Capitalismo travestido

Decir que la URSS, Cuba o China fueron o son comunistas es algo parecido a decir que en un pueblo andaluz hay un régimen comunista porque desde hace años gobierna un partido que se dice comunista

José Bejarano

Periodistas Solidarios

Los tentáculos del capitalismo.
Los tentáculos del capitalismo.

"La riqueza sólo va a parar a manos de quien la merece". La frase anterior es uno de los lemas más aplaudidos del líder de una poderosa empresa china de tecnología. Aparece recogido en el documental "Ascensión" de Jessica Kingdon. Otra de las ideas del personaje dice que "Si tu riqueza no se corresponde con tu inteligencia, la sociedad tendrá cientos de formas de quitártela". Las dos perlas sirven para definir la mentalidad imperante en la China actual, un país asolado por brutales desigualdades y por la explotación laboral más lacerante del ser humano a manos de un sistema productivo en el que rige la ley del más fuerte sobre el más débil. Lo chocante es que esto ocurre en un país que se hace llamar comunista. 

Tengo un amigo que dice que dejó de ser comunista cuando, en los años ochenta, conoció las condiciones de vida de los trabajadores de la URSS. Cambió de bando cuando tomó conciencia de que en los países llamados comunistas no existía libertad y de que la pobreza seguía siendo igual o peor que en los capitalistas. En su lugar, yo habría hecho lo mismo. El punto débil del argumento de mi amigo es que confunde a la URSS (y a China y a Cuba) con el comunismo. El comunismo no se ha materializado jamás en ningún lugar del mundo, más allá de algunos arranques iniciales o en pequeñas comunidades aisladas. Lo más parecido al modelo comunista que se ha alcanzado han sido algunas cooperativas en las que los socios son propietarios de los medios de producción. Todo lo demás es capitalismo travestido de comunismo.

Decir que la URSS, Cuba o China fueron o son comunistas es algo parecido a decir que en un pueblo andaluz hay un régimen comunista porque desde hace años gobierna un partido que se dice comunista. Esos países no fueron nunca comunistas. Lo que ocurrió en esos países fue que unos capitalistas sustituyeron a otros capitalistas, aunque los nuevos se hacían llamar comunistas. Los funcionarios del partido o del estado tomaron el poder que antes ostentaban capitalistas privados. No materializaron el comunismo porque, entre otras muchas condiciones, para poder hablar de comunismo tiene que darse la condición de que los trabajadores sean dueños de los medios de producción y decidan su forma de empleo. Sin democracia popular directa y sin el control de los medios de producción por parte de los trabajadores no hay comunismo.

Por el contrario, en los países llamados comunistas los dueños de los medios de producción siguen siendo una minoría encarnada allí por los funcionarios del partido. Minoría que domina hasta el último resorte de poder, desde el gobierno central hasta el municipio más perdido del más remoto rincón. Nada se mueve sin su permiso. Nada se hace sin su autorización. Ellos se atribuyen la verdad absoluta y deciden lo que debe decirse y lo que debe callarse. Quién trabaja y quién no, dónde se construye y dónde no. ¿Puede un sistema así ser llamado comunista? Evidentemente, no. Para alcanzar el comunismo ha de recorrerse un largo camino en el que ha de predominar la búsqueda de la igualdad, la equidad económica, la participación política, la horizontalidad en las decisiones, la transparencia en las cuentas públicas. Todo es de todos y todos deciden sobre todo. Sólo cuando se hayan alcanzado esas metas podrá hablarse de comunismo. Todo lo demás es travestismo político, tan abundante. En los regímenes mal llamados comunistas nada es de todos y unos pocos lo deciden todo.

Ha sido dicho hasta la saciedad que la gran virtud del capitalismo es su capacidad de adaptación a cualquier circunstancia histórica y económica. Cuando le ha convenido se ha adaptado a la dictadura, a la democracia, a la paz y a la guerra, a la socialdemocracia, al liberalismo y al neoliberalismo, a la república y a la monarquía, a la existencia de los sindicatos y a su extinción. ¡Hasta al comunismo se ha adaptado para sobrevivir a las revoluciones proletarias! Al supuesto comunismo, claro está. Porque los países mal llamados comunistas no son otra cosa que el capitalismo travestido con los ropajes del comunismo. Adopta su discurso, sus banderas, sus lemas y sus etiquetas, pero en el fondo mantiene las desigualdades, acumula privilegios y dicta lo que es posible hacer y lo que no. Es lo que ha sido llamado "capitalismo de estado", la forma más evolucionada del capitalismo.

Mi amigo hace años que dejó atrás su sueño de juventud. Dice que soñar con el comunismo es una aberración, entre otras cosas porque esa forma de hacer política ha provocado millones de muertos por la represión y el hambre ejercidas allí donde ha triunfado. Mi amigo, todos los amigos que son como él, han sido víctimas de la jugada maestra del capitalismo. Travestido a comunista, el capitalismo no sólo sobrevive a las revoluciones, sino que destruye cualquier sueño que pudiera amenazarlo en el futuro. Jugada magistral.

 

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