Una mujer cosiendo batas, en días pasados. FOTO: MANU GARCÍA
Una mujer cosiendo batas, en días pasados. FOTO: MANU GARCÍA

Hace un par de días, un/a amigo/a (no doy pistas para respetar su intimidad) nos relataba en una serie de audios, en un grupo de whatsapp, cómo había sido su difícil proceso de enfermedad por coronavirus. Nos contaba cómo había pasado por sucesivas etapas de la enfermedad, desde estar en casa a llegar al hospital, durante más de dos semanas y habiendo estado a punto de entrar en la UCI. Se despedía con un audio que transcribo literalmente:

"Si algo demuestra mi experiencia, la que os he contado, es que es más necesaria y más útil que nunca una sanidad pública como la que tenemos, que es una joya, gracias a los profesionales que se juegan su vida y su físico, exponiéndose con este virus tan contagioso, valientes como ninguno, un sistema que funciona. Estoy aquí y creo que lo puedo contar, que tenemos este sistema y hay que cuidarlo, porque te va la vida en ello. Gracias a la sanidad pública que es un joya que hay que cuidar".

Llevo pensando desde entonces si escribir o no este artículo, y si utilizar esta terminología de guerra, porque no me está gustando la retórica belicista que ocupa horas y horas en informaciones de todo tipo. No estamos ante una guerra sino ante una enfermedad, en la que la sociedad no tiene que pelear contra nadie sino precisamente cuidar de todos y todas, cuidarnos. Sin embargo me atraía la idea del búnker, ese lugar al alcance de pocos, que permite que ante un situación extrema, para aguantar y evitar la muerte, una persona se somete a una situación también extrema, aunque exclusiva, de confinamiento. Me atraía la idea de romper con la metáfora, pues no necesitamos un lugar físico donde confinarnos, sino un espacio social, instituciones y mecanismos normalizados que nos permitan contar con todo lo necesario para sobrevivir en situaciones de crisis y para vivir con dignidad toda nuestra existencia.

Vamos a salir de ésta, tocados, pero vamos a salir, a gritarle al mundo que el mejor búnker no es un lugar donde esconderse, salvarse individualmente, sino un “búnker social” que debe estar permanentemente a disposición de todas y todas. Ese bunker es una Sanidad Pública, un Sistema Público de Cuidados para todas, una Renta Básica o trabajo garantizado, soberanía alimentaria y democracia con mayúsculas.

Un búnker construido por una economía para la vida. Un economía de relocalización, de autoabastecimiento de las actividades esenciales para la vida (alimentación y cuidados) y que luche contra el cambio climático. Una economía para la vida que será posible si se pone en el centro lo común, recuperando lazos de vecindad, cooperación y apoyo mutuo, igualdad entre hombres y mujeres, justicia, cooperación y solidaridad internacional.

Porque es la única manera de no dejar a nadie atrás, porque no es cierto que estemos ante un enfermedad que no distingue de clases y situaciones sociales. Porque la situación que estamos viviendo la sufren dramáticamente las familias que tiene que atender a personas más vulnerables (mayores, enfermos, discapacitados, menores,..) y sin embargo tienen que ir a trabajar; las familias y personas pobres, que ya no tenían trabajo, ni vivienda, que se las ven y se las desean para conseguir alimentos; los trabajadores y trabajadoras precarias; las que cuidadoras y empleadas de hogar sin contrato; los autónomos y pequeñas empresarias y empresarios abocados a la ruina; las familias y personas que tienen poco espacio vital, en pisos pequeños, sin apenas un balcón; las familias que soportan la brecha digital con uno o dos móviles para todos, sin apenas recursos, ni materiales, ni culturales, para que sus hijos e hijas puedan seguir sus actividades escolares; las personas extranjeras que viven y/o trabajan de manera irregular y que tendrán mil y un obstáculos para acceder a cualquier recurso social o medida social compensatoria; las personas sin hogar; los menores extranjeros que se agolpan en pisos mantenidos a duras penas por las ONGs; tantas y tantas personas que tienen recursos muy, muy limitados, para afrontar el confinamiento y la situación social que vendrá, que ya está aquí. Nuestra sociedad debe contar con ese bunker social y una economía para la vida, que haga que todos y todas podamos vivir con dignidad.

Y para comenzar con algo a corto plazo:

Que la banca financie la moratoria de hipotecas y alquileres.

Que las eléctricas financien el exceso de gasto energético del confinamiento.

Que todas las de empresas del IBEX y otras grandes empresas con beneficios financien sus ERTES

Porque el resto de ciudadanos y ciudadanas ya estamos financiando la Sanidad Pública, la Educación, la Dependencia, las prestaciones sociales y hemos financiado hasta el rescate bancario.

Hay que socializar todos los beneficios que van a seguir teniendo durante la pandemia las grandes empresas y la banca, igual que se socializaron las pérdidas sobre nuestras espaldas, antes y ahora.

Para construir este búnker social y esta economía para la vida, que muchos colectivos y personas viene reclamando hace tiempo, tendremos que hacer algo: no quedarnos en casa después del confinamiento, sino salir a la calle, tomar partido y construirlo.

Archivado en:

Si has llegado hasta aquí y te gusta nuestro trabajo, apoya lavozdelsur.es, periodismo libre, independiente y en andaluz.

Comentarios

No hay comentarios ¿Te animas?

Lo más leído