Bótox, drogas y rock and roll

Foto Francisco Romero copia

Licenciado en Periodismo por la Universidad de Sevilla. Antes de terminar la carrera, empecé mi trayectoria, primero como becario y luego en plantilla, en Diario de Jerez. Con 25 años participé en la fundación de un periódico, El Independiente de Cádiz, que a pesar de su corta trayectoria obtuvo el Premio Andalucía de Periodismo en 2014 por la gran calidad de su suplemento dominical. Desde 2014 escribo en lavozdelsur.es, un periódico digital andaluz del que formé parte de su fundación, en el que ahora ejerzo de subdirector. En 2019 obtuve una mención especial del Premio Cádiz de Periodismo, y en 2023 un accésit del Premio Nacional de Periodismo Juan Andrés García de la Asociación de la Prensa de Jerez.

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Venía de vuelta del espectacular concierto de Scorpions en la Plaza de Toros de Córdoba del pasado sábado, cuando se me ocurrió la idea de esta tribuna.

Venía de vuelta del espectacular concierto de Scorpions en la Plaza de Toros de Córdoba del pasado sábado, cuando se me ocurrió la idea de esta tribuna. Puede parecer una frivolidad, habida cuenta de los múltiples temas de actualidad que nos golpean casi a diario en los informativos (salvo el tema “Venezuela”, que tras las últimas elecciones generales parece haber desaparecido de la primera plana televisiva), pero creo que puede ser un fiel reflejo de la sociedad en la que vivimos.

Y me explico. De un tiempo a esta parte, son muchos los cantantes o bandas de rock que han renacido, cual Ave Fénix, cuando ya los dábamos por prejubilados y puede que hasta por muertos. Este fenómeno sí que llama la atención de múltiples noticiarios, quizá por lo que tienen ciertos artistas de “legendarios”, o puede que sea porque, con el paso de los años, se les ha reconocido su labor y la huella indeleble que han dejado no en una, sino en dos y hasta en tres generaciones.

Así, últimamente no llama tanto la atención que vengan a España Beyoncé, o Rihanna, o Christina Aguilera, o Justin Bieber, por poner ejemplos de rutilantes estrellas recientes, y sin embargo agotamos entradas y calificativos en dos minutos, si se trata de los Rolling Stones, AC/DC, Bruce Springsteen, Iron Maiden, Bon Jovi, Metallica o los susodichos Scorpions.

Está claro que el que tuvo, retuvo… pero me temo que este nuevo renacer de las viejas glorias rockeras se debe no solo al mérito adquirido por éstos a lo largo de décadas, sino también al demérito del resto… a los que no supieron nadar en las mismas aguas y se hundieron en el sumidero del recuerdo, o a las nuevas generaciones de rockeros que no saben o no tienen suficiente entidad para crear, no ya clubs de fans (eso lo hace cualquiera) sino lo que las grandes estrellas: estados de ánimo colectivos.

Asistes a un concierto de los “viejos” temiendo que sea quizás el último (ya saben… la edad, el castigo de sus cuerpos…) y así recibes sus actuaciones como si fuesen auténticos magisterios y cátedras musicales, que nadie más puede darte. De hecho, suele ser así. Y nuestros escenarios se llenan de viejas glorias que sacan de las tablas a los nuevos, incapaces de ofrecer algo diferente, menos encorsetado, previsible… enlatado.

Los viejos siguen sonando “frescos” y esa es la clave del éxito. Lo que los mantiene después de 30, 40… ¡50! años en la cúspide del mundo del rock y la música en general.

Sólo cuando ves en la pantalla gigante a Jon Bon Jovi o a Klaus Meine (Scorpions) con los carrillos inflados de bótox, y la piel estirada a golpe de lifting te das cuenta de que ni tan siquiera los que se han ganado la eternidad nos durarán toda la vida.

Y es entonces cuando también te das cuenta de que te estás haciendo mayor…

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