Un trabajador anda por Gibraltar con una carretilla, en una imagen de archivo.
Un trabajador anda por Gibraltar con una carretilla, en una imagen de archivo. JOSÉ LUIS TIRADO

Apenas quedan menos de dos semanas para que concluya el plazo dado a fin de alcanzar un acuerdo que regule las relaciones futuras entre la Unión Europea y Reino Unido, en el marco del denominado Brexit. Lejos queda ya la convocatoria de un referéndum en junio de 2016 por parte del entonces primer ministro británico David Cameron, caído en desgracia por ello, que preguntaba a la población si deseaban mantenerse o salir del club europeo. Lejos queda también la campaña tóxica y llena de falsedades de los sectores euroescépticos que provocaron una victoria mínima de la salida de la Unión, ante la estupefacción del resto de Estados miembros y de buena parte de la propia población británica.

A fecha de hoy siguen las negociaciones para alcanzar un acuerdo que recoja, en esencia, unas relaciones bilaterales lo más parecidas posibles a las existentes actualmente y no conlleven, en definitiva, una distorsión del mercado y particularmente de la libre circulación en todos los sentidos. Pero, ¿ha merecido todo esto la pena?

Para Reino Unido, la pertenencia a la UE ha sido siempre un mal menor, una necesidad de no quedarse atrás cuando se dio cuenta a finales de los años sesenta que el proceso de integración europea era el futuro. Y además lo más lucrativo desde un punto de vista económico. Sí es cierto que actuaron con desidia e incluso falta de solidaridad en el lanzamiento de ciertas políticas europeas de calado, como la política social, pesquera o de seguridad, pero lograron obtener pingües beneficios….tan solo acordarse de los miles de ciudadanos británicos residentes en la Costa del Sol, propietarios de bienes muebles y asiduos a nuestro servicio sanitario. No obstante, Reino Unido jamás se ha encontrado cómodo en la UE, y las razones de su salida se basan en esencia en la búsqueda de recuperar su soberanía en materias de relevancia, especialmente el control de fronteras y las políticas migratorias. El orgullo británico no cambia en absoluto con el paso de los tiempos…

El ciudadano británico, durante los primeros meses del Brexit, ha parecido estar viviendo en una nube, irreal, sin creerse privado de las bonanzas comunitarias. Pensaba que esto no iba con ellos y que la famosa diplomacia británica conseguiría un acuerdo, como siempre, beneficioso para la Corona…pero no fue así. Desde el primer momento, y es algo que hay que reconocer positivamente, todos los Estados miembros de la UE en bloque se han posicionado en el sentido de no conceder ningún privilegio a Reino Unido, negociando de igual a igual y aceptando la voluntad de querer abandonar la Unión…con todas las consecuencias. Es más, ya en el inicio del proceso —recuerden el gobierno de Teresa May— se dejó patente que el Reino Unido carecía de cualquier estrategia de salida, y el problema, para todos, es que parece que sigue sin tenerla. Y es ahí cuando los británicos han visto las orejas al lobo y han comprendido el error de salir de la familia europea. Especialmente por los beneficios que ello aporta.

Para la Unión Europea, y sus ciudadanos, la salida de Reino Unido posee dos caras. Por un lado, los británicos eran realmente una piedra en el zapato en el avance del proceso de integración en políticas de relieve. Un claro ejemplo son los avances en industria de defensa sin el veto británico y que nos va a hacer, a medio plazo, autónomos respecto de la Alianza Atlántica en el marco de la gestión de crisis y la prevención de conflictos…una autonomía estratégica creíble. Igualmente por lo que respecta a la integración en cooperación policial y judicial en el espacio Schengen. Por otro lado, sin embargo, su salida también tiene consecuencias negativas, y con independencia de alcanzarse o no un acuerdo antes del 31 de diciembre. Tan solo algunos ejemplos: los miles de españoles residentes en Reino Unido que verán modificado su estatuto legal, la exportación de vinos de Jerez (sherry) hacia las islas, o, de lo que más se está hablando ahora, el sector pesquero y su impacto social y económico.

Y a partir del 31 de diciembre, ¿qué pasará? Pues si hay acuerdo, se deberían adoptar fórmulas y normas para que las relaciones entre las partes apenas cambien en la práctica. Ya lo estamos viendo con la aplicación del Acuerdo de retirada que está actualmente en vigor. Sería una relación copiando otros modelos como puede ser el canadiense, con ciertos beneficios y reconocimiento de derechos para los intereses británicos en el mercado europeo. Si no hay acuerdo, entonces el problema será mayor. Reino Unido pasará a ser un tercer Estado a todos los efectos y sin ningún tipo de relación bilateral con la UE, con la que tendrá que negociar caso por caso y aplicando las normas de derecho internacional que existan en cada ámbito. Esta situación será más patente con las cuestiones de control fronterizo y libre circulación, llegándose incluso a la posibilidad de exigir visados a los ciudadanos británicos para circular por Europa o, como paradigma complementario, la necesidad de validar sus permisos de circulación para poder conducir fuera de las Islas. Sin acuerdo, entonces, se acabarían los beneficios y el mutuo reconocimiento de los actos jurídicos entre las partes, como uno de los hechos más destacados.   

Y para nosotros, en el sur de España y de Europa, el Brexit no nos es ajeno. En absoluto. Sigue existiendo una colonia británica en nuestro territorio – Gibraltar -, la cual, curiosamente, en el referéndum de junio de 2016, votó un 96% a favor de mantenerse en la UE. No parece que para Londres la colonia sea una prioridad, lo cual ha conllevado a su Primer Ministro, Fabian Picardo, a adoptar continuamente medidas de contingencia y viajar a la City buscando algún respaldo o estrategia de salida….sin éxito. Más allá de la posibilidad lejanísima de recuperar la soberanía sobre el Peñón, el Brexit debería ser un acicate para favorecer, de una vez por todas, las condiciones socio-económicas de todo el Campo de Gibraltar. En efecto, esta zona, muy castigada en los últimos años por los tráficos ilícitos, podría aprovechar la coyuntura para buscar fórmulas, a través del Gobierno español, que fueran positivas para todas las partes, limitando los efectos del Brexit. Y la propuesta de crear una Agrupación Europea de Cooperación Territorial en Gibraltar - Campo de Gibraltar, parece ser un interesantísimo primer paso en este sentido.

En definitiva, nos encontramos con una negociación, una partida donde, inexorablemente, habrá dos perdedores: Europa y Reino Unido. Tan solo cabe esperar cuánto estará cada parte en disposición de perder….y una última pregunta quizás retórica….¿cuánto tardará Reino Unido en volver a solicitar la adhesión a la UE?  

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