Algeciras, beber para arrastrar

He bebido y bebido y no he dejado de beber, hasta caer rodando la otra noche por la Cuesta del Rayo y darme en la nuca contra la obra del Port Center del Llano Amarillo

Arrastre de latas en Algeciras.
Arrastre de latas en Algeciras.

Los padres de niños algecireños han tenido estos días una grave responsabilidad entre manos. Y no me refiero a presionar al mensajero para que traiga el regalo antes del día 6, sino a la cantidad de cerveza que han tenido que beber para que, en vísperas de Reyes, sus hijos pudieran salir a las calles a arrastrar latas. Algeciras no es lugar de sutilezas. Y allá donde fueres, haz lo que vieres, y ahora yo he tenido que ahondar en mi compulsión, y he bebido y bebido y no he dejado de beber, hasta caer rodando la otra noche por la Cuesta del Rayo y darme en la nuca contra la obra del Port Center del Llano Amarillo. 

— ¿Y ehto qué éh? —me dije contemplando el cartel informativo y rascándome la cabeza— ¡Qué maravilla, no falta de ná! Pero… ¿Y el bar? ¿A dónde me tomo yo ahora la última?

Total, que si residiera en Sevilla tendría que salir de nazareno, y maltratar mis pies y pisotear mi arrogancia racionalista. Pero en Algeciras, yo bebo y bebo y vuelvo a beber y contemplo cómo el arrastre de latas forma alegres ríos metálicos que al Llano Amarillo van a parar, e igual que si unos trescientos mil tenedores rayaran el mármol, se me ponen los pelos como escarpias de sólo de oírlos pasar sobre el asfalto.

Me informan, —con menos hacen otros sus artículos sobre lo divino y lo humano— que el sentido de esta graciosa costumbre del arrastre de latas es avisar a los Reyes Magos de, que aquí, tienen que parar. A mí desde fuera, la relación histórico-política me parece clarísima, si acaso no sea una simpleza del que viene de nuevas. Algeciras, la ciudad dos veces destruida, condicionada por el tráfico marítimo incesante y la industria petrolífera, alejada de casi todo, conocida por lo mismo de siempre, vecina de los ingleses, olvidada por la capital, donde las conducciones de aguas son defectuosas, puesto fronterizo, primer bastión que recibe al enemigo, y aun así, a pesar de todo, la muy leal Algeciras, parece en este día llamar la atención para que se le tenga en cuenta. 

Por todo esto y más, Algeciras debiera ser una ciudad mimada por las instituciones y sin embargo, tiene que asegurarse de que los Reyes no pasen de largo. ¡Oooh, chica ironía! Los adultos se quejan en voz baja. Los jóvenes marchan y maldicen. Y sólo los niños, sacando la artillería pesada a la calle y armando este simpático jaleo, han conseguido al menos, que este año, les traigan un Algeciras Port Center. Lo que aún no he logrado saber es dónde carajo van a poner el bar.

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