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Es comprensible entonces que las mujeres decentes, las jóvenes de los años 40 y 50, consideraran ese gesto algo indecoroso, propio de artistas, mujeres de vida alegre, y también de aquellas frescas que se entregaban a la pasión.

Escucho mi programa de radio favorito durante la mañana y me entero, ¡oh cielos!, que se celebra el Día Internacional del beso. Ya no saben qué inventarse. Ya hay días de todo, y nosotros, simples mortales, “entramos al trapo” y nos dedicamos a colgar frases e imágenes con besos de todo tipo en las redes. De pronto me viene a la cabeza una película japonesa que vi la semana pasada, en la que dicha caricia brilla por su ausencia. Bueno, no sólo los besos. La verdad es que, como todos sabemos, la cultura oriental es poco dada al contacto físico. Total, que eso del beso es algo cultural. Incluso entre nosotros ha cambiado mucho la costumbre de manifestar afecto o amor erótico a través de ese tipo de caricia, que a muchos les puede parecer demasiado íntima como para ir por ahí regalándola a diestro y siniestro y en público.

Eso de besarse a todas horas, y de hacerlo en la esquina de la calle, en medio de una plaza, en el pasillo del Instituto, en medio del recreo, eso es muy moderno. ¿O alguien ha pensado que esa forma de saludar que tenemos ahora en España, cuando nos presentan a alguien, con dos besos ha sido siempre así? Para nada. Está claro que si vamos a Alemania o a cualquier país europeo, el saludo de presentación se limita a estrechar la mano, como nosotros, los españoles hacíamos hace pocos años. Así que más vale que tengamos cuidado, si salimos de nuestro entorno cultural, si no queremos vernos en un aprieto por ser besucones.

De hecho, no es tan raro encontrar a personas de una cierta edad,  especialmente mujeres que han vivido en el mundo rural, que nunca han practicado el beso en la boca. Y si no, preguntad a vuestras abuelas a ver qué os dicen. Mira por dónde viene como anillo al dedo hablar del programa que emite todas las tardes Canal Sur, cuyo presentador, un hombre de mediana edad, al que llaman Juan y Medio, se pasa  el rato charlando con personas mayores, algunas de ellas entrando ya en la ancianidad.

El programa tiene un valor testimonial y sociológico muy interesante. Este Juan, un muchachote altísimo, al que las mujeres mayores, sobre todo, consideran el hijo ideal y como tal lo tratan. Pues, como digo, este Juan tiene una forma muy peculiar de acercarse a la gente sencilla. Y es que, además de ser un andaluz almeriense y conocer, por tanto, la idiosincrasia de los nativos de esta región, tiene una gran habilidad para orientar los relatos de vida de las personas que se acercan al programa con el objetivo de encontrar su media naranja.

No es tan raro encontrar a personas de una cierta edad,  especialmente mujeres que han vivido en el mundo rural, que nunca han practicado el beso en la boca

Y no es broma. El programa se ha convertido en uno de los más vistos, comentados y visitados por las personas mayores de cincuenta años, especialmente las que viven en los pueblos y no tienen otras distracciones o cosas mejores que hacer a esa hora de la tarde. Me temo que también lo seguirá gente que, como yo, tenga algún otro motivo o curiosidad de tipo sociológico, o simplemente le ayude a dormir una siestecita. Así que no tengo nada que reprochar a nadie. Sobre todo porque sus cadenas vecinas, a la misma hora se dedican a “despellejar” a cualquier famoso, famosilla, o famosillos que se dejen, e incluso que no se dejen. Así que, por mi parte, es mucho más edificante buscar novio o novia para nuestros mayores, que hundir al prójimo

He recordado una de esas historias a las que me puedo quedar enganchada por pura curiosidad, o porque la protagonista tiene algo interesante o singular. Remedios, una mujer de muy buen ver, aunque ya debe de tener sus setenta años, presume ante las cámaras de que nunca ha recibido un beso de tornillo. Por supuesto, es algo tan extraño para ella, que le resulta enojoso, vaya, que no le hace ninguna ilusión, más bien le produce cierto miedo, incluso algo de repulsión, me preguntaba yo, viendo sus gestos. Y, sin embargo, al mismo tiempo parece estar interesada en aprender la técnica con alguien que sepa enseñársela; un hombre “apañao” que quiera acompañarla los últimos años de su vida, un compañero con el que vivir esas cosas que un tiempo oscuro y mojigato le robó.

Esto de los besos de tornillo tiene que ver con los usos amorosos a lo largo del tiempo. Olvidamos, o quizás nadie nos ha explicado, que la historia es larga y muy variada en cuanto al concepto de amor romántico, a las formas de seducción y cortejo. En fin, a la relación entre hombres y mujeres. Nuestros abuelos, incluso nuestros padres tenían rituales muy diferentes a los de ahora, cuando se acercaban al otro sexo. De hecho, el beso en nuestra cultura es como un preámbulo, el inicio del ritual amoroso por excelencia. Ahora bien, el beso de “tornillo” requiere una entrega por parte de ambos; es decir, que sin la participación de la mujer, ese ritual es una ficción.

Es comprensible entonces que las mujeres decentes, las jóvenes de los años 40 y 50, consideraran ese gesto algo indecoroso, propio de artistas, mujeres de vida alegre, y también de aquellas frescas que se entregaban a la pasión desenfrenada

Es comprensible entonces que las mujeres decentes, las jóvenes de los años 40 y 50, consideraran ese gesto algo indecoroso, propio de artistas, mujeres de vida alegre, y también de aquellas frescas que se entregaban a la pasión desenfrenada, cosa harto peligrosa y, por supuesto, pecaminosa. No está tan lejano el corte que se producía en las salas de cine, cuando Ava Gardner, por ejemplo, o Sarita Montiel, si queremos hablar de una de las primeras españolas “despendoladas”, que se entregaban con aquella pasión impropia de una mujer decente, a sus enamorados. ¿Quién no recuerda El beso de Burt Lancaster y Deborah Kerr en una playa hawaiana, en la magnífica película De aquí a la eternidad? ¡Qué escándalo! En el año 1953 el público americano quizás estaba más acostumbrado, pero las mujeres de este país no se atreverían ni a mirar a la pantalla. Y los hombres… Los hombres me temo que se quedarían boquiabiertos ante tal frenesí y derroche de pasión que, para la mayoría, no podía ser más que mera ficción cinematográfica.    

No exagero, os lo aseguro. He escuchado muchas historias de vida de mujeres de la época y pasaban prácticamente del roce de mano, o el casto beso en la mejilla, al “catre”, lugar en el que también ellas tenían que mostrar decoro y vergüenza, para ser consideradas mujeres decentes; apropiadas para convertirse en la madre y esposa perfecta. En definitiva, no se trata de algo tan banal eso del beso de tornillo, sino de una caricia erótica en la que se implican y se entregan los amantes: él y ella; una práctica propia de un tiempo y un mundo en el que las mujeres toman iniciativas y pueden expresarse sin miedo a ser menospreciadas por la estricta moral imperante. 

Por supuesto que no quiero hacer aquí una tesis ni nada parecido sobre este tema. Se trata de algo que he pensado, mientras observo, con una sonrisa entre irónica y tierna a la vez,  la forma cómo se acercan físicamente varias parejas de las que se encuentran en el susodicho programa. Incluso cuando se tienen que saludar con dos besos en las mejillas. Son bruscos. Se les ve torpes ante el encuentro. Es lógico, porque les falta costumbre. Se diría que no han tenido modelos en los que fijarse, ni ocasiones en las que poder practicar la sutileza, la delicadeza. En eso de la sutileza son maestros los orientales, pero esas cosas se aprenden, creo yo, y cuanto más se practican, mejor salen.

Es una pena que a esta generación española, la que suele participar en el programa de Juan y Medio, le haya tocado vivir en un mundo que no posibilitaba nada las muestras de cariño, sobre todo entre hombres y mujeres.  Incluso las madres eran parcas con los niños…, pensaban que de ese modo se les mal acostumbraba; se les hacía débiles. He pensado que también los hijos de esta buena gente, los de mi generación, hemos crecido faltos de todo ese mundo de gestos, abrazos y mimos, que nuestros niños y jóvenes de ahora disfrutan hasta en exceso. Así que, no perdemos nada con celebrar algo tan beneficioso para la salud y para la piel, según dicen por ahí los entendidos. Total, El Corte Inglés ya está frotándose las manos ante la inminente llegada de otro de los días de más tradición en el calendario del amor más incondicional, según dicen: El Día de la Madre. 

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