Abderramán III sigue secuestrado en Cadrete. VICTORSALVO
Abderramán III sigue secuestrado en Cadrete. VICTORSALVO

Cuando hace ya más de dos años —quizá más de tres— pedimos al Ayuntamiento de Cadrete que nos depositara el busto del rey de Hispania Abderramán III, se nos contestó que estaban acondicionando un lugar adecuado al recuerdo del personaje, podía ser el Museo o el Ayuntamiento, todavía está por ver, porque la escultura sigue en un almacén, dónde ni cadreteños ni visitantes pueden acudir a verlo.

Ahora, como entonces, nos vemos en la necesidad de reiterar la petición, no al pueblo de Cadrete, dónde hay mucha gente que querría tenerlo a la vista, para recordarlo como defensor de la seguridad del pueblo para el que construyó el Castillo, dónde algunos vecinos querrían tenerlo expuesto a la mirada y al disfrute de propios y extraños. ¿Es que el Ayuntamiento no representa a ese numeroso grupo de vecinos?

Abderramán, como rey de Hispania aunque la historia oficial no lo tenga reconocido y no figure en la plaza de Oriente junto al resto de reyes de Hispania, de España y del reino godo de Toledo, es una figura insustituible de la historia de este Estado que tanto ha luchado y lucha por mantener abierta la brecha entre España y las Españas. Desgraciada tesitura en la que autoridades e influyentes (partidos, sindicatos, asociaciones, historiadores oficialistas y todos los seguidores de los anteriores) mantienen a la población hispana, conscientes de la mayor facilidad para dominar a un pueblo dividido.

Abderramán III, nacido en Córdoba, rey de la zona de la península ibérica que dentro y fuera se conoció como Hispania durante ochocientos años, no fue “moro” ni invasor. Por lo discutible de esa supuesta invasión indemostrable, pero más porque había nacido dentro del territorio hispano del que fue su rey, como los demás emires y califas, como consta en las monedas que se han podido recuperar. Abderramán, para defender Cadrete y Zaragoza de las invasiones desde el reino de Aragón, dotó a la población del castillo, que es su origen. Poco favor hacen a la historia y a la verdad quienes niegan una verdad tan evidente y clara. Nadie ha podido vivir mucho más de cien años, que se sepa, si se exceptúa a Matusalem, personaje de ficción salvo que los meses se contaran como años. Para que Abderramán III pudiera ser considerado extranjero, tendría que haber nacido ciento noventa años antes y haber vivido doscientos cincuenta. Cifras inalcanzables, ciertamente.

Renunciar al pasado es propio de pueblos incultos, bárbaros más que incultos porque la incultura tiene remedio, pero solamente cuando existe voluntad de adquirir la cultura precisa. Negar su sitio a Abderramán es negar una parte importante de la historia. Y aunque es un historicismo falso, falseado por gente sin escrúpulos, es falseado incluso por gente con una carrera.

La gente de Cadrete con apego a la historia no falseada, con apego a la verdad histórica, quiere tener el busto en lugar visible. Porque el rey de Hispania es parte de su historia, porque reivindica su historia, porque tiene todo el derecho a recuperar esa parte negada por una reacción que niega la españolidad de los reyes hispánicos pero se la otorga, gratuitamente, a los godos, verdaderos invasores, traidores a sus acuerdos con Roma, que siempre quisieron ser y así se nominaron “reino godo de Toledo”.

Por segunda vez conminamos al Ayuntamiento de Cadrete a que dé su sitio a quien puede considerarse su fundador. Y si vergonzosamente renuncia a su deber, que nos haga depositarios de esa Estatua. Sobrarán sitios dónde lucirla con orgullo. Con la dignidad que Abderramán merece.

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