No te desesperes, algún día entenderán que España ha sido un país de emigrantes. Nuestros abuelos iban a otros países a trabajar pero es que, en la actualidad, ocurre lo mismo. Dicen que tenemos a los jóvenes mejor preparados y, sin embargo, no hay oportunidades para ellos. De modo que, nosotros somos inmigrantes en otros lugares y no nos gustan que nos traten mal. 

Además, estamos hablando de todo lo ocurrido sin saber. No queremos abrir los ojos a otras culturas. Como resultado, vivimos en un mundo dividido y regido por la dicotomía de las partes. Siempre habrá un Occidente y un Oriente. Lo primero, formado por todos nosotros, cree ser el centro del mundo y, todo lo que sea diferente a él, tiene que adaptarse. Sin embargo, Oriente está formado por “los otros”, y creemos que todas las personas que lo componen quieren volver al Califato, a instaurar su religión y su política por nuestros rincones. A simple vista, parece que quieren que nos adaptemos a ellos. Tampoco es tan diferente a lo que queremos nosotros, ¿no? Es decir, ambos creemos que lo nuestro es lo mejor y por eso hay que implantarlo. 

Pero tú sabes que no es así. Ves por tus calles a musulmanes que no llevan incorporado el adjetivo de terrorista. Su interpretación de la religión no tiene nada que ver con los yihadistas, pues los primeros son partidarios de la convivencia cultural y condenan también el terrorismo. Por eso, querida ciudad, no entiendo el empeño que tenemos en etiquetar a todos como terroristas islámicos o islamistas. Imagina lo que ocurriría en España si se hablase de terrorismo cristiano. Nos ofenderíamos con razón. Unos, por ateos (en el caso de ellos, ser árabe no es lo mismo que ser musulmán), otros por ser cristianos pero no terroristas (ser musulmán no equivale a yihadista). En fin, es una cuestión de conocimiento. Pero yo creo que algún día podremos hablar con diferencia de términos, abriendo la mente y siendo más tolerantes. 

Por último, no me quiero quedar con el morbo surgido en torno a ti. Has sido grabada desde todas las perspectivas y ángulos. Se ha invadido tu intimidad, pues te han expuesto y enviado a través de numerosas vías, dejando ver el horror que has sufrido. Ni cerrando los ojos podían sacarnos tus imágenes de la cabeza, ¡qué dolor!

No quiero despedirme hablando de sufrimiento, porque bastante has tenido. Termino elogiando la humanidad que rodea a toda la gente que te quiere. ¡Cuántos halagos has recibido Barcelona! Dibujos de tu cuerpo por toda la esfera mediática y hasta muchos han recurrido a poetas del pasado, como el genio Lorca, para mostrar al mundo que se te aprecia desde siempre. Quédate con eso, con todas las personas que se han ofrecido a ayudar y con el corazón que se te ha ido reconstruyendo poco a poco en estos días gracias a todos. 

No necesito respuesta, porque sé que volveré muy pronto a saber de ti. Por lo pronto, empieza a latir.

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