Azulejo con una frase de Antonio Ariza Camacho.
Azulejo con una frase de Antonio Ariza Camacho.

Cerca una vez más del 28 de febrero, es probable que a muy pocas personas les suene este nombre, que sin embargo es el de una insigne figura del andalucismo histórico, amigo personal de Blas Infante, del que fue su padrino de boda.

Quizás para los sevillanos sea algo más conocido por las placas de azulejos que a petición suya se colocaron en 1925 en la fachada de algunos colegios de la capital hispalense y de algunos pueblos de la provincia, donde todavía pueden contemplarse , y que son el único testimonio que nos queda de un hombre que no sólo fue como se ha pretendido hacer creer, un defensor de los pájaros (y claro impulsor de la sevillana Sociedad Protectora de Animales), sino del ecologismo en general, el republicanismo, el georgismo y esa revolucionaria ideología que a principios del siglo XX intentó mejorar, de palabra y de obra, la vida de los andaluces más desfavorecidos.

Antonio Ariza Camacho nació en Sevilla, donde residió hasta su muerte, en 1880 y fue doctor y puericultor de oficio, además de pedagogo por vocación. No sólo trabó una fuerte amistad con Blas Infante, ya desde la creación de la Liga para el Impuesto Unico en Ronda en 1913, sino también con otros andalucistas de la época, como Rafael Ochoa (Secretario del primer Centro Andaluz, fundado en Sevilla en 1916, cuyo Presidente fue Infante), Francisco Chico Ganga (Tesorero del mismo) o Luis Bejarano Salazar (Contador). Antonio fue el director de la revista del Centro, “Andalucía”, entre 1916 y 1917, colaborando además con otras publicaciones como “La Traca”, revista valenciana de orientación satírica y popular.

Es en el Ateneo sevillano donde empieza a bullir, a principios del XX, un movimiento regionalista, en principio limitado a lo meramente cultural, literario y esteticista (recordemos la obra de José Mª Izquierdo, de título muy significativo, Divagando por la ciudad de la gracia, de 1914). Pero cuando un joven notario de Casares, también ateneísta, publica en 1915 El Ideal Andaluz, se produce un revuelo en la institución. De los 262 colaboradores de la revista Bética, órgano de expresión del Ateneo hispalense, sólo siete se decantan por una opción agrarista, social y política: entre ellos, además de Alejandro Guichot, Javier Lasso de la Vega, Rafael Castejón y otros, nuestro Antonio Ariza.

Ariza fue sindicalista de la UGT y trabajó denodadamente en los barrios obreros más activos de Sevilla, el llamado “Moscú sevillano”, es decir, Triana y la Macarena. No sólo se consagró ampliamente a la infancia desde el punto de vista sanitario, -era el paño de lágrimas de las familias pobres que le llevaban a sus hijos-, sino también en el aspecto educativo. La alfabetización era muy importante para él, como lo era para los anarquistas.

Sabemos además que a raíz de la destitución de Miguel de Unamuno como rector de la Universidad de Salamanca en 1914 por sus críticas al régimen monárquico, Antonio Ariza participa en la prensa de la época, junto con Infante, en una campaña a favor del ilustre escritor. Pero todas estas actividades quedaron silenciadas como si no hubieran existido. De su trayectoria vital sólo quedan las placas que recuerdan su amor por los pájaros.

En el año 1896 se había aprobado una ley que prohibía cazar pájaros insectívoros. Aunque el artículo 2º de dicha ley indicaba que había que poner una placa en la puerta de los ayuntamientos para informar al respecto y educar en la protección de las aves, esto no había llegado a hacerse. Fue Antonio Ariza quien en 1925 tuvo la iniciativa de colocar en las entradas de las escuelas públicas placas de azulejos llamando la atención a los niños sobre la necesidad de proteger y cuidar la naturaleza y, en concreto, a los pájaros.

Se conservan y conocen dos modelos de estas placas:

1) “Niños: No privéis de la libertad a los pájaros; no los martiricéis y no destruyáis sus nidos. Dios premia a los niños que protegen a los pájaros y la ley prohíbe que se les cace, se destruyan sus nidos y se les quiten sus crías”.

2) “Los hombres de buen corazón deben proteger la vida de los pájaros y favorecer su propagación, protegiéndolos. Los labradores observarán cómo disminuyen en sus tierras las malas hierbas y los insectos. La ley prohíbe la caza de los pájaros y señala pena para los infractores”.

De estas placas han sobrevivido solo unas pocas, en el Colegio Público San Isidoro (c/ Mesón del Moro); en el Centro de Enseñanza Concertado San Isidoro (c/ Mateos Gago, donde hemos podido leerla en algún paseo por el barrio de Santa Cruz); en el Colegio Público Borbolla (c/ Luis Montoto); en la Plaza Carmen Benítez y en el Colegio Público José María del Campo (c/ Pagés del Corro). En el resto de la provincia sevillana sólo hay otra más en la fachada del Colegio Pedro Gutiérrez (Plaza de España) de Alcalá de Guadaíra.

Según E. Iniesta, principal biógrafo de Infante, el texto de las cerámicas de Ariza está claramente influido por la “Plegaria del pájaro” del líder andalucista, quien también redactó “Los Mandamientos de Dios a favor de los animales” (Isla Cristina, 1924), al parecer inspirándose en el Sama-Veda que se conserva en su Biblioteca. Según los familiares de D. Blas, éste visitaba el mercadillo sevillano de la Alfalfa, -donde todavía se venden animales-, compraba jaulas enteras de pájaros y les abría las cancelas.

Esta es la “Plegaria del pájaro” de Blas Infante:

Niño:

“Tú, que algunas veces me martirizas, mírame bien.


Yo soy el protector más importante de la agricultura.

Yo enseñé a los hombres el arte de la cestería, mostrándole mi nido.


Te he sugerido la idea de volar como yo, y has construido dirigibles y aeroplanos.

La inmensa variedad de mis nidos, te ha sugerido multitud de ideas.


No me hagas morir para lucirme vanidosamente en tu sombrero.

Yo destruyo por millares los insectos que constituyen las plagas de las legumbres,
los cereales y las frutas que son tus mejores alimentos.

No me hagas víctima inocente de tu deporte de caza.
Yo distraigo con mi dulce y armonioso canto tus horas de fastidio.

No destruyas mi nido, que es el santo hogar de mis pequeños hijos.


Si eres bueno, como creo, no me tengas preso entre alambres, no me hagas mal
y andaré más cerca de ti"

Recuerdo que, de niña, a la entrada de muchos bares sevillanos se anunciaba: “Hay pajaritos”, evidentemente en el sentido de que los servían fritos como tapas. En marzo de 1990 la normativa europea prohibió la caza y consumo de estas aves, salvo el zorzal, la codorniz y algunas otras, pero de tapadillo los pajaritos se siguen sirviendo en algunas tascas sevillanas. No creo que ni Infante ni Ariza fueran amantes de lo que se ha considerado durante mucho tiempo como una exquisitez culinaria, especialmente en el sur de nuestro país. De hecho, la antigua calle de la Imprenta, no muy lejos de la sevillana Plaza Nueva, pasó a llamarse “calle Pajaritos” por una antigua taberna cuyo único cometido era servir vino blanco del Aljarafe con estas aves. Y uno de los actuales barrios sevillanos más populares se llama también “de los Pajaritos”.

Lo cierto es que el padre de la patria andaluza, además de tener en su casa de Coria 24 especies diferentes de plantas, parte de las cuales todavía pueden observarse en los aledaños de lo que hoy es el Museo de la Autonomía andaluza, escribió “Cuentos de animales”, tuvo en su último hogar un perro-lobo al que sacaba de paseo y llamaba “Trotky”, otro más pequeño, “Napoleón”, una vaca, una becerra y un becerro, cinco conejos, cerdos, una burrita e incluso adoptó un zorro al que llamó “Don Dimas”. El 5 de agosto de 1928 había hecho además una petición al alcalde de Ayamonte contra las carreras de gallos que tenían lugar en la Feria de este pueblo.

1) Ya antes, en 1916, en Cantillana, donde entonces ejercía como notario, a instancias del Ateneo había organizado la “Fiesta del Árbol”, que comenzó con un “himno al árbol” cantado por los niños de las escuelas, siguió con una lectura de poesías, la de unas cuartillas precisamente a cargo de Antonio Ariza, y la plantación de 500 arbustos por los mismos niños. Arboles que todavía perduran en las orillas del río Guadalquivir a su paso por la localidad.

2) El 27 de febrero de 1918, con motivo de la corrida que José Gómez Gallito ofreció a los niños de Sevilla, el periódico hispalense “El Liberal” publicó una nota de Infante y los suyos, cuyo primer firmante era Antonio Ariza, y que terminaba así:

3) “Una corrida de toros es para el espíritu de la infancia un espectáculo cruel. Y contra el espectáculo que se va a dar a los niños y el espectáculo que va a dar Sevilla ante todo el mundo, protestamos respetuosamente, mas con toda energía”.

4) La iniciativa de este comunicado había sido de Ariza, que de esta manera se anticipaba en casi un siglo a la afirmación de la ONU en 2014 de que la tauromaquia contraviene la Declaración de Derechos del Niño. No hemos aprendido mucho, pero sí hemos olvidado bastante.

5) Hemos olvidado, quizás porque no interesa recordarlo, que tanto Infante como Antonio Ariza, el también médico anarquista Pedro Vallina, que no cobraba por atender a los pobres como tantos otros galenos que pagaron con la vida su altruísmo, o Eugenio Noel, que fustigó el machismo, la chulería y la tauromaquia y publicó ya en 1914 “Pan y Toros”, eran decididamente antitaurinos y llevaron a cabo varias campañas en contra de la llamada “fiesta nacional”, financiadas en más de una ocasión por el propio Infante.

Eugenio Noel (pseudónimo de Eugenio Muñoz Díaz) murió en 1936, salvándose así de otra barbarie, la de la guerra civil; Pedro Vallina se exilió a Méjico, donde se dedicó a cuidar a los indios y donde murió en 1970, pero Infante y su amigo Ariza fueron asesinados por los franquistas. Ariza fue fusilado frente a las tapias del Convento de los Remedios de Sevilla, actual Museo de Carruajes, según algunas fuentes, el 7 de agosto, apenas 3 días antes que D. Blas, aunque otras hablan de los días 25 o 26 de julio y relatan que su compañera sentimental intentó subir al coche donde se lo llevaban para evitar su muerte, siendo también asesinada.

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