Visitar Casares (Málaga), en el 140º aniversario del nacimiento de Blas Infante, no es simplemente asistir a un acto institucional. Es volver a las raíces profundas de nuestra tierra. A ese lugar, sencillo pero luminoso, donde empezó a germinar una idea que con el tiempo se convertiría en esperanza: el andalucismo del respeto, la dignidad, la cultura y la unidad.
Allí, entre calles blancas y memoria viva, no conmemoramos solo el pasado, sino el proyecto que hoy nos impulsa hacia adelante. Blas Infante no llamaba a la confrontación ni al privilegio: llamaba a la conciencia, al despertar sereno de un pueblo que tenía derecho a ser escuchado.
Hoy, más de un siglo después, ese espíritu sigue vivo. Se siente en la emoción de los vecinos de Casares, en la rehabilitación de su casa natal —convertida en símbolo abierto al futuro—, y también en las palabras de nuestro presidente, Juanma Moreno, quien expresó con claridad:
“Los andaluces compartimos la rebeldía de espíritu que nos pedía Blas Infante… pero hoy lo hacemos desde la serenidad, la sensatez y el compromiso con el futuro.”
“Andalucía no se calla. Andalucía no se conforma. Andalucía reclama lo que es justo”.
Esa es la Andalucía en la que creo. Una tierra que no renuncia, que no se resigna, que no pide más que lo que merece. Una Andalucía orgullosa, moderna, profundamente nuestra.
Blas Infante soñaba con una tierra levantada sobre la educación, el trabajo y el amor a lo propio. Hoy, estaría profundamente orgulloso de ver cómo Andalucía es una comunidad referente en Europa, motor del sur de España y espacio de conexión entre continentes, culturas y oportunidades, con una economía sólida, una voz fuerte y una ciudadanía que cree en sí misma.
Avanzamos con paso firme, sin estridencias, pero con determinación. Sin levantar la voz, pero sin bajar la mirada. Con políticas centradas en las personas, con gestión eficaz, con compromiso real.
Y lo hacemos desde un andalucismo sereno, leal, integrador. Un andalucismo que no divide, sino que cohesiona. Que no se disfraza de nostalgia, sino que se proyecta hacia el futuro. Ajeno a la separación y comprometido con una realización de un proyecto abierto, una tierra universal donde pueblos y civilizaciones a lo largo de la historia han dejado su huella.
Esta es la Andalucía que late hoy: La del campo que alimenta y la industria que transforma. La del legado de nuestros abuelos y padres, y la ilusión de nuestros hijos y nietos. La que defiende su patrimonio cultural y lidera la digitalización. La que mira al pasado como referente de gratitud y experiencia, y al futuro desde la esperanza. La que ha aprendido a crecer sin olvidar quién es, ni de dónde viene.
Una Andalucía que avanza. Que no se detiene. Que progresa. Porque sí: creemos en Andalucía y en España.
Trabajamos por un país de ciudadanos libres e iguales ante la ley y por un modelo autonómico sólido y cohesionado. Un país donde se concilie unidad con la diversidad, donde exista una financiación justa y equilibrada para todas las comunidades autónomas, donde no haya barreras artificiosas para el progreso y no existan privilegios propios de una autarquía.
El legado de Blas Infante no es una bandera del pasado: es un compromiso y un reto para el presente y para el futuro. Un compromiso con Andalucía, con España y con las generaciones venideras.
Él lo explicitó muy de manera nítida: “El ideal andaluz no es separarse, sino realizarse”.


