El tablero político español atraviesa una fase de reconfiguración que exige una lectura despojada de eufemismos. Lo que originalmente se publicitó como una estrategia de 'ensanchamiento' del espacio a la izquierda del PSOE, ha revelado ser, como algunos advertimos desde muy temprano, bajo el prisma de los hechos, una calculada operación de demolición institucional. El proyecto Sumar, liderado por Yolanda Díaz, no se ha desarrollado como el revulsivo necesario para fortalecer el bloque histórico que representaba Unidas Podemos, sino que ha subvertido el mandato de quienes confiaron en ella para consolidar dicho espacio, ejecutando en su lugar una estrategia de desmantelamiento sistémico de la izquierda.
Esta deriva ha supuesto una quiebra de confianza terminal hacia la figura de Yolanda Díaz, en quien se depositó la responsabilidad de expandir el llamado grupo confederal. Lejos de proteger un legado, el de Podemos, que alcanzó hitos legislativos sin precedentes y una expansión de derechos sociales inédita en nuestra democracia, la arquitectura de Sumar —y de las fuerzas políticas que la integran— fue diseñada con el objetivo específico de dinamitar esa estructura confederal parlamentaria desde sus cimientos; una demolición que, a la luz de la realidad actual, se ha consumado de forma efectiva.
La génesis de Sumar se halla intrínsecamente ligada a una contradicción insalvable. Mientras el electorado de izquierdas percibía el proyecto como un necesario impulso renovador, su dirección política —con la colaboración estratégica de la cúpula del PCE e indirectamente de CC.OO.— articulaba un programa de debilitamiento sistemático dirigido contra Podemos. Esta maniobra no solo ha derivado en una fragmentación y debilitamiento del sufragio de izquierdas, sino que ha institucionalizado una lógica de deslealtad hacia una ciudadanía que confió en una promesa de ampliación del espacio morado. La realidad ha terminado por revelar que aquel discurso, supuestamente transformador, no era sino una fórmula de subordinación política al PSOE, desactivando cualquier capacidad de impugnación real frente al socio mayoritario. Pedro Sánchez estuvo detrás de la operación Sumar con el objetivo, que no ocultó nunca, de dormir mejor mirando a la derecha.
El estropicio electoral de Por Andalucía en las elecciones autonómicas de junio de 2022 fue el primer síntoma de este desvío estratégico: un ensayo fallido que impusieron Yolanda Díaz e IU en el sur para liquidar a Podemos. En este contexto, la formalización de Sumar como estructura partidista fue la culminación del ensayo destructivo fallido. Su propia naturaleza dificulta la articulación de cualquier alianza coherente, pues nace de una matriz diseñada para erosionar la pluralidad y neutralizar la fuerza transformadora que representa Podemos.
Un partido de izquierdas no llega a las instituciones para ser un mero gestor de lo existente, sino para ejercer el poder. Sin embargo, la participación de Sumar en el gobierno del PSOE se ha convertido en un escaparate de políticas reactivas, donde solo se recuerdan logros de la legislatura anterior en la que Podemos era el elemento clave para presionar hacia avances de transformación progresista. La política de Sumar se ha acabado asemejando al cloqueo de una gallina clueca: un aparente estruendo constante, una gestualidad hiperactiva que anuncia hitos inminentes, pero que no cristaliza en una transformación real de las condiciones materiales. Se despliega una retórica de la ambición para, inmediatamente, arrodillarse ante el socio mayoritario. Al final, la gestión de Sumar se mimetiza con el orden establecido hasta volverse indistinguible de él.
Así, en lo que concierne a la Vivienda se ha aceptado la agenda del PSOE, protegiendo los intereses de inmobiliarias y fondos de inversión. En cuanto a la Geopolítica, se sitúan de perfil ante el falso pacto de paz en Gaza, comparten la política armamentística ordenada por Trump y, sobre la Corrupción, ignora, a sabiendas, que el PSOE, al igual que el PP, es un partido que hace negocios con las mismas empresas que prosperaron en el franquismo, incapaz de romper con el pacto de la Transición del "todo atado y bien atado".
En el momento actual, la regeneración del espacio de izquierda no complaciente no admite más experimentos tipo Sumar o Por Andalucía, el modelo lo ha iniciado Unidas por Extremadura y consiste en articular una política de alianzas de amplio espectro, con un marcado carácter soberanista y federal, con una voluntad nítidamente transformadora. Queda claro que el bloque histórico de la izquierda transformadora no puede cimentarse sobre las cenizas de la deslealtad ni bajo la tutela de quienes intentaron liquidar a Podemos para asegurar su propia comodidad institucional. Sumar es un espectro sin substancia que por su propia naturaleza ha achicado el espacio de la izquierda. El futuro de una alternativa política de izquierda soberana solo será viable si emana de un proyecto con raíces, identidad y la firmeza moral de no haber claudicado. Donde esté Sumar allí no es. Sumar y “movimiento” debería camuflarse junto al PSOE, para el que trabaja desde despachos adjuntos. Alguien tiene que decirlo.


