Cartel realizado por Adelante para pedir la devolución a Baza de su Dama.
Cartel realizado por Adelante para pedir la devolución a Baza de su Dama.

Los tesoros de la Acrópolis ateniense, Irak y Egipto  en Berlín, París y Londres lucen muy bien en el British Museum, el Louvre, el Pérgamo y el Etnológico Nacional. En realidad estas y otras varias ciudades retienen miles de obras de arte —sólo el Británico “guarda” más de 70.000, y el Pérgamo de Berlín está formado de media Babilonia— lucen «su» nivel cultural a costa de los creadores de otras culturas. A Berlín, Londres, París, Madrid ó Nueva York hay que viajar para conocer tesoros de las culturas egipcia, griega, iraquí, nigeriana, persa y andaluza, como las más importantes víctimas de despojos. Lo cual supone también, como consecuencia más grave, que esas ciudades se benefician, no sólo en lo cultural, sino gracias a ello también en lo económico, a costa del saqueo de esos miles, quizá millones de piezas, arrancados por la fuerza de sus lugares de origen para beneficiar a los de destino.

Dama de Baza, Jabalí de ocho patas, soldado ibérico, o Inmaculada de Murillo, obras de Murillo, Velázquez, Herrera, Picasso, entre varios miles de objetos artísticos y arqueológicos, enriquecen a la ciudad de Madrid. «Si el Arqueológico Nacional devolviera las piezas de otros lugares se quedaría vacío», creía razonar hace unos días un defensor del saqueo para justificar el mantenimiento de esas piezas en “la capi”. Lo más peregrino es asegurar que, estando en Madrid “eso representa a España”. Lo que hace pensar que, si en Andalucía esas piezas no la representan, el unionismo quiere ser el más eficaz responsable de la no unión de España.

Hay quienes defienden este botín de guerra con el peregrino subterfugio: «ahora son internacionales». Será que en sus lugares de origen eran marcianos. El contenido lo hace la ciudad al formarse de una manera determinada, pero al aprovecharse del robo, a las apropiadas de las obras robadas las hace el contenido. El contenido sustraído de forma ilegítima a otras, como demuestra el hecho irrefutable de que algunos estados, en concreto Alemania, Francia e Inglaterra, hayan accedido a devolver una muy pequeña parte de esos tesoros. El valor de la ciudad está en el urbanismo, la arquitectura, el mobiliario, eso es el contenido. Las otras disfrutan riquezas ajenas: disfrutan contenido ajeno. En la medida en que la posesión de esas piezas acrecienta su fama, deben a ellas parte de su nombre —algunas mucha parte—.

Y en la medida en que esos museos reciben visitas, y en la medida en que los visitantes consumen en tiendas, bares, souvenir, restaurantes, hoteles, además de pagar por visitar sus museos, se enriquecen, perciben un beneficio económico que pertenece a los lugares de origen. Es gracias a ese contenido sustraído, que obtienen fama, notoriedad y dinero, que no son legítimamente suyos, pues han sido sacados de otras, detraídos a sus creadores, a sus legítimos propietarios.

Sin los cuadros robados en Sevilla por el Mariscal Schultz el Louvre sería menos Louvre. Sin las pinturas andaluzas llevadas a Madrid por voluntad real, el Prado sería menos Prado. Sin los miles de piezas arqueológicas sacadas de Andalucía y atesoradas en el M.A.N., El M.A.N. también sería MAN, pero mucho menos Museo, como reconocen sus defensores para justificar el mantenimiento del expolio, Andalucía recuperaría sus obras de arte y el beneficio cultural, social y económico, ahora derivado a otros.

Las potencias coloniales se apoderaron de estas piezas de arte durante sus guerras de conquista. Francia e Inglaterra hurtaron muchos tesoros durante la Guerra de la Independencia ¿Cuándo se apoderó España de la arqueología, arquitectura, pintura, escultura, de todas las obras de arte de Andalucía que hoy enriquecen la ciudad de Madrid? Naturalmente, una vez Andalucía quedó adosada —que no integrada— al Imperio, tiempo durante el cual fueron trasladadas. Las llevadas —«sus-llevadas», por interpretación libre de “sustraídas”— después del fin del sueño imperial, lo fueron durante la nueva etapa de soñar con el imperio. Los leones que jalonan el Palacio de las Cortes —en la «capi», es natural— son el último detalle del despojo. Podría haber sido el penúltimo si el alcalde de Sevilla, Alejandro Rojas Marcos, no se hubiera enfrentado a una denuncia por impedir la salida del Tesoro de El Carambolo.

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