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Raúl Ruiz-Berdejo, secretario local del PCE

Aprovechando que pronto recordaremos la República que nos fue amputada, hoy quiero dirigirme a ti, Juan Carlos, para hacerte partícipe de la indignación que genera en mí la forma en la que vienes actuando desde hace ya demasiado tiempo. Pero, sobre todo, para que seas consciente de que, aunque te empeñes en tomarnos a todos por imbéciles, no todos los ciudadanos de este país nos tragamos tu falsa campechanía.

En primer lugar quiero explicarte que si no me dirijo a ti como majestad, ni nada por el estilo es sencillamente porque no te reconozco como rey. Y es así porque no creo en formas propias de los estados feudales, ni en privilegios de casta adquiridos y conservados de forma dudosa y al margen de los más elementales mecanismos democráticos. Máxime cuando, en ningún momento, se me ofreció, ni a mí ni a otros muchos españoles, la posibilidad de expresarme respecto a ese privilegio del que aún hoy disfrutas.

Sé que te educaron para reinar y que siempre deseaste portar esa corona que piensas que te sitúa por encima del resto de los españoles. Y sé que te has visto obligado a hacer muchas cosas a lo largo de tu vida para conseguirlo. No voy a insinuar que mataras intencionadamente a tu hermano, quien te antecedía en la línea sucesoria, aunque coincidirás conmigo en que hay demasiadas interrogantes en torno a aquel trágico suceso. Tampoco voy a reprocharte que te saltaras a tu padre, por deseo expreso del sanguinario fascista a quien siempre tanto defendiste. Sí, ese que fue responsable de la muerte de numerosísimos demócratas, de los de verdad, y a cuyo régimen juraste lealtad. ¿Te acuerdas?

Sí voy a reprocharte, en cambio, la desfachatez con la que has actuado desde que te haces llamar rey de los españoles. Porque nunca, jamás, has defendido los intereses de la mayoría de los ciudadanos de este país. Al contrario, siempre te aliaste con esa casta parasitaria que hace fortuna a costa de la mayoría de nuestro pueblo y que aplaude los recortes que se le aplican porque así aumenta su fortuna, esa con la que pagan las cacerías y las fiestas a las que eres invitado.

Te reprocharé también la defensa férrea que hiciste de José María Aznar frente al presidente Hugo Chávez, a quien tuviste la desvergüenza de mandar callar de forma ruin y barriobajera. Ya sé que Aznar es tu amigo. Pero ese al que mandaste callar era un presidente legítimamente elegido por su pueblo, cosa de la que tú no podrás presumir jamás. Más te hubiera valido mandar callar a la Troika o al FMI, cuando hablan abiertamente de amplificar la pérdida de derechos y el sufrimiento de la gran mayoría de los españoles.

Permite que te reproche también esas visitas que haces a gobernantes autoritarios, algunos de los cuales vulneran sistemáticamente los derechos humanos de sus pueblos. Ya sé que te tratan muy bien y que, en algunos casos, esas visitas te permiten disfrutar de buenas carreras de Fórmula 1. Pero, ya que dices representar a los españoles, déjame que como español te diga que a mí, personalmente, me avergüenza verte continuamente organizando excursiones con esa gentuza, por muy buenos que sean los banquetes a los que te inviten y las carreras a las que acudas.

También me avergüenza, y mucho, que vayas concediendo indultos a gente deleznable, como el pederasta al que dejaste en libertad tras tu última excursión a Marruecos, ese régimen que acumula presos políticos, defensores de la legítima causa saharaui, gente digna que no mereció el indulto que sí concediste a un buen número de delincuentes.

No voy a hablar de borracheras, ni de amantes, cuyo silencio, según dicen, es pagado con dinero público. No dispongo de pruebas para hacerlo. Pero sí lo haré de esas cacerías de elefantes que te montas y en las que debes pasarlo estupendamente mientras el pueblo español pasa calamidades. Y también lo haré de eso que dices de que “la justicia es igual para todos”. Para empezar porque tú y yo sabemos que no es igual para ti y para los tuyos. Y para terminar porque, si en este país existiera la justicia, tú que te sentaste junto al fascista y aplaudiste su bochornoso régimen, nunca hubieras reinado.

Antes de despedirme, también quiero decirte que tu papel durante el 23-F no ha colado. No con quienes nos molestamos en investigar lo que sucedió durante aquellas horas. Y no porque tu interpretación no estuviera a la altura, que lo estuvo, sino porque, aunque te cueste creerlo, no todos en este país pasamos por el aro que dibujan vuestros disciplinados medios de comunicación.

Bueno, no te entretengo más, sólo espero que tengas a bien asumir mi crítica y medites seriamente irte de La Zarzuela, el palacio ese que estás ocupando, junto al resto de tu familia. Aquí, en España, tenemos una democracia que construir y en ella, sinceramente, no tendrá sitio gente como vosotros. Eso sí, si te decides a irte antes de que seamos los españoles los que te echemos, no vayas a hacerlo sin avisar, pues son muchas las cuentas que aún tenemos que saldar.

Sin más, me despido confiando en que, ya que dudo que tengas la dignidad suficiente para irte por ti mismo, al menos dejes de tratarnos a todos como si fuéramos gilipollas.

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