Blas Infante hoy: en el 140 aniversario de su nacimiento

Es un ejemplo para quienes luchamos contra la desigualdad, la discriminación y la injusticia; para quienes consideramos que la defensa de la soberanía de Andalucía es la mejor forma de salvaguardar la cooperación y la solidaridad entre los pueblos

Ilustración de Blas Infante en su juventud.
02 de julio de 2025 a las 10:29h

Escribe Roger Garaudy que el pasado no adquiere sentido, sino en función del presente. Y este último, a su vez, alcanza su máxima dimensión en tanto diseña el porvenir. Toda nuestra existencia está en base a ese destino, si es que nuestra Vida -siempre escrita por Infante con mayúsculas- es algo más, como él razonaba, que una mera supervivencia biológica o instintiva. Con ello, celebrar este 5 de julio la efeméride del andaluz que nace en Casares nos invita a poner el acento en la vigencia de su pensamiento. Estaremos de acuerdo o no con sus ideas, pero el sentido de su vida es un ejemplo de militancia en la esperanza de un anhelo realizable. Un proyecto por el 18 de julio abortado, sí, pero Infante vive. Recuperado, deja un rastro que le hace presente; entre otras cuestiones, por una historiografía que recrea y profundiza cada vez más la trascendencia en el tiempo del esfuerzo creador de su anticipatorio legado. El pensamiento, sus acciones y su profunda confianza en el protagonismo de Andalucía a través de su mayoría social han dejado una huella que continúa inspirando debates, movimientos sociales y políticas. Pero ¿qué significa hoy hablar de la vigencia de Blas Infante? ¿Cómo pervive su legado en la Andalucía del siglo XXI?

Desde luego, es un atrevimiento por nuestra parte pretender hacerlo en contadas líneas. Lo clásico es combatirle sin más tal como realiza el neofascismo galopante ante el título de Padre de la Patria Andaluza porque madre -dicen- no hay más que una: la suya que nos obligan a asumir como un bebé robado. O bien, identificarlo torpemente con el “viejo PA”, como intentan algunos andalucistas rebeldes que, con su poderío andaluz, intentan sacudirse cualquier tizna del pasado, cuando -en realidad- no son sino una nueva versión tan inédita como consecuente de otras generaciones que le precedieron. Lo dejó escrito el notario: “sin ser leído seré despreciado”.

El patio no está para hablarnos unas botellas, como se dice por Jerez. Navegamos en un marco donde la izquierda administrativa no logra traspasar el techo de cristal del 78, con una Carta Magna cada vez más desbordada por la realidad, bajo una sociedad andaluza impregnada de las limitaciones del régimen pesoísta del 82 y ante un 15M que es más un recuerdo que un activo para el presente. El escenario no puede ser más preocupante para calibrar la dimensión de su alternativa si, además, le sumamos, la ola reaccionaria que invade el planeta, el poder invisible de intereses empresariales que nos inocula un miedo artificioso, las intangibles maniobras del Estado profundo o, entre otras cuestiones, la voladura de aquellas normas y derechos que regían la humanidad tras la Segunda Guerra Mundial. El sentido ético del ejercicio público se tambalea y pone alfombra roja a la ultraderecha. Estamos en el zaguán de un oscuro paradigma donde el desprecio a los valores de izquierdas, grupales/participativos o, simplemente, democráticos o humanitarios, pueden llegar a ser un lejano objeto de deseo. Es más, los iconos de las nuevas generaciones no abren paso, sino a viejos valores. La política es la historia que se va haciendo y el compromiso militante no debería ser un lujo.

Ante esto, el referente andalucista se nos presenta microscópico de no ser por la coherencia y consecuencia demostrada por vida y obra. Desclasado en una sociedad de clases, Infante no solo elabora una visión integral de Andalucía como sujeto político soberano de derechos empapado en cultura diferenciada dentro del Estado; además, su movimiento, es precursor en introducir en la narrativa política de su época nociones hoy vivas tales como: soberanía, con-federación (Estados Unidos de España), autogobierno, nacionalidad, identidad propia, plurinacionalidad, Andalucía libre… entre otras. Fue partícipe de la vanguardia federal decimonónica que invitaba a la mujer a su proyecto de liberación desde aquel feminismo primigenio y rompedor, cuestionando tradiciones crueles, colectivizando la solución al problema de la tierra, diferenciando creencias personales de la acción de Estado, disputando los dogmas histórico-culturales del nacionalcatolicismo, definiendo un horizonte inclusivo donde nadie es extranjero y una sociedad más equitativa y solidaria… anhelos políticos que no dejaba al margen la naturaleza, los animales sintientes siempre con las futuras generaciones muy presentes.

Su “nacionalismo internacionalista” aleja su pensamiento de cualquier veleidad supremacista étnico-burguesa dibujando un andalucismo inclusivo, solidario y no excluyente. No en vano, somos el único pueblo del planeta que invoca a la humanidad en el lema de su escudo y versos de su himno como permanente referencia, humanista y fraternal, de su Ideal. Fue el primero en rechazar la vieja España uniformista al afirmar desde la nacionalidad andaluza la redención del Estado desde sus territorios; en proclamar para nuestra tierra una identidad propia fruto de un mestizaje de siglos; fue pionero en señalar el origen del latifundio tras la conquista cristiano-castellana y en considerar las raíces morisco/andalusíes del flamenco al otro lado del Estrecho.

En paralelo a su dimensión política como singularidad para su tiempo, Infante se erige en referente ético y moral. Y lo es por un sentido altruista pero profundamente vocacional. Política es progreso, servicio público, educación y ejemplo. Sin más interés que cambiar su realidad, quizás por eso, Blas vive hoy en todo andaluz o andaluza de conciencia, que lucha sin más pretensión que la defensa de un pueblo digno y su identidad. Es un ejemplo para quienes luchamos contra la desigualdad, la discriminación y la injusticia; para quienes consideramos que la defensa de la soberanía de Andalucía es la mejor forma de salvaguardar la cooperación y la solidaridad entre los pueblos y no una mera herramienta de propaganda verdiblanquista o una puntual maniobra partidista. El andalucismo de izquierdas es una convicción emancipadora más allá de la imagen y la estrategia. Ser andalucista infantiano es ser crítico y militante, republicano y soberanista autóctono (“indígena”) ante los peligros del capitalismo y sus prácticas neoliberales. Ya lo escribió Marx: no dejes que las ideas dominantes sean las de las clases dominantes,

Y lo más importante, recomendó la necesidad de cambiar antes el corazón y la mentalidad de las personas para, en paralelo, poder transformar en profundidad y activamente la realidad, con consciencia y no con violencia, sumisión o propaganda. Una personalidad densa y poliédrica a la que invito a conocer al hilo de la conmemoración, ya sea a la sombra del aire acondicionado o con los pies metidos en agua. Siempre junto a un buen búcaro. Eso sí, despojado de prejuicios y con valentía. Atrévase.