Definición o defineción

Esta derecha, pese a su voracidad, está apoyada por miles de trabajadores y pequeños empresarios, de forma inexplicable

El líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, con barones populares.
El líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, con barones populares.

Llamar a Podemos “izquierda radical” es símbolo de idiotez, o de promover la teoría de la confusión. Sería en este caso remover las aguas para meterse a pescador. En todo caso un juego sucio que el votante tiene el derecho y el deber de descubrir para dar la espalda a estos creadores de confusión. Al mismo tiempo adjudicar esa definición —más bien defineción por parte de quien la utiliza— por pedir 1.000 euros de salario mínimo, mientras la banca y grandes empresas —y muchas no tan grandes— se forran bien forradas literalmente, señala negativamente a los adjudicatarios del término y su lamentable aporofobia, su odio al pobre ampliado a cuantos viven de un salario. Cuando la derecha acusa a la izquierda y a la pseudoizquierda de radicalizada, está denunciando su propia radicalización. Su enfrentamiento visceral contra cualquier mejora en las condiciones de vida de la mayoría por pequeña que sea. Podría ser que hasta llegue a caer en delito de odio a la clase trabajadora.

Garamendi como principal valedor de esta lucha contra quienes hacen funcionar sus empresas y dar salida a sus productos dedica su mejor sonrisa a  defender que quienes ganan miles de millones de euros al año, unos beneficios que superan con mucho los de cualquier ejercicio anterior “no pueden”, “no tienen posibilidad material” de dedicar una pequeña parte de ese beneficio extra a sus empleados. Angelito, lo que falta es organizar una colecta para socorrer a los pobrecitos bancos, eléctricas, constructoras, y resto de empresas del Ibex así como las candidatas a entrar. Feijóo, como su “alter ego”, es el complemento necesario para defender en las Cortes los cortes (de manga) del primero a las clases bajas. Porque quien pide cincuenta o cien euros más de salario al mes, según ellos, está “poniendo en peligro la subsistencia de quien gana cientos y a veces hasta miles de millones en el mismo periodo”. Pero ni siquiera daña a quien su beneficio total es mucho menor pero el porcentaje es similar y hasta superior. Recuérdese que la subida de la alimentación alcanza al 80% en muchos productos sin bajar del 50% mínimo, lo cual supone un beneficio brutal por creciente. Y 50 euros no llega ni al 0’5% del salario actual. En muchos casos ni eso. Cuando alguien sube sus fabricados o sus servicios entre un cincuenta y un ochenta por ciento y se niega a entregar a sus empleados un cinco por mil, despertaría la más escandalosa hilaridad si no fuera tan dramático. Será que no les han informado que al subir beneficios en semejante porcentaje se superan beneficios.

¿Qué parte de esta subida repercute en beneficio del pequeño empresario? El tendero, el ferretero o el peluquero, entre otros comerciantes ¿Cuánto perciben de ese altísimo porcentaje de beneficio? Poquísimo porque su parte de beneficio es lineal. Su participación en esta subida es mínima, porque el porcentaje sobre el costo sigue siendo el mismo. Esta es la derecha española, la más reaccionaria y radical de Europa, capaz de superar con mucho a la húngara o a la polaca y a quien se lo proponga. No vamos a usar calificativo más duro para esta cicatería mezquina, aunque lo merece, por guardar el decoro que la actitud de ambos oscurece. Lo cierto es que esta derecha, pese a su voracidad, está apoyada por miles de trabajadores y pequeños empresarios, de forma inexplicable. Seguramente ignoran que están apoyando a sus más feroces depredadores y declarados enemigos que usan esos votos para aumentar su beneficio y disminuir el de todos los demás.

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