Una imagen de la popular peña de Arcos. Siquiera, aprender geografía.
Una imagen de la popular peña de Arcos. Siquiera, aprender geografía.

Ninguna provincia es una unidad, salvo en lo político, y no siempre. El problema está en conceder a la provincia naturaleza de unidad, una naturaleza falsa. Niebla no es Huelva, aunque esté en esa provincia por decisión administrativa. La Línea o Jerez no son Cádiz. Están en la provincia de Cádiz. No es lo mismo. Arcos o Sanlúcar no son Cádiz aunque a los vinos de la tierra se les llame “de la tierra de Cádiz”. Precisamente ese es el problema. La provincia oculta a los pueblos. Ahí está el fallo.

Macael no es Almería, está en la provincia de Almería, Antequera no es Málaga. Todas estas y otras, hasta más de ochocientas localidades que conforman Andalucía, quedaron en la correspondiente provincia a la que fueron adscritas. Pero la adscripción todavía reciente de los pueblos a una provincia que comparte nombre con la capital, aunque se hizo con la aberrante intención de absorberlos, no ha conseguido hacerlos desaparecer. Del todo, no. Porque bastante sí que los oculta casi siempre; se libran las ciudades con un alto nivel de personalidad y notoriedad, como pueden ser los casos de Jerez o Écija entre otras. Pero, aunque se intente aparentarlo, ningún pueblo forma parte de la capital.

Lo que sí ha conseguido el decreto de división provincial, ha sido ocultar la existencia de los pueblos tras la barrera del nombre de la capital, a imagen y semejanza de la “capi”, como llaman los madrileños a la villa. El Jamón de la Sierra de Aracena, por ejemplo, es de la Sierra de Aracena, igual que el de El Pedroso es de El Pedroso, el Condado de Niebla es de Niebla, ciudad condal, y el mármol de Macael, es de la comarca de Macael. En ningún caso “la capi” ha podido sustituir al pueblo o ciudad correspondiente, sólo se les ha antepuesto para invisibilizarlos.

Es un error centrar la información en el nombre de la provincia, que es el de la capital de cada provincia, excepto en el caso de Euskadi y Navarra, ¡qué acierto el de ellos! Así que téngase claro, cuando una manifestación, por ejemplo, se hace en Cádiz (o en Málaga o en Córdoba, o dónde sea), se hace en la ciudad, villa o pueblo dónde quiera que tenga lugar, pero no en la provincia. O, si se prefiere, no en toda la provincia. Igual si se cierra una industria en una ciudad, se cierra en ese lugar, no en la provincia a la que dicha ciudad ha sido adscrita.

A Puerto Real se le ha hecho crecer —el gran sueño de tanta gente confundida en los términos “crecimiento” y “progreso”— al instalarle una industria que no se pensaba mantener, pero ha inflado su censo. Este ha sido el engaño. El problema surge cuando es retirada esa industria, superior a las necesidades originarias del lugar, porque es entonces cuando se encuentra con cientos o miles de parados que no tendría si esa industria se hubiera mantenido. Tener claros estos conceptos serviría para entenderse mejor. Porque con demasiada frecuencia se confunde el problema o la singularidad de un lugar con la capital y se hace propio de la capital, a causa de la traslación del nombre a la provincia.

Sería mejor para todos pensar menos en provincia y más en Andalucía. Esta es una de las asignaturas pendientes, uno de los aspectos en que hemos bajado de nivel desde aquella manifestación del 4 de diciembre, que se desarrolló en clave de unidad a todos los niveles, porque había sentimiento de unidad, cuando se decía Desde Ayamonte a María una sola Andalucía. Hoy ese sentimiento ha sido desintegrado, lo han vuelto desintegrador los políticos de derecha y de supuesta izquierda. Hoy hasta supuestos sinceros nacionalistas andaluces, piensan antes en la provincia que en la Comunidad, por eso se disecciona, se divide entre ocho, que al final viene a ser dividir entre ochocientos, contrapuestos entre sí por obra y gracia del centralismo que nos viene gobernando, tan presto a crear ochocientas identidades para destruir nuestra identidad de andaluces.

 

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