Aquel 28-F

Ahora, cansados de una Administración lenta y obtusa, los andaluces han dado su voto a los descendientes de aquel “andaluz: este no es tu referéndum” con que UCD pretendía apartarnos de la participación

Aquel 28-F. Recortes de propaganda sobre el referéndum del 28F, recogidos de la biblioteca de la Universidad Pablo de Olavide.
Aquel 28-F. Recortes de propaganda sobre el referéndum del 28F, recogidos de la biblioteca de la Universidad Pablo de Olavide.

Para dificultar la victoria del referéndum del 28 de febrero de 1980 en Andalucía, PSOE y UCD aprobaron la Ley de Referéndum el 28 de diciembre de 1979. Para dificultarlo aún más el tiempo de campaña se redujo de veinte a quince días y para acabar de rematarlo los dos partidos más votados se repartieron los papeles. A UCD le correspondió el de malo y lo representó bastante bien hasta el punto de auto destruirse por culpa de su oposición a ese referéndum y con ello a la Autonomía del artículo 151 de la Constitución.

El PSOE no fue menos actor para simular su apoyo al 151, una vez que habían conseguido poner todos los obstáculos que consideraron precisos para hacer fracasar el referéndum. Ya lo dijo en Marchena un importante personaje del partido en un mitin el primer día de campaña: “No es lo mismo perder por un 80% que por un 20%. No es lo mismo ganar en dos provincias y perder en seis que ganar en seis y perder en dos. Porque entonces, nosotros tendríamos más fuerza para enfrentarnos al gobierno”.

No importaba ganar el referéndum. Al contrario, intentaban que no prosperara, por eso antes de declararse defensores ayudaron a UCD a poner todos los obstáculos en su camino, incluso no denunciar la presencia de interventores de otras provincias en las mesas electorales. Lo que importaba era eso: tener más fuerza para enfrentarse al gobierno.

Las consecuencias del 28F colearon hasta pasado el verano, cuando el PSA acordó con UCD desbloquear la autonomía y declarar el referéndum superado, mediante la opción que da el artículo 144 de la Constitución. Entonces PSOE y PCE protestaron airadamente porque se desbloqueaba lo que ellos se habían cuidado de bloquear con tanto interés desde hacía tiempo. Aunque, con toda lógica, no reconocieron que ese fuera el motivo de su oposición al acuerdo, con griterío incluido ante los micrófono de las radios de Andalucía, para dar la impresión de que todo el mundo estaba contra dicho acuerdo, sino otro mucho más sinuoso y falsario: “—El pueblo andaluz ha votado 151 y le quieren dar 144” —decían en clara y alarmante mentira, porque el 144 no es un artículo autonómico, sino sólo una fórmula, una vía, un camino, para declarar superado el referéndum.

Todo ello después de haber llenado mítines y medios de comunicación con “sentencias” como: “—Este no es el problema del ferroviario, que si vía del 143 o vía del 151.”. Tan real es la vergonzosa mentira, como que un mes después de haberla urdido ambos partidos suscribieron exactamente el mismo acuerdo al que un mes antes se habían opuesto de forma tan beligerante.

Ahí comenzó el desmontaje del espíritu autonómico. Ahí comenzó la labor de zapa para, desde los poderes otorgados en la Junta y Canal Sur, llevar al pueblo andaluz a la conclusión (falsa, por supuesto) de que la Autonomía “sólo servía para gastar más dinero”. Como si la administración de un Patrimonio tuviera que ver con la naturaleza del Ente y no con la forma de administrarlo. Si las autonomías debieran disolverse por no funcionar bien como han defendido algunos iluminados ¿Cuántos kilos de disolvente harían falta aplicar al Estado español?

Ahora, cansados de una Administración lenta y obtusa, los andaluces han dado su voto a los descendientes de aquel “andaluz: este no es tu referéndum” con que UCD pretendía apartarnos de la participación. Y ahora la dirigen quienes siempre se opusieron a la Autonomía, traición al principio de la democracia que es la participación. Y se siguen oponiendo. Porque la Autonomía la queremos para aprovechar nuestros recursos, para recuperar nuestro genio, nuestra historia, nuestra cultura, nuestra economía. Para mejorar el nivel de vida del pueblo andaluz. Y eso es precisamente lo que no preocupa a los actuales dirigentes como no preocupó tampoco a los anteriores; porque mientras se siga gobernando para facilitar la salida de nuestros productos, para ser mercantilizados sin beneficio alguno, para ocultar nuestras raíces, se estará gobernando contra Andalucía.

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