Algoritmo de recomendación y Política

El algoritmo puede tener dos caras, es una herramienta útil para empresas, políticos y ciudadanos, pero también puede maximizar los extremismos y sesgar los hechos que transcurren en la sociedad

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 Estudiante de Ciencias Políticas en la Universidad de Granada    

Programación informática. Algoritmos, en una imagen de nougir.com
Programación informática. Algoritmos, en una imagen de nougir.com

La digitalización ha supuesto un avance en las redes de comunicación y una transformación en las relaciones interpersonales. En la actualidad, gran parte de la población hace uso de las múltiples redes sociales que cohabitan en nuestro dispositivo, desde Instagram, Facebook o Twitter, hasta Youtube o TikTok. Estas plataformas –como empresas privadas–, tratan de conseguir beneficio económico a través de nuestros datos que recogen mediante las cookies con el objetivo de personalizar la publicidad que más pueda interesar al usuario. A esto, lo podemos denominar como algoritmo de recomendación, que trasladándose al plano político lo podemos asemejar al mito de la caverna de Platón

Cada usuario en internet genera una huella digital, –siendo el rastro que se almacena a través de nuestras interacciones–, y nuestra actividad política va a condicionar tantos los resultados de búsqueda como las recomendaciones ofrecidas en las plataformas digitales.

Es por ello que el sesgo puede verse incrementado al visualizar una realidad dentro de las múltiples que aparecen entre la subjetividad de la política. Cuando un individuo sigue las cuentas de un partido político o el contenido que visiona se acerca a una ubicación ideológica determinada, el algoritmo de recomendación actúa e imposibilita la entrada de las ideas opuestas. Es por ello que un ciudadano afín a las ideas de un partido político determinado, puede ver la realidad a través de las sombras, siguiendo un ideario de partido sin cuestionar aciertos y errores, replicando discursos genéricos y vacíos. 

Ahora que se aproximan las elecciones municipales, los partidos políticos hacen uso de las herramientas digitales para conseguir un mayor alcance, intentando viralizar videos en TikTok u otras redes con una especie de clickbait que los candidatos más que parecer los posibles representantes de una población, recuerdan en mayor medida a influencers dispuestos a publicitar un producto.

Esto se debe a la similitud en las forma de actuar de los partidos políticos con las empresas y como resultado de ello, cuidan el marketing digital creando campañas de publicidad a través de redes sociales fijando unos criterios como la geolocalización, la edad del usuario u otras etiquetas con el objetivo de alcanzar el mayor número de posibles votantes mediante el algoritmo de recomendación. Por ende, incrementa el sesgo, atrapa al votante en una caverna dónde ve la realidad a través de las sombras, un votante al que le resulta difícil salir al exterior, quizás por miedo, costumbre, pereza o desconocimiento.

Y es aquí, donde me gustaría subrayar lo que a mi parecer conceptualiza lo que realmente significa la libertad: pensar. Con esto no quiero decir que sea negativo militar en algún partido político o compartir sus ideas, sino que debemos ser capaces de apreciar las buenas y malas acciones, comparar resultados y no señalar al adversario como un enemigo, sino como un compañero que vislumbra un camino con otro recorrido.

El algoritmo incrementa la profundidad de una caverna que encadena a la razón, mientras que la luz del exterior nos convierte en sujetos libres, capaces de aportar y construir, y no, apostar y servir. Como recomendación, es de notable utilidad ampliar el algoritmo, no reducirlo a recomendaciones del Partido Popular o del Partido Socialista únicamente, sino abarcar todo el espectro político, saber las propuestas de todos los candidatos, conocer todos los discursos, salir de las cadenas partidistas y elegir una opción desde la superficie.

El problema no es tener una ideología, es pensar que tu ideología pertenece a un partido. El algoritmo puede tener dos caras, es una herramienta útil para empresas, políticos y ciudadanos, pero también puede maximizar los extremismos y sesgar los hechos que transcurren en la sociedad.

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